Capítulo 1

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Él está ahí, de nuevo. Mirando la ciudad desde el balcón, conozco esa cara y sé que está preocupado. Lo noto por la distancia que ha tomado conmigo en estos últimos días, también sé que le está costando mucho dormir por las noches, que está de mal humor... Sé todo lo que le sucede.
Dejo mi celular sobre la mesada y camino lentamente hacia él. Me detengo unos segundos y después lo abrazo por detrás. Él da un leve brinco, lo tomo por sorpresa, pero no me aparta.
Max me mueve hasta su pecho y me rodea con sus brazos, ahora estoy en mi lugar, en donde siempre quiero estar.
Beso su pecho desnudo, él besa mi frente, cierro los ojos y me quedo así por varios segundos. Este es el primer abrazo que me da en los últimos dos días, y admito que ahora estoy aliviada.
Tengo su camiseta puesta, él acaricia mi espalda y suspira, sigue con la mirada perdida en algún lugar, pero siento que este sigue siendo mi Max gruñón y temperamental.
-Lo resolveremos, Max -aseguro con la voz suave. Acaricio su espalda y por fin me mira. Esos ojos azules están llenos de preocupación.
-No quiero que pienses en eso. Yo lo resolveré.
Niego levemente con la cabeza y lo beso en los labios por unos cuantos segundos.
-Somos un equipo, y estoy segura que todo saldrá bien.
Ahora por fin lo veo sonreír levemente, no me conformo con eso del todo, pero es algo, un gran avance.
-Te dije que lo resolvería, conseguiré ese dinero y se acabarán los problemas, Kya.
-Pero sabes que puedo... -intervengo rápidamente, pero él no me deja terminar.
-Lo único que quiero es que sigas concentrada en la Universidad. Me lo prometiste, ¿lo recuerdas?
Trago el nudo que tengo en mi garganta y asiento levemente.
Tuvimos suficiente por hoy, la cena fue incómoda, y quiero tener un momento normal con él, uno de esos momentos que tanto amo.
-¿Vemos una película? -indago mientras que acaricio su cabello. Él sólo asiente, me besa una vez más y después vamos hasta nuestra habitación.

Pongo la primer película que aparece, Max apaga las luces y me acurruca contra su pecho.
Oír los latidos de su corazón me relaja, el calor de su piel hace que no quiera nada más para abrigarme y sus brazos alrededor de mi cuerpo me hacen estar en el cielo.
Max suspira otra vez, está pensando en el gimnasio y sus problemas y no mira la película, tengo que distraerlo con alguna cosa.
-¿Iremos a la boda de Mike? -pregunto en un susurro. Otro largo suspiro.
-No, te dije que no. Sería una locura ir.
Pongo los ojos en blanco porque sé que está celoso, después lo miro.
-Trabajo con él, la novia es mi secretaria, no es una locura.
Max suspira de nuevo y pierde su mirada en la televisión-. Vamos Max... No seas gruñón. Si me dices que no voy a pensar que estás celoso de Mike... -suplico con la mejor cara de niña que puedo poner, y chillo por dentro cuando el sonríe.
Lo cierto es que muero por ir a una boda con él. Necesito darle ese empujoncito para que se atreva a decírmelo...
-No estoy celoso de ese imbécil.
Me río levemente y lo beso.
Es mi Max otra vez.
-Todo saldrá bien.
Max vive estresado, ese gimnasio está acabando con él. Creció mucho en los últimos dos años, de una manera grandiosa, y aún así, con todo el dinero que gana, no es suficiente para cubrir con todo y vivir cómodamente.
Él está obsesionado con seguir creciendo. Tiene seis empleados, me tiene a mi, pero no damos abasto con todo, y a veces siento que lo estoy perdiendo.
-Todo saldrá bien -digo una vez más.
-Eso espero.
Acaricio su mejilla y sonrío levemente.
-Te amo.
-Yo también...


Mi celular suena y Max hace una gran mueca de molestia. Me gusta verlo así de enojado cuando hago sonar esa canción para despertar. Tomo el aparato, lo apago de inmediato y corro al baño. 
Son las siete, tenemos mucho que hacer el día de hoy, yo tengo mucho que hacer y sé que tendré una gran y larga discusión con ese gruñón por el asunto del gimnasio que tanto lo está alejando mi. Tengo tantas cosas que decirle… tengo tanto que quiero que él sepa, pero no lo digo por miedo a que su reacción empeore.
Ha estado tenso todo este último mes, tiene una maldita deuda, en la que no me deja ayudar, porque si lo hiciera no estaríamos en todo este estúpido problema. Siempre se lo dije, somos un equipo, trabajamos juntos y sus problemas son también los míos, pero él no parece entenderlo, no quiere entenderlo, no lo sé, pero es desesperante.
Ya no hay abrazos cariñosos, ni besos apasionados ni esas tontas bromas que empezó a hacerme hace un tiempo y que tanto me hacen enojar. Siento que estoy perdiendo a ese Max que me costó encontrar, y estoy desesperada por recuperarlo.
¿Cómo decirle que me siento sola? ¿Cómo decirle que muero por que me abrace todo el tiempo, por que me bese? Quiero sentirme como una princesa en sus brazos y últimamente, no siento nada. Él solo está ahí, pero yo sigo completamente sola, buscando mil y una maneras de resolver un problema del cual no soy culpable. Tengo la solución, tengo ese dinero, pero él solo me ignora por completo. Es muy orgulloso y temo que ese orgullo acabe con nosotros. Le tengo terror a eso. 
Salgo de la ducha, me envuelto en la toalla color crema y me miro al espejo. Todo está bien, todo tiene que salir bien, trato de decirme a mi misma que no estoy desesperada por todo lo que sucedió en este último tiempo, trato de darme fuerzas para poder soportar todo esto en silencio. Sé que encontraré la manera de solucionarlo y lo intentaré esta tarde otra vez.
-Buen día –digo con una falsa sonrisa cuando lo veo entrar al cuarto de baño. Él se acerca a mí con esa típica cara de todas las mañanas, me besa castamente en los labios y después acaricia mi pelo. Admito que eso me hace sonreír, es mínimo, pero lo necesito, lo necesito como nunca antes.
-¿Preparas el desayuno o quieres que yo lo haga? –pregunta a mi lado, tomando su cepillo de dientes y la pasta. Coloco crema corporal en mis manos y brazos y asiento en su dirección.
-Yo lo haré –digo rápidamente, tratando de sonreír.
Hoy… hoy es extraño, me miró más de dos veces y eso se ha vuelto casi escaso en las últimas dos semanas. Muero por su atención, por su sonrisa, por que me mire, muero por todo lo que venga de él. 

Son las ocho, el desayuno está listo, yo me veo bien y espero que él me diga algo. Trato de acomodar todo como le gusta: los cereales en el tazón blanco, la leche a la derecha, las frutas en el plato para que compartamos con el tenedor… Todo lo hago para que él lo note.
Suelto un suspiro, miro mi teléfono y al ver que todavía no hay mensajes de papá, lo dejo de nuevo sobre la mesada. Él viene hacia mí con esa camiseta gris y esos pantalones de algodón negros, se sienta en el banquillo y toma la botella de leche. Yo… yo estoy ahí, sintiéndome invisible de nuevo.
-¿Todo está bien? –pregunto en un murmuro.
Él eleva la mirada, inspecciona mi atuendo para la oficina y regresa su atención a su tazón, soltando un suspiro que me rompe el corazón.
Creo que voy a comenzar a llorar de nuevo.
-Todo está bien, Kya.
-Bien –respondo débilmente.
Muevo mi cabello hacia un lado, me siento en el banquillo delante de él y tomo el tenedor para atrapar alguna que otra fruta del plato. Es incómodo, el silencio nos invade por completo y ahora si tengo los ojos aguados porque esto me resulta una maldita mierda.
-Últimamente estás muy callado…
-No hay mucho que decir –responde sin mirarme.
Mi corazón se rompió de nuevo, hay millones de pedazos por todos lados y ahora estoy enojada y quiero golpearlo por idiota.
Trago la fruta con algo de esfuerzo, bebo un poco de jugo y vuelvo a mirarlo. Me duele ver que es como si yo ni siquiera estuviese aquí.
-Hoy saldré más temprano de la empresa. ¿Almorzamos juntos?
Max me mira una vez más y asiente.
-Aja.
-Perfecto. Esto está cada vez mejor –susurro sin que él pueda escucharme.
Me pongo de pie, tomo mi bolso del sillón, me miro una vez más en el espejo y me trago las lágrimas y el enojo. Nada, no sucede nada. Ni siquiera me mira. Soy completamente invisible, hay un muro muy alto y ancho entre él y yo y todo es por culpa de ese maldito dinero que tengo y que él no quiere aceptar.
¿Será solo eso? ¿O es algo más?

El teléfono no ha dejado de sonar, pero estoy tan ocupada que ignoré las llamadas de Nat por completo.
-¡Tu padre está furioso! -grita ella, entrando a mi oficina con prisa.
Abro los ojos de par en par y regreso a la realidad.
Oh, mierda.
-¿Qué? ¿De qué estás hablando?
-Tenía una reunión en Mayfair hace media hora, le dijiste que irías a ayudarlo, ¡Y sigues aquí!
-¡No puede ser! ¡Lo olvidé!
Me pongo de pie a toda prisa, tomo mis cosas, las coloco en mi bolso y me aseguro de no olvidar ningún papel importante.
-¿Estaba muy enojado? -pregunto mientras que ella me ayuda a colocarme mi chaqueta.
-Mucho.
-Mierda.
Camino por el piso seis recogiendo todas las cosas que deberían estar listas para esa reunión, cuando salí de casa sabía que tenía que hacerlo, pero al llegar lo olvidé por completo. Esto es un desastre.
Y Max y su problema tienen la culpa.
-Llámalo y dile que estoy por llegar.
-Pero...
-Si le dices que aún sigo aquí, será peor.
-Está bien.
-Y no tomes ningún mensaje hasta que yo regrese.
Ella sólo asiente y sigue mi caminata.
-Kya... Sé que estás aterrada y con prisa, y no es el momento, pero... Alex ya confirmó su asistencia, necesito que me digas si irás, y con quién.
Peino mi cabello mientras que espero el ascensor, miro a Nat y asiento sin pensarlo dos veces.
-Claro que iré. Max irá conmigo -aseguro...

KYA 2 - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora