Capítulo 8: Castigo

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— ¡No lo hagas!­Replicó Dominik levantándose del suelo.

El rechazo ante la decisión de Leanne no se había hecho esperar. Dos hombres estaban firmes ante denegar tal locura, pero una pareja se mantenía esperanzado a una idea egoísta de ser libre. Era lógico querer salir de allí, demasiado, para cualquiera; pero Dominik era un caprichoso y sometido de la lealtad; le importada un demonio tener su libertad a costa del sufrimiento de Leanne.

Para él era fácil acoplarse a la manada de "traidores" con Frederick, no le costaba nada suplicarle a Leanne que se entregara por ellos y él pueda dormir tranquilo bajo el calor de las mantas. No le costaba nada vivir tranquilo a costa de una niña temerosa y sumisa.

Pero era su mejor amigo, él era quien la protegía de verdad, el único que tal vez la quería de verdad.

—Hija, piensa bien lo que dices—Frederick interfirió—. Tu padre se entregaría por ti, no por nosotros. Pero ten en cuenta que Harry ya habría matado a tu padre, y de todos modos seguiría torturándote. No te entregues por nada. ¡No le des corona al chacal! —Exclamó desesperado.

—Si Leanne se entrega, ese maldito loco nos dejaría en paz, ¿No ven que siempre la quiso a ella? —Protestó Paulette—. Todo esto lo hace por ella, supuestamente porque la ama, si la entregamos nos dejaría tranquilos y viviríamos como si nada hubiera pasado...

— ¡Cállate, Paulette! —Interrumpió Dominik— ¿Piensas dejar a Leanne? ¡Joder, estas totalmente loca! ¡Que par de cobardes y egoístas son! ¡Se supone que tú eres su amiga! ¡Y tú, su novio! —Les señalo con la mirada—. ¿En qué clase de personas se han convertido?—Susurró decepcionado.

El silencio se hizo tenso, las miradas furtivas se cruzaban entre cuatro personas, que transmitían diversas emociones.

El miedo era el amo en estas situaciones. La desesperación era el titiritero del grupo manejándolos a su antojo y obligándoles a bailar al ritmo de la desesperación; escuchando la música de la conveniencia.

La oscuridad ayudaba mucho al cobarde a sentirse grande. Se presentía que allí reinaba la profecía de un mal juego de cartas que, como un gobierno corrupto, el único que resultaba afectado era el pueblo. Pero también, ese manto oscuro tenía la capacidad de empequeñecer al más moldeable en sus manos, le hacía sentir pequeño y preso de una fatigosa mirada invisible, que a pesar de rondar los ojos por las paredes del abismo buscando a aquel fisgón mal intencionado, te congelabas al no encontrar a nadie pero aun así seguir escuchando sus susurros.

—Tiene razón—Acotó Leanne—Todo esto es por mi causa, si me entrego a él todo terminaría, todo esto sería como un mal sueño para ustedes, sólo déjenme intentarlo, sé que funcionará—. La desesperación en su voz era notoria.

Si cualquiera viera lo nerviosa que se encontraba, la confundirían con un terremoto ante la manifestación temblorosa que realizaba su cuerpo.

Todo en ella era como ese juego de mesa en donde se quitan piezas y que en un futuro con una mala jugada toda la tensión puesta en ella se derrumbaría estruendosamente, en este caso no habrían risas ni frustraciones momentáneas, todo se reemplazaría con amarguras y muertes mal intencionadas.


Mientras se sumergían una discusión interminable acerca de la decisión de Leanne; había un equipo escuchando a Styles, que como un célebre maestre exponía sus intenciones con los amigos de Leanne. Las risas y los buenos ojos que ponían con cada idea oscura de Harry, mantenían inquietos y deseosos a los secuaces del Demonio.

DEMONIC NIGHTMARE // Editando Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora