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Como predije, hoy era un buen día ya que todo inició con un increíble desayuno y luego un delicioso café en el volvo de papá, porque efectivamente decidió prestármelo. Más suerte no podría tener.

El camino al trabajo se me hizo más corto y más aún si iba cantando como condenado dentro del auto. Siempre amé eso de conducir, subirle el volumen a la música y cantar sin descanso, no es que fuera muy bueno cantando pero al menos me gustaba.

Una vez en el trabajo caminé directamente hasta el sector designado para el personal y divisé algunas bancas para sentarse y pensé que sería bueno esperar ahí los últimos diez minutos antes de tener que entrar a mi horario oficial de trabajo.

Sólo unos minutos después de que me senté llegó alguien a sentarse junto a mí, no le presté atención en absoluto pues estaba muy absorto en mí móvil, observando redes sociales y mensajes que me habían quedado de la noche anterior sin contestar. Tan sólo unos segundos después, mientras el chico a mi lado rebuscaba en su mochila lo observé con detenimiento, partiendo en su cabello, café oscuro y peinado hacia la izquierda; luego su oreja, donde había una pequeña expansión que era atravesada por un expansor negro en forma de cono, eso y otras dos perforaciones, ambas con sus respectivos aretes; su nariz, grande, pero daba un toque algo más tierno a su perfil; labios algo rosados y suficientemente carnosos; la línea de su quijada era muy leve, algo redondeada, dejando como último detalle de su cuello, un lunar justo al borde de su camiseta; y finalmente, piel blanca que prometía ser tan suave como el pétalo de cualquier flor, pero en su pómulo era marcada por una pequeña cicatriz en forma de una línea.

Al parecer mi discreción fue en vano, pues me miró de reojo e inmediatamente adopté una pose recta, tratando de evitar ser descubierto observando esa belleza hecha humano.

Él dejó de buscar en su bolso y sacó de ahí dentro una pequeña bolsa de plástico que contenía papelillos y tabaco. Comenzó su labor y en menos tiempo del que creía posible, tenía listo un cigarrillo que parecía armado con una máquina.

No hizo más que prenderlo y comenzar a fumar conmigo a su lado, ninguno mencionaba palabra y yo sólo me resignaba a mirar el móvil para no parecer un total psicópata.

Antes de que se acabara su cigarrillo ya era mi entrada oficial a trabajar, porque debía marcar mi llegada o me descontarían eso de la paga del mes. Me levanté de ahí dándole una corta mirada a la que él respondió con otra soltada de humo, igual a las anteriores, como si mi presencia no fuera algo que cambiara el ambiente.

Suspiré sin hacer mucho esfuerzo y entré al lugar, listo para guardar mis cosas dentro de mi casillero temporal para luego ir al baño a refrescarme y finalmente anotar mi nombre en el libro de asistencias del personal.

Probablemente hoy me harían trabajar en los paneles de las máquinas y estaría menos tiempo arreglando los asientos y seguros de los carritos.

Cuando llegué al Black Hole noté que ninguno de mis compañeros estaba ahí, probablemente yo era demasiado puntual o simplemente ellos se retrasaban con frecuencia.

No podía llegar y abrir la caseta pues esta tenía el candado puesto y esas llaves estaban en seguridad y sólo Hoseok o JongIn podían pedirlas.

Esperé un  par de minutos, observando que no hubiera nada fuera de lugar, que todo estuviera correcto cuando la voz de Hoseok me sobresaltó.

– ¡Jimin! – Me llamó.              

– ¡Hola! – Le respondí con una sonrisa.

– Lamento llegar tarde, me quedé dormido. – Se excusó tocando levemente su cabello.

– No te preocupes. – Me encogí de hombros. – ¿Fiesta?

Amentiam [Jikook]Where stories live. Discover now