Capítulo 31.

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Doncaster. Tres años atrás.

 Me miré al espejo por décima vez, mirando cada uno de mis detalles. Lucía... infantil. Bufé. Infantil, infantil, infantil. Toda mi aura lo decía. Porque aún parecía una niña pese a que mi cuerpo intentara demostrar lo contrario con su pubertad en camino.

Miré el reloj. Quedaba solo media hora hasta que él llegara. Maldije suavemente, porque no era mi costumbre. Revolví aún más mi armario, dejando mi cama hecha un desastre, repleta de camisas y pantalones anchos que no ayudaban a mi apariencia. Encontré, como si fuera agua en un desierto, un vestido negro que solía ser de mi madre. Aún no sabía porque estaba ahí, pero en ese momento lo agradecía.

Mi altura no era esencialmente la mejor, pero el vestido cubría la mitad de mis muslos y se ajustaba a cada centímetro de mi piel, remarcando mis curvas. Corrí hacia el baño para maquillarme rápidamente. No sabía exactamente más que lo básico, pero hice mi mejor esfuerzo luego de observar una revista sobre maquillaje. Volví a la habitación y coloqué mis tacones plateados brillantes, acorde con una de mis carteras, caminando hacia el espejo.

 Ahora ya no era infantil.

 Aparentaba incluso más de diecisiete y me sorprendí por mi transformación. Con la altura que me proporcionaban los zapatos, pensé que estaría cerca de alcanzarlo. Me inspeccioné minuciosamente, sintiéndome satisfecha.

Me parecía... a mi madre. Ese pensamiento borró la sonrisa de mi rostro y me transportó algunas semanas atrás. Cuando Edward todavía no se había ido. Cuando no había dicho todas esas cosas... cuando mi piel era pálida cerca de mi pupila derecha, y no morada por sus propias manos.

Me obligué a apartar las lágrimas de mis ojos. Tenía que ser fuerte. Al menos hasta que lo recuperara, al menos hasta que todo volviera a la normalidad. Mi interior era un cristal rasgado, a punto de estallar en mil pedazos. Pero levanté mi frente en alto. Por él. Por todo el cariño que le tenía. Porque no soportaba la idea de perderlo, a él también.

El timbre interrumpió todos mis pensamientos y salí de mi habitación para caminar rápidamente por el largo pasillo, hasta la puerta de entrada. Justo antes de abrirla, Lily irrumpió el lugar.

 - ¿A dónde piensas salir así? -preguntó, colérica.

 Todo lo que hacía le molestaba. Incluso que tuviera buenas calificaciones en el colegio, que saliera con Louis, que tuviera amigas... mi existencia por completo le estorbaba. Y eso solo lograba que un pedazo de cristal salte dentro de mí.

 - Salgo con Louis... te lo he mencionado, ayer. -expliqué, tranquila pero el miedo me invadió. No iba a dejarme ir.

- No lo creo... No se si es buena idea. -comentó, con desdén.

- Cumplimos mes. -mentí.

 No me gustaban las mentiras. Pero era mi último recurso. Tenía que recuperarlo y adaptarme a su nueva vida me ayudaría. Esperé, expectante, mirándola firmemente. Su vista se suavizó y volvió a subir las escaleras.

 - Como sea.

 Salté internamente, pero ese sentimiento de alegría se esfumó cuando sentí sus nudillos golpear contra mi puerta nuevamente. Él sabía que estaba a solo unos pasos. Pero no sabía que mi interior se revolvía de ansiedad y nerviosismo de verlo otra vez; como cada vez.

- Hola. -saludé, antes de que siquiera pudiera mirarme.

Levantó su vista. Sus preciosos ojos azules encontrándose con los míos, sus facciones dignas de algún dios griego firmes, apreciándome. Su mandíbula pareció salirse de su lugar, sorprendido. Jamás había usado ese tipo de vestimentas, ni siquiera para las anteriores fiestas a las que habíamos asistido juntos.

All Over Again [Harry Styles]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant