Quédate.

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Me desperté sobresaltada por algún sueño que ya había olvidado.
Mi mano llevaba directamente a sus dedos entrelazados.
Me quedé mirándolos y le apreté la mano para que se despertara.
Surgió efecto.

Hugo abrió los ojos despacito.

-agua,- le pedí.

Él sonrió con nostalgia y se levantó del sillón para ir a por agua. Sonrió con nostalgia y una serie de recuerdos borrados vinieron a mi mente. Pero pronto desaparecieron llevándose con ellos cualquier imagen que me habían traído.
Me quedaron la sensación de que aquello ya lo había vivido.

Cuando entró con el vaso de agua yo ya estaba incorporada en la cama. Él se sentó a mi lado para darme el vaso de agua.

-¿y mis padres?- le pregunté.

--dormidos, les han echado tranquilizante en la cena,- me respondió frotándose los ojos.

-¿puedo hacer mis preguntas ahora?- casi le supliqué, eliminando el sentimiento de culpa por no dejarle dormir. Si no lo hacia ahora, quizá ya no tendría otra oportunidad.

Últimamente tenía ese sentimiento todo el rato: quizá mañana no haya una oportunidad.

Una punzada me atravesó el pecho. En seguida reconocí que era miedo, no paraba de tener la sensación de que se iba a ir.

-puedes dormir,- me dijo.

Nos quedamos mirándonos unos segundos. Al final, apartó la vista y asintió con la cabeza.

Me quedé pensando.

-si una pregunta es del trabajo pero también de tu vida personal, ¿me responderás?- pregunté.

-no-, me dijo.

Quizá si hubiera hecho la pregunta me la hubiera respondido.

-ya lo había pensado yo antes y créeme no hubiera respondido,- dijo averiguando lo que había pensado hace unos segundos.

Suspiré, decidiéndome por una pregunta, aunque, con el sueño anterior la tenía muy clara.

Rezé para que la respuesta fuera la esperada.

-vas a irte ¿verdad?- le dije con una voz aún más baja de la que era la mía de por sí.

Agaché la cabeza suponiendo que no iba a responder.

-esa pregunta tiene que ver con el trabajo,- dijo con voz baja también.

Agaché la cabeza por el dolor que vi detrás de sus ojos. Yo ya sabía la respuesta y no sabía el motivo de que me doliera tanto. De que le doliera a él.

-me lo prometiste,- dije en un susurro.

Ni siquiera estaba segura de que me hubiera escuchado.

-te prometí que respondería las que tuvieran que ver sólo con mi vida personal,- me repitió.

-no,- dije aún más bajo,- me prometiste que nunca te irías.

Notaba su mirada sobre mí con intensidad. Yo seguía con la cabeza agachada.

Entonces recordé que eso había sido un sueño y de pronto me sentí muy confusa. ¿como había podido confundir un sueño con un recuerdo?

-¿que...? ¿que has dicho?- preguntó con voz temblorosa.

Fruncí el entrecejo aún más confusa y le miré.
Su expresión era normal pero ya había escuchado su voz. Algo pasaba.

-lo lo siento, estoy confundida,- me expliqué tartamudeando.

Se quedó pensativo.
Da igual lo cansada que estuviera no podía perder el tiempo.

-¿tienes familia?- le pregunté sacándole de su letargo.

-no,- me dijo, firme.

Yo le miré extrañada.

Me quedaban dos preguntas.
Tenía la cabeza atontada pero ya me había dicho antes que no perdería el tiempo con preguntas como la edad así que sólo tenía que pensar en otra pregunta, descartando esas.

Fui a preguntar algo pero entonces me cortó.

-puedes dejar una pregunta para otro día.- me dijo, asintiendo con la cabeza.

-dime que periodo de tiempo real tengo,- le dije.

Con tiempo real intentaba quedar claro el tiempo que iba a estar conmigo. Era una promesa tenía que cumplirla. O eso quería creer.

-un mes y medio- me dijo, se quedó pensativo,- quizá menos.

Todo a mi alrededor comenzó a dar vueltas. Puede que en menos de un mes y medio no volviera a verle. Las náuseas me atacaron. Apenas podía abrir los ojos o evitar las lágrimas.

Una pregunta. Me quedaba una pregunta hoy y yo apenas podía recordar el nombre de mis padres. Un intenso dolor me cruzó.
No sé cual era peor, el dolor que su pérdida me causaba.
O el dolor físico que me atormentaba.
¿por qué pensaba en pérdida cuando pensaba que él se iría?

Una pregunta. El tiempo se acaba. El frío empezaba a recorrer mi cuerpo. Volvería a desmayarme en cuestión de segundos.
Debía descansar.

Pero la pregunta ya estaba formada en lo más hondo de mi ser. Sólo quedaba pronunciarla.
Era lo que más deseaba y que estaba a mi alcance, ahora.

-Hugo...- le dije, temblorosa.- Hugo, ¿me abrazas? ¿te quedas conmigo esta noche?

Mi voz comenzó a ser temblorosa y las lágrimas comenzaron a amenazar con salir.

-por favor...- le dije sin atreverme a mirarle.

Él sonrió. Aunque pude escuchar la tristeza en su risa. La sorpresa. La alegría. La dulzura.

Se sentó a mi lado y me cogió sin vacilar si quiera. Me puso encima de su piernas y me sostuvo con sus brazos.
Era una posición íntima que no le pude impedir. Ni quise.
Comenzó a acariciarme los brazos y me apretó contra él hasta que me dormí.
Sólo me despertaba a ratos cuando sentía sus labios contra mi frente. O cuando me achuchaba demasiado fuerte.
O cuando soñaba que se iba y me aferraba a él con fuerza.

Mi amigo imaginario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora