Capítulo 11: Trato

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Con la cabeza gacha y los ojos mirando a algún punto perdido en busca de vida, se encontraba Paulette, la mujer quien por puro gusto, a base de una excusa barata, fue sacrificada con una tortura aterradora, que literalmente le otorgaba unas alas toscas y sangrientas.

En la sala aún se mantenía su gélido cuerpo con los brazos estirados y atados a cada poste, que ayudaba a exhibir cada centímetro de su cuerpo magullado y manoseado cínicamente.

Paulette se había vuelto en una obra de arte para Harry, él veía en ella la belleza más pura y natural gracias a los cinceles toscos que le ayudaron a tallar esa beldad que resultaría efímera.

Se divisaba que en los labios gruesos y resecos de Paulette se pintaban hilillos toscos, espesos de sangre y saliva, estos retrataban una hermosa escena de sufrimiento que, junto a las gotas de dicha obra de arte, resonaban contra el suelo, como aplausos tímidos de un enamorado incentivando a la persona que le cautiva. Su piel se iba poniendo blanquecino con el pasar del tiempo. Se evidenciaba como la muerte le colocaba su túnica con fluidez, vistiéndola con delicadeza para llevarla y tomarla en sus aposentos. Sus manos que alguna vez apretaban la piel de sus palmas, y las rodillas que se mantenían firmes e inquietas, ahora se veían relajadas, como cuando el deprimido se deja ir desde una ventana, con total soltura y paz...

Pero había algo que Leanne no podía dejar de ver: sus ojos. Aquellas canicas castañas, se encontraban matizados por la pura pena, opacos de puro dolor.

Parecía que Paulette la miraba echándole la culpa por lo ocurrido, como si pidiera una explicación a lo sucedido, pero ¿Cómo se podía explicar a un muerto algo que lamentablemente era inevitable?

—¿Te gusta lo que ves? —Interrogó Harry con orgullo—. Creo...Estoy seguro, que es la mejor escultura que he hecho en mi vida. ¿No te parece? —Permaneció a su lado, sonriente y satisfecho por su trabajo, chocando taco del zapato contra el suelo.

No le importó que las lágrimas de su pequeña respondieran, él seguía alabándose de su trabajo de manera enfermiza.

Harry Styles en ese entonces, ya preparado para el sacrificio, había tomado a Melied y abrazándola desde la cintura hasta alcanzar sus manos que sujetaban una cuchilla filosa, incentivó a que le hiciese un corte largo y profundo en toda la espalda a Paulette, parecía un padre que enseña a su hija a disparar de manera dedicada, nada más que la única diferencia eran las líneas que perforaban en ese lienzo carnoso y rojizo que, lamentablemente empezaba a marchitarse.

La cabeza de Paulette se agitaba de manera violeta como la de un caballo salvaje cuando se le sujeta con una cuerda, sus manos intentaban irse hacia las cuchillas, pero las cadenas rechinaban anunciándole que sus deseos se veían interrumpidos por su apresamiento. El grito de ambas, una de dolor y de la otra pidiendo auxilio de manera fortuita, amenizaban el silencioso ambiente.

—Tu corazón late desmesuradamente, parece...asustado, déjame liberarlo.

Esas palabras bastaron para que su mano se levante hasta lo alto, haciendo relucir el filo del hacha y lo impacte contra ese delicado cuerpo.

Una y dos, los golpes acompañados con gritos iban a un compás perturbador. El lugar estratégico fue destrozar las costillas que protegían el corazón; con total fuerza logró abrirlos mostrando los pulmones, que fueron removidos posteriormente hasta dar con el órgano central.

Con cortes torpes logró sacarlo... En la mano de Styles, brillaba por las velas, el corazón de Paulette.

Fue llevado a los pies de la estatuilla de Lucifer y la sangre que goteaba fue recibida en una copa de plata que después fue ingerida por quien la liberó. Compartió un poco con sus compañeros y pintó con la misma sangre una cruz invertida en el pecho de Paulette.

DEMONIC NIGHTMARE // Editando Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora