Ojos negros.

1.3K 79 1
                                    

El Lunes volvimos al instituto. A pesar de haber pasado casi una semana desde aquello, se seguía respirando un aire tenso y triste. La parte de triste era normal. Pero la tensión no. En las clases, los profesores se sobresaltaban ante cualquier mínimo ruido. Cada vez que alguien abría la puerta miraban sorprendidos y asustados hacia la puerta como si el mismísimo diablo fuera a entrar por ella.

Algo había pasado.

El resto fue normal y tranquilo.

Pedro y Raúl se acercaron a nosotros para ver si ese día teníamos ganas de ir a la cita. Cele me miró y luego contestó que sí. Yo apenas estaba pendiente de lo que decían. Estaba mirando a la puerta que comunicaba con el patio que daba al exterior, esperando, inconscientemente, que algo pasara. Era algo que me pasaba a veces.

-Poe,- me distrajo la voz de Pedro,- después de la cita, ya verás que cambia tu opinión sobre mí. -me dijo, y al ver que no contestaba, añadió- ¿Qué opinas?

-que, como tú acabas de decir, ya se verá DESPUÉS de la cita,- le contesté.

-claro,- dijo algo nervioso.

Supongo que no estaría muy acostumbrado a que le dieran largas por tanto tiempo. Raúl le agarró el brazo y, tirando de él, se fueron.

Yo volví a mirar hacia la puerta.

-Poe,- me llamó la atención Cele,- vamos a comprar,- hoy hay perritos.

Se empezó a reír.

-se te hace la boca agua eh.

-pues la verdad es que sí,- la dije yo.

Fuimos a cafetería y compramos algo para comer. Yo intenté resistirme a comprarme dos perritos y compré solo uno. Ese día iba a comer a casa de Cele para ayudarla a elegir la ropa; que se basaba en que ella decidía la ropa que se iba a poner y yo solo tenía que asentir para que se convenciera de que tenía que ponerse eso.

Yo siempre la decía que era ella quien se la iba a poner y que debía ser ella quien eligiera su ropa, porque es solo a ella a quien la tenía que gustar. Pero Cele no era como yo, a ella le importaba la opinión de los demás.

La madre de Cele me llenó el plato, más de lo normal. Por eso había pedido un solo perrito. Con el hambre que tenía el plato me pareció incluso chico. A la hora y media volvía a tener hambre. Y, por ahora, tenía la suerte de comer y no engordar, cosa que no era buena idea comentar delante de chicas. Por razones obvias.

Cele eligió una falda que se ajustaba a su cintura y una camiseta que le sentaba fenomenal. Se maquilló un poco, y, al cabo de un rato, le dio el bajón, se sentó en la cama, y se comenzó  frustrar.

-¿Qué pasa?- la pregunté.

-nada,- me contestó, seca.

Conocía perfectamente a Cele. Era mi amiga desde que tenía memoria, e incluso antes. Más que mi amiga, era mi hermana. Y yo realmente la quería como una hermana. Como una hermana un poco cabezota, insegura y enfadona. 

-¿aun sigues probando suerte intentando mentirme?

Soltó un suspiro.

-las dos sabemos que me ponga lo que me ponga... se van a fijar en ti.

Eso me molestó. No era la primera vez que me pasaba ni sería la última. Encima lo decían como si yo fuera la culpable de algo, como si yo provocara a esos chicos. Y yo lo único que hacía era ignorarlos. De pequeña se metían conmigo por ser fea, y ahora me odiaban por parecerles guapa.

-pues yo me fijaría antes en Álvaro que en Pedro, aunque sea más "guapo".- me defendí.

-pero tú eres tú, Poe. La gente no es como tú. Se fijan en un buen cuerpo y una cara bonita y les da igual que esa persona les trate fatal con tal de tener alguien digno de admirar a su lado.- me dijo, enfadada.

Mi amigo imaginario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora