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Advertencia: Los personajes de Candy Candy son propiedad de Misuki e Igarashi, usados en este fic sin fines de lucro.

Historia Ficticia. Todos los personajes nuevos son de exclusiva invención de esta autora.

Capítulo VI

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Una vez finalizada la lectura de la carta, Candy se perdió en sus pensamientos:

--¡Terry salió de Inglaterra!, ¿vendrá a buscarme?, o quizás esta en otro sitio lejos de aquí, ¿cómo consiguió el Duque mi dirección?... dice que su hijo tiene que casarse con una señorita de la nobleza, para poder asumir como Duque... Terry... dónde estás--- eran los pensamientos de Candy.

En el Hogar de Pony, habían recibido una muy distinguida visita, que buscaba a Candy, pero al saber por boca de la Srta. Pony y la hna. María, que la pecosa ya no moraba su antiguo hogar, la desilusión de Terry no tenía fin...ella no estaba.

--No joven-- se oía la voz de la Srta. Pony-- ella viajó a la ciudad para estudiar, si usted pudiera buscarla allá no tendría problema en encontrarla. Está en la Escuela de Enfermeras Meryland.

--¿Escuela de enfermeras?... ¿Candy?-- cuestiona Terry incrédulo.

--Si joven...

--Terius Grandchester-- se presentó, y saludó a las damas, como corresponde a un acaballero.

--Si, ya lo sospechábamos-- la voz de la hna. María -- Candy nos habló de usted.

--Si joven Terius, nuestra Candy decidió estudiar enfermería.

--Es muy de ella pensar en los demás y ser de ayuda a los necesitados-- decía un Terry emocionado de que Candy halla decidido estudiar tan loable profesión.

--Si joven, ella es muy servicial y entregada a beneficiar a otros, aún olvidándose de ella misma...-- la Srta. Pony se perdía en sus pensamientos.

--Hace frío, desea una taza de chocolate... -- ofrece la hna. María a Terry, él la acepta y se enredan en una conversación que se basaba en una sola persona, Candy.

Conversaron acerca de la niñez de la chica, su adopción, los momentos difíciles que pasó en medio de la familia Leagan. También evocaron los momentos felices de Candy, cuando fue adoptada por el bis abuelo Williams, y los días felices que precedieron a la muerte de Anthony... algo con lo cual Terry no se sentía del todo cómodo, ya que siempre muy celoso, no dimensionaba que el muchachito de quien se había "enamorado" Candy cuando aún era una niña, ya no era rival para él, mejor dicho, nunca fue su rival.

Las aventuras que vivieron en el colegio, eran más que conocidas por las dos mujeres, pero nuestro arrogantito, tenía algunas muy deliciosas hazañas que llenaban el vacío que Candy dejó al contar una misma situación.

Así pasó el tiempo.

Terry tomó rumbo a la ciudad donde estudiaba Candy, camino de la misma, sintió mucho frio, ya que se estaba acercando una fuerte tormenta de nieve, el invierno había sido duro, y se estaba despidiendo de la ciudad con mucha fuerza. Terry necesitaba llegar pronto, para poder ubicar a su enfermera, su Candy, ya que él la sentía muy suya.

Al pasar el tiempo desde su separación, Terry aprendió a reconocer que sus sentimientos estaban atados a la pecosa que se llevó su corazón, sabía que tenía que alcanzarla, era más que solo cumplir una promesa, era un impulso irresistible, pero que le daba sentido a su vida.

El camino de regreso a la ciudad de residencia de Candy, fue algo largo para Terry y su necesidad de encontrar a la pecosa. Cuando llegaba a la estación de trenes...

--¿De dónde salió tanta gente?-- Terry se encontró con una estación atestada de personas. Acercándose a la boletería, preguntó al funcionario.

--Muy buenas noches...

--Buenas noches caballero, ¿en qué puedo ayudarle?

--Necesito boletos para la ciudad.

--Lamento no poder ayudarlo en este momento, pero a causa de una tormenta que viene en camino no está funcionando el ferrocarril. La tormenta arrasó con parte de las vías, y hasta no recibir una nueva orden, el servicio a cualquier ciudad, está suspendido.

--¡No puede ser!-- fue la respuesta de Terry-- y se sabe ¿hasta cuándo durará la espera?

--No señor. Depende de cuánto demore la tormenta y el tiempo que lleve arreglar el desperfecto. Según informaron, el mal tiempo solo durará un día, pero a eso hay que sumarle el tiempo de reposición de las vías. ¡Quizás a más tardar en tres días!

--¡Tres días!-- la frustración de Terry era visible, pero, nada que hacer, solo esperar.

Y efectivamente, después de tres largos días, (enfatizo, tres largos días), que para nuestro arrogante fueron como una semana cada uno, logró estar instalado en el ferrocarril que lo llevaría a Candy.

--Solo cuatro horas y media de viaje, y llegaré a tu lado Candy-- pensaba Terry en medio de un suspiro. Si, un suspiro, los hombres enamorados también suspiran.

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Candy se levantó muy temprano ese día, preparándose para una jornada muy ajetreada, la gran tormenta que había pasado por la ciudad había dejado sus huellas, y el trabajo se acrecentó, llegando a estar el lugar medio colapsado con la cantidad de gente enferma que llegó en busca de tratamiento para sus males, niños y ancianos, los más afectados.

Aunque trabajar la alejaba de sus problemas, estos seguían haciendo mella en sus pensamientos y mayormente en su corazón. La carta del Duque, comenzó a llenarla de dudas acerca del futuro y de Terry, ella lo creía en Inglaterra, pero ahora...

--¿Qué pasará ahora?, ¿dónde estarás Terry?, ¿te olvidaste de mi?, ¿porqué no me has escrito?... eran sus preguntas más frecuentes desde el día en que recibió la carta, la cual respondió inmediatamente, por medio de un telegrama, comunicando al Duque que no tenía idea del paradero de Terry, lo cual no era mentira, ella quería saber de él tanto como su progenitor. Estaba perdida en sus pensamientos cuando...

--Candy... ¡Candy!-- escuchó a Flamy que la llamaba, con su tono característico de superioridad y mal genio.

--Si Flamy, ¿que necesitas?

--Dice Mary Jane, que lleves estos documentos al director del hospital, los está esperando.

--Si Flamy, no hay problema-- recibe el sobre con una amplia sonrisa que descoloca a Flamy, ella no tolera que Candy sea siempre tan sonriente y gentil.

--Luego te tomas el descanso-- finalizó Flamy con su tono más serio.

--Gracias Flamy. Hasta más tarde.

--No me des las gracias, tu descanso es reglamentario, no un regalo.-- se dio media vuelta y se fue.

--Bien.-- alcanzó a responder Candy, y pensaba... ¡qué amargada que es Flamy!, no logro entenderla, es muy difícil llegar a conocerla.

Camino a la dirección del hospital, que quedaba al lado de la Escuela de Enfermeras, Candy imaginaba como sería trabajar en un lugar tan grande como ese, y se prometía a si misma estudiar y practicar lo suficiente para lograr ser una muy buena enfermera y postular a una plaza en ese lugar, poder cuidar de todo aquel que necesite su ayuda y conocimientos, iba tan concentrada en sus pensamientos, que no vio a la persona que la veía caminar directamente hacia él.

Continuará

Te llevas mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora