Un solo sobre.

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Apenas hice caso en todo el día a las clases. Intenté atender varias veces, pero al cabo de los pocos minutos las voces se difuminaban y mis pensamientos aumentaban de volumen.
No podía dejar de pensar en las preguntas que les haría a Hugo y a Lena. Tenía que elegirlas bien y tener cuidado hasta dónde llegaba. Si me pasaba del límite podría hacer que retrocedieran o que se negaran a responderme a ciertas cosas.

Después de clase Cele se despidió de mí y se fue corriendo a su autobús, que era demasiado puntual y se iba demasiado pronto.

Yo iba hacia mi autobús, entonces un escalofrío me recorrió cuando alguien me agarró del brazo. Me giré para ver quién era, aunque por la reacción que había tenido mi cuerpo ya lo sabía.

-vamos en mi coche,- me dijo Hugo.

Llevaba un conjunto bastante formal, supongo que sería por el hecho de ir a la notaría.
Llevaba unos pitillos negros, una camisa gris y una americana. Los zapatos de vestir eran de un color negro mate.

Aparté la vista intentando no embobarme. Aunque mi rubor seguramente me había delatado, como otras veces.

Él me miraba fijamente. Me atreví a mirarle tan sólo un instante.
Sus ojos negros me mostraron por unos segundo un dolor lejano, latente y yo no pude dejar de mirarlos.
Era una oscuridad que se extendía más allá de lo que yo pudiera entender.
Eran preciosos.

Sonrió y se dio la vuelta, cogiéndome de la mano.
El calor me inundó.
Y sólo me había dado la mano.

Me abrió la puerta del coche y yo entré, dándole las gracias por el gesto.
Me di cuenta de que Lena no estaba.

-¿está bien Lena?- pregunté.

-sí,- me contestó.

Suspiré. Mi estómago no paraba de molestarme.
Entre el hambre y los nervios acabaría poniéndome mala.
Sólo había un remedio: tener coraje y establecer cierta confianza con él. Al menos hasta el punto de poder hablar sin trabarme.

-¿vives aquí? - pregunté, sin saber muy bien por dónde empezar.

Me miró como si le hubiera preguntado la cosa más rara del mundo.

-¿por qué te interesa dónde vivo? ¿tienes algún interés en ir a mi casa?- me preguntó, haciéndose el sorprendido.

Yo puse los ojos en blanco.

-simplemente intento acostumbrarme a hablar contigo sin que parezca tartamuda cada vez que lo hago,- le dije, algo frustrada.

-así que, ¿te pongo nerviosa?- me preguntó, sonriendo con malicia.

-no eres el único,- le dije, con intenciones.

Él me miró haciéndose el dolido. Yo suspiré frustrada.

Fue a decir algo pero le corté.

-¿sabes qué? La próxima vez que quieras hablar conmigo de algo tendrás que empezar por una conversación que no sea interesada, es decir, tendrás que empezar con una conversación en la que no haya intenciones de sacarme ninguna información que te sirva para el trabajo. Si quieres que te conteste a algo.

Me miró y sonrió.

-¿tienes hambre eh?- me dijo, intentando contener la risa.

Yo me reí pero estaba a la vez cabreada.
Suspiré.

-está bien,- me dijo,- pero entonces tampoco podremos hablar de las cosas que impliquen a mi trabajo que a ti te interesen.

Debería renunciar a las preguntas que tenía pensado a hacerle, básicamente.
No tuve que pensarlo mucho, aunque hice como si lo pensara más tiempo. Aún no sabía sus intenciones.

-hecho,- le dije.

Aparcó enfrente de un restaurante italiano y ambos nos bajamos a comer.

Renunciaría a unas preguntas pero estaba logrando que me respondiera a otras.

De pronto vi que el notario nos estaba esperando delante del restaurante. Entró y nosotros dos detrás.
Hugo me abrió la puerta para que yo entrara.

Un miedo extraño me recorrió.

-prométeme que me contestarás hoy a esas preguntas,- le dije.

Me miró y sonrió, casi con ternura.

-te aseguro que en el postre estaremos tú y yo solos,- me dijo.

Le miré. Me puse roja. Estaba claro que no lo había planeado en unos segundos.

El restaurante no era muy lujoso pero tampoco barato.

Pedimos los tres pasta para comer. Seguramente después pediría una pizza para llevarme a casa.

Los dos chicos hablaban de negocios y tecnologías y de vez en cuando yo intervenía en la conversación, aunque estaba más atenta a los papeles que me había puesto delante el notario.

-disculpadme, ahora vuelvo,- dijo mientras se levantaba.

-puedes firmarlo con tranquilidad, ya me he encargado de mirarlo,- me dijo Hugo.

Me miró como poniendo a prueba mi confianza. Después apartó la vista al darse cuenta.

Lo firmé. De todas formas no había leído nada fuera de lugar.

-bien,- dijo el notario sentándose,- toma.

Me entregó un pequeño sobre.

-el resto debes ir a por ello a la notaria dentro de un tiempo, cuando está establecido en el contrato. Por ahora sólo puedo darte eso,- me dijo.

-ahora te lo explico,- me susurró Hugo.

El notario nos dejó y yo me puse tensa.
Me dispuse a abrir el sobre.

Hugo me dio un beso en la cabeza que no esperaba.

-tranquila,- me dijo levantándose, dejándome a solas.

Abrí el sobre y encontré una carta y varios papeles. Entre ellos había un dibujo.

Era un dibujo hecho por mí sin duda. Y era realmente extraño.

Había dos personas y un perro.

Encima de una se leía: yo.

Encima de la otra se leía el nombre de una persona.
La simple mención de su nombre hizo que todo a mi alrededor me diera vueltas.

Mi amigo imaginario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora