Definitivamente entre James y yo no puede pasar nada.

¿Qué pasaría si mis padres se enteraran? ¿Qué pensaría papá de su pequeña hija? ¿Qué pensaría mi madre de mi si me metiera con el hijo de su mejor amiga? El cual es como su hijo también.

¿Cómo puedo ser tan tonta de dejar que el haga lo que quiera conmigo?

—¿Jade?

La voz de Elizabet me sacó de mi mente como un balde de agua fría. Sus nudillos golpearon la puerta suavemente esperando que le abra.

Me acerqué a la puerta aún sin abrirla y hable;

—¿Pasa algo Eli? —pregunté con cautela—. Me estoy cambiando, recién he salido de la ducha.

—No pasa nada mi niña —respondió dulcemente—. Pensé que quizás tu sabías que había pasado con James.

¿Con James?

Se ha ido sin decir a dónde, salió como un toro —continuó al ver que no respondía.

¿Se ha ido? ¿Pero por qué?

—Ah... —fue lo único que pude contestar.

—En fin... supongo que el volverá cuando quiera hacerlo —suspiro cansada—. Se que el ya es mayor pero para mi sigue siendo mi pequeño y no puedo evitar preocuparme cuando le agarran estos ataques y se larga.

—¿Hace esto seguido? —pregunté abriendo la puerta escondiendo mi cuerpo tras ésta, ella sólo podía ver de mis hombros para arriba.

Elizabeth me miró con nostalgia.

—Desde pequeño.

—¿Por qué hace eso?

La madre de James abrió la boca para contestar pero la cerró de inmediato.

—¿Qué te parece si te vistes y bajas a almorzar conmigo? Como cuando eras niña —sonrió—. Te responderé lo que quieras saber, creo que si estarás unos días con James y yo en la casa deberías entender que a veces actúa un poco raro —se encogió de hombros.

¿Almorzar?

Giré mi vista al reloj que estaba sobre la mesita de luz y éste marcaba 11:56 AM. Volví a girar mi cabeza hacia mi vecina.

—Bajaré en unos minutos —le sonreí también.

Elizabeth asintió con la cabeza y desapareció por las escaleras.

Busqué rápidamente la ropa que me puse la primera vez que me duché y la coloque sobre la cama.

Sentí mis mejillas calientes al recordar porque volví a tomar una ducha.

¿Donde está mi...?

—James se ha llevado mis bragas... —susurre buscando con mi mirada por la habitación.

Sacudí mi cabeza ignorando lo que hizo, después me ocuparía de eso, supongo.

Saqué ropa interior nueva del armario, me vestí y baje encontrandome con Elizabeth en la cocina.

—Siéntate pequeña —indicó el banquillo y colocó un plato de pasta frente a mi—. Comeremos aquí, así puedo asear la cocina un poco, desde que trabajó los turnos de noche en el hospital no tengo tanto tiempo libre—Me informó—. Aprovecharé que tu me mantienes despierta —rió.

—Si quieres puedo ayudarte...

—No, claro que no. Eres mi invitada, come —negó con la cabeza.

El color de la inocenciaWhere stories live. Discover now