Mis amigos muertos-imaginarios.

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No sé cuánto tiempo había pasado.
Me desperté con muchísimo sueño, estaba acostada en una cama rodeada de mantas y cojines blanditos. O quizá no era tan cómodo pero a mí me parecía el cielo.
A la vez, notaba cientos de agujas clavarse por mi cuerpo, y las articulaciones me dolían.
Me quedé dormida.

Me despertó el sonido de una puerta. Había una sombra oscura delante de ella pero no sentí miedo.
Quizás estuviera demasiado magullada.

-no hables,- me susurró una voz femenina,- tus padres están abajo.

Yo conocía aquella voz, era la chica del cochen

Miré, por encima, a mi alrededor. Estaba en mi cama. Nunca me había parecido tan cómoda.
La chica se acercó a mí y me quitó las mantas suavemente y se sentó en la cama.

-dame el codo,- me dijo.

Yo obedecí. Me untó una especie de masa viscosa, parecida a crema, en el brazo. El dolor desapareció un poco más, y las heridas no me tiraban cuando doblaba el brazo.

-¿Cómo has entrado?- le pregunté.

-tienes ventanas muy accesibles por toda tu casa,- me contestó.

-¿te has colado?- le dije, sorprendida.

Pero no me contestó. Estaba demasiado ocupada encargándose del resto de mis heridas.
Me pasó un vaso de agua y una pastilla.

-¿esto qué es?- le pregunté.

-para la posible fiebre que te dará,- me explicó.

-¿y esta crema qué es?- pregunté.

-es una especie de crema que hace las postillas flexibles, para que no te tiren al doblar las articulaciones. Y aceleran la curación.

-¿estás aquí para agradecerme la idea que te di? ¿o te ha vuelto a mandar él?- no me contestó, pero yo seguí con las preguntas- ¿no sabe venir por él mismo?

La chica se puso tensa, luego sonrió, o eso me pareció, todo estaba muy oscuro.
Se llevó las cosas y salió por la puerta, como si abajo no hubiera personas que no sabían que estaba ahí.
Por el rabillo de mi ojo izquierdo vi una sombra. Una sombra que había estado ahí todo el tiempo.

Estaba sentado en una silla y su pecho subía y bajaba con tranquilidad.

Sus ojos eran más oscuros que la propia oscuridad.

Me estaba mirando fijamente, amenazador. Lo sabía, a pesar de la tranquilidad que pretendía aparentar.
Su mirada seguía clavada en mí.

-al menos sé que sí sabes venir,- le dije, irónica.

En realidad, ni siquiera sé proque estaba molesta con él.
Luego me acordé de que sabía cosas que necesitaba saber y no me las decía.

-¿vas a decirme algo?- le dije.

Se quedó pensativo, supongo que intentando buscar las palabras y como decirlo.
Suspiré, crucé los brazos y me acurruqué entre las mantas.

-gracias por salvarme,- le dije.

-la próxima vez no lo haré, te lo aseguro,- me dijo, molesto.

-si no querías salvarme no lo hubieras hecho, no es mi culpa que esa cosa me persiguiera,- le dije.

Se pasó las manos por el pelo y se echó hacia delante en la silla, apoyando la barbilla en sus manos.
Parecía pensativo.
Se levantó y colocó la silla en su sitio.
Abrió la puerta y me miró.

-te recuperarás pronto,- me dijo, asintiendo.

Casi estuve a punto de pedirle que no se fuera. Pero no lo hice. Y se fue.

Mi amigo imaginario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora