<<Cinque>>

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Me era ajeno y extraño el que las personas fueran amables conmigo, o era más bien que yo no lo soportaba. No entendía porque se mostraban amigables y atentas. Para mí era más una especie de hipocresía leve que disfrazaba la verdadera lastima que me tenían.

Luego de que Ashton y yo regresaramos, nos habíamos topado con dos amigos cercanos de Ann y de mi padre que estaban sentados a la mesa y que nos incluyeron en una especie de ''almuerzo familiar'' ''tertulia forzada'' ''infierno matutino''.... Como se le quisiera llamar. Esquivé la mirada de mi padre y respondí secamente a los intentos de mantener una conversación conmigo. ¿De que manera esperaba que esto funcionara si apenas lo había visto? Huyó como ciervo asustado por la luz en cuanto habíamos entrado luego de recorrer un largo camino del aeropuerto a esta casa; yo esperaba que me dejara abrazarle un rato y que por lo menos hiciera un intento por retomar nuestra relación padre-hija desde donde se había quedado estancada. Tristemente los escenarios reproducidos en mi cabeza eran muy diferentes a la realidad que estaba viviendo. ¿Qué estaría haciendo mamá? En su estudio, por supuesto. ¿En qué gastaría todo el tiempo libre que tenía ahora sin mí a su lado? Yendo de un lado a otro tomando fotos a diestra y siniestra seguramente. En parte estaba aliviada por no tener que afligirla más; me amaba pero no sabía como lidiar con esto. Si podía hacerla feliz estando lejos estaba bien para mí.

-¿Riley, cariño, podrías pasarme el queso? - escuché a Ann llamarme frente a mí en la mesa. Tomé la bandeja con el queso Philadelphia que estaba cerca de mi mano y se lo extendí. Vi como corto una generosa rebanada dle mismo para luego ponerla sobre una pieza de pan tostado-. Gracias.

Miré con recelo todos los platones con comida; desde los huevos revueltos, las piezas de tocino que escurrían grasa, el puré de papa y unos tomates rellenos de carne. Era inevitable que se me revolviera el estomago. Ashton a mi lado comía felizmente con su plato hasta el tope, el sonido del tocino crujir bajo sus dientes me estaba desesperando, el tintineo de los cubiertos raspando me taladraba. Era consciente de muchos sonidos y todos se agolpaban en mi cerebro como el acelerado tictac de un reloj.

-Así que tu nombre es Riley ¿cierto? -la amiga de Ann interrumpió la orquesta en mi cabeza y parpadeé varias veces antes de notar que me estaba viendo desde el extremo de la mesa y que su vestido amarillo chillón lastimaba los ojos.

-Lo es.-contesté sin saber a dónde quería llegar con todo esto.

-Que curioso nombre.-señaló, lo cierto era que yo ni siquiera recordaba el suyo-. Parece más el nombre de un chico.

Apreté los puños.

-Su madre y yo queríamos algo original.-intervinó mi padre al ver la molestia en mi boca apretada-. Y queda muy bien con el apellido. A Elly nunca le han gustado las cosas comunes.

Vi una sonrisa nostalgica en el rostro de mi padre, se miraba como la clase de hombre que estaba recordando buenos tiempos, experimentando la calma antes de la tormenta. Y había dicho el nombre de mi madre con admiración, como si de repente le dolieran los recuerdos. Ann lo miró de reojo y vi como sus ojos se oscurecían alarmados.

-¿Y entonces cuál es tu nombre completo? -pregunto el hombre. Robert Gokie si no me equivocaba, y su esposa se llamaba Lia. Los nombres me habían llegado de golpe.

-Riley Leonardi.-contesté queriendo escapar ya de todo el teatro. Mi tenedor machacaba el puré de papa. Me sentía juzgada por esta mujer de edad avanzada y actitud conocedora. Quería gritarle que se metiera en sus propios asuntos y que no fuera rídicula. Sentí un golpecito en mi rodilla y vi a Ashton inclinado en mi dirección.

-A mí me gusta tu nombre.-dijo en voz baja aunque los adultos no nos ponían atención alguna. Sonreí sin sentir de verdad la sonrisa y volví mi vista al plato.

Forte Oscurità [Hemmings] |Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora