El don.

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Salí hacia afuera consciente de lo blanca que estaba. 
Vi a los chicos en la mesa acompañados de un nuevo amigo. 

-mira aquí viene,- dijo Raúl,  señalándome con la cabeza. 

A su lado había una chica que guardaba bastante parecido con él y supuse que era su hermana.

-hola,- me dijo la chicha,- ¿así que viste ayer a Víctor? 

Esta era mi oportunidad, pensé.

-no, en realidad fue el Viernes, mientras iba con Cele por la calle.- la indiqué, intentando sonreír. Aunque no sé realmente si sería creíble aquella sonrisa.

-tú eres de las mías,- dijo Rafa.- yo también digo que algo me pasó hace unos días y fue hace unas semanas o meses. 

Raúl comenzó a reírse. 

-bonita pareja,- dijo Raúl.

Como no, a Rafa le pasaba lo mismo que a mí. Esto empezaba a resultar algo extraño. 

-¿Cómo está Cele?- dijo Raúl. 

-no se encuentra muy bien.- dije yo.

-no tenía muy buena cara, la verdad. Espero que no se la estropeé mañana la excursión,- dijo Raúl. 

-¿Qué excursión?- dije yo.

-ninguna,- dijo Cele detrás mía.- Poe y yo nos vamos chicos.

-vale,- dijo Raúl sonriéndola.

Ambos se despidieron, se susurraron algo y se dieron un beso. Cele y yo salimos hacia el autobús. 

-¿Qué excursión?- dije yo.

-ninguna, porque no pienso dejarte sola,- me espetó. 

-pues que pena, porque no pienso verte en lo que queda de semana si no vas.

-mis padres la han pagado,- dijo ella con pena,- era una sorpresa, porque íbamos a ir las dos juntas.

-¿íbamos? No recuerdo haber hablado de ninguna excursión,- dije yo.

-pero tú madre y yo sí,- dijo Cele.

-no me devolverán el dinero,- dijo, angustiada.

-vas a ir a esa excursión,- la afirmé, con autoridad. 

-si me prometes que no vas a salir de casa y vas a estar toda la semana acompañada. 

-¿Qué?- dije yo, sorprendida,- pues... no lo sé. 

Me miró con tanta pena que no me quedó otra que asentir.
Asintiendo también a que estaba loca y a que necesitaba estar vigilada.
Esto es, simplemente, genial, pensé.

-y has hablado con mi madre también,- la dije.

-sí,- dijo. 

Todo esto me empezó a resultar muy incómodo. Había una sensación en mí que cambiaría por otra.

La ansiedad por demostrar que no estaba loca crecía dentro de mí. Crecía peligrosamente. 

-¿ves? Lo haces constantemente.- me dijo ella.

-¿Qué? ¿Estar en mi mundo? Eso lo hago desde que nací y nunca os ha parecido que estuviera loca,- me defendí. 

Pero no quería discutir con ella.

-¿cuánto tiempo te vas?- la pregunté.

- hasta el viernes,- me indicó, apenada.

-adiós,- la dije , abrazándola.

Mi amigo imaginario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora