Prólogo.

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© Charlie 2012-2014.

Allí estaba; a mitad del primer trimestre escolar, en una nueva ciudad a la que debía adaptar mi vida cotidiana. Me miré en el espejo y deslicé mi falda hacia abajo para que quede casi en mis rodillas, como lo exponía el reglamento -el cual probablemente nadie cumplía- del nuevo instituto al que debía asistir. Acomodé mi sweater, el cual era una talla -quizás dos- más grande que la mía, y subí mis medias lo más que pude. Luego de acomodar mi cabello para que estuviera atado y tirante, volví a mirarme a los ojos en el espejo. Y suspiré involuntariamente, porque no pude evitarlo.

Te advertí que no sería fácil, Kate.

No es que no estuviera acostumbrada a mudarme de ciudad, ya lo había hecho dos veces en mis cortos diecisiete años, solo que esa vez… el cambio de ciudad incluía un cambio personalidad, y a una opuesta a la que toda mi vida había tenido. Despejé mi mente de aquellos pensamientos y, procurando que mi imagen estuviera impecable, bajé las escaleras, dirigiéndome a la cocina para desayunar.

Saludé a mi madre con lo que supuso ser una sonrisa, aunque creía que nunca había sido tan falsa con ella. En realidad, la falsedad se había vuelto un hábito en nuestra relación, y no me quejaba, pues yo no tenía la culpa de ello. Ella me saludó, con su ceño fruncido, extrañada probablemente por mi vestimenta y mi peinado, además de los anteojos que estaba usando. Le restó importancia, como toda su vida hizo a lo referido a mí persona, y se fue de la casa a su trabajo, suponía. Rodeé los ojos ante la actitud de mi madre; no podía soportarla, ni a ella ni a su maldita falta de preocupación y ocupación.

Terminé de desayunar y agarré una pequeña mochila, sosteniendo con un brazo los libros que no entraron en ella. Cerré la puerta de mi casa, y caminé hasta el nuevo instituto que quedaba a unas diez calles de mi hogar. Podía ver adolescentes con mi mismo uniforme caminando por todos lados en el campus delantero que tenía la instalación, y por un momento me recordó a mi anterior instituto.

Ya basta, Katelyn. Vive el presente.

 Olvídate de tus amigos, olvida a Zayn y olvida todo lo que sucedió en esos malditos años.

Y, otra vez, él llegaba a mis pensamientos. Me golpeé mentalmente; que lo nombraran, o simplemente recordar su sonrisa junto con todos los momentos que habíamos pasado juntos era como una cachetada bien dolorosa y merecida. Mis recuerdos se vieron interrumpidos por el timbre que daba inicio a la jornada escolar. Entré rápidamente a la infraestructura, caminando rápido, aferrada a mis libros, intentando mostrar inseguridad.

Fui hasta lo que suponía ser una secretaría para pedir mis horarios y el número junto con la combinación de mi casillero. La amable y colorada señora de no más de cuarenta años y con aspecto maternal, me entregó todo lo que necesitaba, seguido de una sonrisa reconfortante. Era el gesto de cariño que una persona nueva en un instituto necesitaba como aliento. Fui hasta mi casillero, dejé todos los libros y observé el pequeño papel con mis horarios.

Matemáticas. Genial.

Y qué mejor forma de empezar un día siendo nueva que una dinámica clase de matemáticas.

No.

Las detestaba. No las entendía. Eran aún más problemáticas que mi madre y yo juntas. Pero sabía que debía esforzarme y tener calificaciones altas, como ya había hecho muchos años atrás. De esa forma, las personas de mi clase solo se interesarían en hablarme para pedirme tareas y trabajos, y no formaría ningún vínculo afectivo/físico con personas del sexo opuesto, además de quedar como una buena chica y amable.

Pretendía encontrar un grupo de buenas amigas que me apoyaran, que me lleven por un buen camino; quizás nunca revelarles mi pasado oscuro y, con el tiempo, encontrar a alguien que valga la pena con quien compartir una relación seria y duradera.

Si.

Mi plan era realmente bueno.

All Over Again [Harry Styles]Where stories live. Discover now