Estaremos juntos, pase lo que pase.

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Cuando me desperté, Hugo aún permanecía a mi lado durmiendo profundamente. Me acurruqué en su cuello e inhalé su aroma, canela y tierra mojada. Podría acostumbrarme muy fácilmente a aquello. Movió la cabeza hacia mí, acurrucándome más a él. Escuché a mi madre fuera de la habitación e intentó abrir la puerta, pero, a pesar de que todo mi cuerpo se puso en alerta, recordé que durante la noche había echado el cerrojo.

Mamá me susurró desde el otro lado de la puerta.

-Poe, ¿estás despierta?- me preguntó.

-Sí,- dije yo intentado parecer lo más dormida posible.

-¿Por qué tienes el cerrojo echado?- me dijo.

-Es que anoche tenía calor y dormí en ropa interior, ¿te abro?,- le pregunté, deseando con todas mis fuerzas que dijera que no.

-No, sigue durmiendo, me voy a trabajar,- me dijo después de pensarse un poco la respuesta.

Al rato les sentí salir por la puerta y me tranquilicé, pero por poco tiempo.

Hugo y yo estábamos durmiendo en la misma cama, sin nadie en casa.

Metí la cabeza debajo de la almohada y me obligué a no pensar demasiado.

Me quedé mirando a Hugo intentando centrarme en detalles como algún lunar que no había visto antes.

Tenía la piel de un tono blanco muy bonito, no era tan blanco como yo, pero casi. Me pregunté si sería porque era un fantasma o antes de todo esto ya era así.

Antes de todo esto... ¿Cómo sería su vida antes de todo esto? Si algo le arrastró a matar a alguien, no creo que fuera muy buena. ¿Con qué edad moriría? ¿Había rejuvenecido al convertirse en un fantasma? ¿Sería inmortal?

Me fije en cada parte de su cara. Su nariz recta, los labios carnosos, pero no demasiado, los ojos rasgados, el pelo revuelto. Su expresión era tranquila, de vez en cuando, hacía algunos gestos, supuse que estaría soñando algo.

¿Sería conmigo? Yo había soñado muchas veces con él. De hecho, hubiera pensado que lo de anoche había sido también un sueño si no fuera por su repentina aparición y por cómo había aparecido.

Recordé que me contó que hace tiempo había habido una chica, una persona en la que había confiado con los ojos cerrados, y por su forma de hablar de ella, la había querido mucho.

No pude evitar sentir una punzada de celos, odiaba los celos, pero no podía evitarlo. Parecía diferente cuando hablaba de ella. Parecía especial y parecía muy triste por hablar en pasado de ella. Aunque fuese una simple amiga, me dolía. Yo quería estar ahí para él de esa forma, quería que confiara en mí, que se desahogara, que se apoyara en mí. Y era consciente de que eso no podía conseguirlo de un día para otro. Pero me esforzaría, porque no quería perderle. Sentía que había estado buscándole toda mi vida. Era una sensación extraña.

Hizo un gesto y abrió un ojo perezosamente, sus ojos negros se enfocaron en mí y arrugó al entrecejo.

-Buenos días,- le dije.

Él se desperezó, sacándome unas cuantas cabezas y se acurrucó a mí.

-¿Por qué estoy aquí y por qué estaba dormido?- me preguntó extrañado.

-De eso exactamente quería hablarte,- le dije.

Él abrió los dos ojos para mirarme al veme tan seria.

-¿De verdad no te acuerdas de nada?- le pregunté.

Fue él quien me "despertó" y me trajo de vuelta el otro lado, así que debería recordar por qué vino, ¿no? Además, ¿Recordaría todo lo que me dijo?

Mi amigo imaginario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora