Capítulo 10 |Nueva edición|

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En esta parte es donde entran sus amigas del desayuno; Walki, las gemelas Jass y Jeaneth y Cate. Cuatro mujeres bañadas del dinero que les proporcionaban sus maridos e hipócritas por deporte. Reían a carcajadas todas las mañanas junto a mi madre mientras tomaban un café y comían algún manjar que Carly de Brand les obsequiaba. Muchas veces había escuchado como sus lenguas se deslizaban como la de una serpiente venenosa, criticaban a cualquier persona y luego en los eventos de alta sociedad las saludaban como si de grandes amigas hablaran. Eso no me molestaba ¿por qué debería? pero si me molestaba la influencia que tenían sobre mi madre, llevan a esta en busca de la perfección, hipocresía y ridiculez. Además, por alguna extraña razón todas eran rubias.

— Buenos días, cariño — suspiré con frustración —. ¿No piensas saludar?

Jamás fui fanático de las reglas de mi madre, prefería pasar tiempo con mi abuela que cumpliendo con sus exigencias. Ella, al notar mi silencio, entrecerró sus ojos con furia por no seguir el mismo guion de todas las mañanas; un pequeño saludo que tenía que aprender por obligación.

— Buenos días señoras, espero que estén disfrutando del desayuno — dije finalmente.

Tomé mis cosas y salí por la puerta principal dejando a mi madre con un gesto de alivio junto a sus cuatro amigas rubias las cuales apreciaban mi saludo entre susurros.

Ben esperaba por mí frente a un auto totalmente desconocido en color rojo vino mate, un color tan profundo que cubría todos los espacios, incluyendo un pequeño muy gran golpe sobre una de las puertas que yo mismo había podido diferenciar sin siquiera acercarme. Golpeó la lata casi oxidada de este con sus manos y, en medio de una sonrisa, rodeo de la máquina con alegría presumiendo de lo que teníamos frente a nuestros ojos. Tenía muchas opciones, comportarme como un maduro y admirar su esfuerzo por haber, finalmente, conseguido un auto con todos sus ahorros de veranos o comportarme como un adolescente de dieciocho años que estaba sorprendido por el desastre que había conseguido.

— Cuatro cilindros en línea — comenzó quitando sus lentes de sol —, uno punto seis litros con inyección directa; un atmosférico de 88 KW y un turboalimentado de 103 y 110 KW. Cinco puertas, turbocompresor de geometría fija y, lo más importante — intentó abrir una de las puerta desde adentro del auto para demostrar que esta no abría —, seguro para niños. — gritó

Caminé lo poco que me faltaba para abrir la puerta y, al entrar, un intenso olor a pino llegó hasta mi nariz. Inmediatamente cubrí mis orificios con mi brazo y lo observé.

— Ese ambientador es la peor inversión que has hecho — de todos modos soy un joven de dieciocho años —, al igual que este auto.

Ben me sonrió luego de haber colocado sus lentes de sol y dar marcha a nuestro camino. El viaje continuó con su música preferida de fondo, mientras él movía sus manos de un lado a otro simulando que era uno de los integrantes de la banda que en ese momento escuchaba. Entonces en una maniobra giró sobre una de las calles principales y continuó en línea recta. De la nada los árboles comenzaron a ser conocidos, la estructura de las casas muy similares y empecé a relajarme porque era lo único que podía salvar la vida del castaño. No es que pensara ejercer la violencia contra mi amigo, pero no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad de dañar su auto después de este espantoso momento. Es por esto que había maldecido no haberme podido deshacer de Ben Hinckley en todos estos meses.

— ¡Oh! — disminuyó la velocidad de su nueva máquina — ¿no es esa la casa de tu abuela? — señaló — ¡Dios mío! ¿Esa es Marta?

Su sarcasmo era evidente. Intimidado por la presencia de mi abuela con sus puños sobre sus caderas formando un jarrón, deslicé mi cuerpo hasta quedar en posición fetal y cubrí mi rostro con mi libro de física. Una vez el auto estacionado, alguien aclaró su garganta.

Juro enamorarte |BORRADOR|Where stories live. Discover now