También son personas.

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Al día siguiente decidí bajar un poco antes de lo normal y hablar con mamá. Papá ya se había ido a trabajar.

-buenos días mamá,- la dije mientras me hacía unas tostadas.- ¿has desayunado ya?- la pregunté.

-sí cariño,- me dijo,- pero me siento contigo.

Me unté una tostada de crema de cacao y otra de paté. Pensé en hacerme una tercera de aceite y ajo.

-mamá, ¿que me puedes decir de Leo?- pregunté.

El color de su cara cambió al momento.

-que perdimos la relación,- dijo y sonrió, confundida,- no nos podíamos ver, parece ser.

Eso sonó muy extraño.
Ella se rio al ver mi cara.

-se mudó, papá y yo no podíamos ir tan lejos así que se llevó algunos recuerdos y nosotros nos quedamos con algunos recuerdos suyos,- dijo con nostalgia.

Pronto se dio cuenta de su error.

-¿Cómo el cuadro del comedor?- pregunté.

-sí,- me dijo, sonriendo,- vas a llegar tarde,- dijo señalando el reloj.

Era cierto.

Fui hacia el baño y me lavé los dientes. Cogí la cahqueta, di un beso a mamá y volví.

Había perdido la oportunidad de ver algún recuerdo más. En el tiempo que yo estuviera en el instituto, ella se podría inventar excusas o explicaciones. Pero había más recuerdos y lo sabía, porque se había sentido aliviada cuando la pregunté por el cuadro.

No me hubiera dicho la existencia de ningún recuerdo,  si la hubiera preguntado si tenía alguno aún, pero con esa pregunta ahora sabía que sí había más recuerdos.

Y ya sabía dónde buscar.

La mañana se pasó rápida y recibí un mensaje de Rafa en medio del primer recreo.

Por mentirte. Sigo vivo.
Rafa, hoy a las 10:30.

Al menos me lo confesaba y estaba dispuesto a contarme cosas que los otros no. Quizás era eso lo que le hacía peligroso.

Ya sólo quedaban dos días para ver a Cele.
Intenté enviarla un mensaje pero me dio error y, por un momento, me dio miedo de que ella estuviera en peligro también.

Está en mitad de ningún lado, pensé, está claro que allí no hay cobertura.

Que lógica más aplastante Poe, pensé de nuevo.

Sacudí la cabeza para dejar esas conversaciones que terminaban en discusión y sólo servían para reprocharme las idioteces sin lógica que decía.
Yo, a mí misma.
No me extraña que pensaran que estaba loca.

En el segundo recreo me reuní con los chicos.

-seguramente mañana sea el entierro de Víctor,- dijo Pedro.

-¿la autopsia no tarda más?- dijo Dani.

-al final no la van a hacer,- dijo Raúl, que había pasado a vernos en ese recreo,- está claro lo que pasó, se estrelló con el coche, cayó del puente y se ahogó.

-o se suicidó,- dijo Pedro.

-pff tio,- dijo el otro chico,- eres idiota.

Los tres me miraron a mí pero yo estaba pensando.

-¿estás bien?- me dijo Raúl, dándome un pequeño golpe en el brazo.

-sí,- le dije, sonriendo,- como vosotros,- dije encogiéndome de hombros.

-tú eres más sensible con los profesores, los ves como personas también,- me dijo,- yo no empecé a ver como a una persona a Evans hasta que pasó todo esto. Parecía sólo... una profesora. Sólo una profesora.

-a todos nos ha pasado,- dijo Dani, y me miró,- bueno, a casi todos.

-sea como sea es una sensación extraña,- dijo Raúl.

Todo dijimos que sí con la cabeza.

Volvimos a clase cuando tocó el timbre y Raúl se fue del instituto.

No pasa nada, seguro que hay una explicación.

Le contesté a Rafa.

Quizás es demasiado tarde, pero lo intentaré. Te he puesto en peligro y no me lo perdonaré nunca.
Rafa, hoy a las 13:03.

Me sentía mal por él. Rafa realmente no parecía querer hacerme daño. Ni siquiera parecía querer realmente ser algo más que amigo, parecía obligado, tenso todo el tiempo. Preocupado, asustado.

Está bien, tranquilo.

Le contesté, no sabía bien que ponerle. Porque no sabía en que contexto se había dado toda esta situación, ni siquiera la mitad.

No te fíes de nadie.
Rafa, hoy a las 13:12.

Y eso haría, sólo me fiaría de mí. Y, por tanto, de quién mi instinto se fiara.

Al salir de clase fui directa a casa y me puse a buscar entre los baúles que había en el doblado, cuando mis padres se durmieron, fui directa a por algún álbum de fotos que no conocía.

Algún álbum que estuviera allí escondido, porque lógicamente lo que buscaba, no iba a estar entre los álbumes de la estantería del comedor.

Busqué todo. Dibujos míos de cuando era pequeña, fotos escondidas, algo.
Lo único que encontré fue un lazo rojo que me resultaba muy familiar.
Algo se me estaba escapando.
Me recordaba con ese lazo.

Seguí buscando y encontré varios vestidos. Todos estaban guardados allí porque estaban rotos. Uno estaba roto en las rodillas y lleno de algo que me pareció barro y césped. Otros dos estaban enganchados en la manga y rotos. Encontré otro más en el mismo estado que este último.
Algunos libros.

Parecía que estaba perdiendo la cabeza o empezando a obsesionarme y no sé si sería capaz de hacer lo que tenía en mente. Empecé a buscar huecos en las paredes y el suelo. Y lo encontré. 

¿y si al romper la pared o el suelo provoco algo peor en las estructura de la casa?  Pensé.

De todos modos, fui a por un martillo. Luego lo solté. No podía hacerlo. Ahora estaban mis padres en casa y lo escucharían. Tendría que esperar.

Mi amigo imaginario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora