Ya no había vuelta atrás, ya no podría arrepentirme de haber rechazado a la pequeña Jade servida en bandeja.

—Yo-yo, lo si-siento —dijo con la voz débil. 

Fruncí mi ceño confundido.

—Joder Jade, no lo sient...

Antes de que pudiera terminar de hablar Jade desapareció de mi vista corriendo hacia su habitación.

Carajo, soy un maldito idiota...

¿Por qué se ha disculpado? Mierda, ¿Es que ésta niña quiere hacerme sentir tan miserablemente culpable?

Patee el sofá de la cocina con molestia y me puse a guardar la comida comprada que seguía sobre la mesa para mantenerme distraído y no correr tras ella.

Mi cabeza no para de dar vueltas en lo que está pensando Jade.

Me siento un jodido estúpido, más bien el jodido estúpido más grande que hay. Pero... ¿Qué podría haber echo?

Ella es sólo una pequeña y yo estoy siendo un imbécil.

Suspiré pesadamente y cerré mis ojos con fuerza cuando el timbre de la casa sonó por toda la sala. Eché una mirada rápida al reloj de la pared y me dirigí con cansancio hasta la puerta ¿Quién carajos viene a las doce del mediodía?

Antes de abrir la puerta tomé mi camiseta que seguía sobre el piso donde minutos antes la había tirado y me la coloqué tapando el molesto bulto seguía en mis pantalones, no pretendía que quien fuera esa persona lo notara.

—¡Mi chiquillo! —chilló una voz cuando abrí la puerta principal.

Chasquee la lengua fastidioso.

—¿Qué haces aquí, Evan?

—Tío enserio tienes un serio problema, estás todo el maldito día amargado —comentó entrando a la casa sin importarle mi expresión—, quizás te hace falta un buen polvo.

Le di un portazo a la puerta y voltee a mirarlo.

—¿Qué haces aquí? —volví a preguntar.

Evan se recosto en el sofá de la sala con sus manos detrás de su nuca.

—¿Acaso no te alegra ver al único amigo que tienes? —preguntó burlón subiendo y bajando sus cejas con rapidez.

Me volteé ignorandolo y tratando de calmarme. Evan no tenía la culpa de absolutamente nada, ni siquiera sabía de la existencia de Jade pero digamos que su presencia me suele provocar fastidio cuando estoy de mal humor, y no hace falta aclarar que hoy es uno de esos días.

Por suerte Evan me conoce hace muchos años ya como para que mi comportamiento lo incomode, el está acostumbrado.

Subi las escaleras a mi cuarto dejando a mi amigo sólo en la sala.
Me ducharia lo antes posible para sacar cualquier rastro de lo que había pasado hace minutos atrás con Jade, sólo quería olvidarlo y ya pero mi cerebro parecía pasar lo sucedido una y otra vez en mi mente como si fuera un disco rayado.

Escuché quejidos de Evan tras de mi y seguí con lo mío sin prestarle atención alguna.

—Vine porque no contestabas mis mensajes —comentó entrando a mi cuarto y tirándose en mi cama con todo descaro.

Rodé los ojos abriendo mi armario.

—He estado ocupado —mentí. La verdad es que Evan ha estado fastidiandome con el tema de Kim y he decidido pasar de él durante días.

—Oh... —escuché decirle—, claro que si has estado ocupado...—susurró al tiempo que escuchaba un cajón cerrarse.

Voltee mi cuerpo con la ropa que iba a colocarme ya en mis manos y le miré desganado.

El color de la inocenciaWhere stories live. Discover now