Natanael después de mucho rato se dignó a siquiera mirarme, más su mirada seguía igual de fría, como aquel chico que conocí en el parque. Sentí un nudo formarse en mi garganta al notar que ya no tenía la foto de mi familia en sus manos, sino, una donde estamos él y yo, riendo, felices, abrazados, como una pareja que se quiere, sin secretos, sin peligro.

Su mirada se posó en la fotografía y una vez más en mi. Apretó tanto el marco de la foto que pensé que caería al suelo en añicos, pero no lo hizo, solo me dio la espalda y caminó a cualquier otro lugar.

Solté el aire que hasta ahora no sabia que retenía y me dispuse a continuar hacia la habitación de armas.

Abrí la puerta y entré encendiendo la luz. Busqué algunas armas y las preparé, cargandola, limpiando, revisando tener balas suficiente y esas cosas. Así la pasé unos largos minutos hasta que pude notar que había acabado. Salí de la habitación pasando por la sala vacía, frunci el ceño al no verlo a ninguno de los dos. Fuí a la cocina pero estaba vacía, revisé todo lugar en la planta baja pero también estaba vacío, me dispuse a subir los escalones y caminar por el pasillo. Las voces se hicieron presente por algún lugar haciéndome guiar.

—Actúas como idiota. —Ese era Max. Caminé hasta quedar frente a la puerta de mi habitación.

—No fuí yo quien despareció durante meses abandonando a todos. Ella fue quién se fue sin dejar una razón razonable para luego aparecer en el entierro de mi padre como si no han pasado meses desde que me abandonó, luego y como si fuera poco, las balas andan en el aire y luego me entero de que quieren matarme, que la persona en la que creí está metida en todo esto y no le da remordimiento matar personas de un balazo en la frente o el corazón. —El discurso de Natanael me hizo cerrar los párpados con fuerza reteniendo las ganas de llorar.

—Debes dejar que te diga la verdad del por qué todo esto.

—La verdad es que me enamoré de una persona que creí ser otra. ¿Cuántos secretos más hay? Todo el tiempo que estuvimos juntos ¿de qué valió?

—¿Quién es ella para ti? —Interrogó Max.

El silencio se hizo presente durante unos largos segundos hasta que su voz más baja casi en susurro se escuchó:

—Es lo que aún no sé.

—No lo sabes porque no te das la oportunidad de saberlo.

—¿Si estás con ella por qué me dices esto? —La risa de Max no tardó en inundar la habitación. Así fue hasta unos largos segundos.

—¿Creés que Hayle y yo somos pareja? —Habló chistoso. —Por favor, Hayle es como mi hermana menor y problemática, nunca he podido verla como algo más. La quiero y ahora después de mucho tiempo separados no quiero volverla a perder.

Si estuviera a su lado lo abrazaría y luego me burlaría por ser un cursi.

—Hayle te ama, y sé que tú también lo haces, podrás engañarla a ella por estar pasando por todo lo que está pasando en su vida en estos momentos, pero no a mi. Vi la manera en la que la miras, y odio es lo que menos sientes por ella.

Maldije en voz baja al dejar caer una navaja de mis bolsillos. Me pongo de cuchillas tomándola. La puerta fue abierta dejando ver unos jeans azules. Me levanté pareciendo normal aunque no lo esté y encarando a Max.

—¿Encontraste algo? —Pregunté ignorando el hecho de que su ceja alzada y su rostro burlón sepa que estuve espiando.

—Entra. —Haciéndole caso me introduje en la habitación mirando a cualquier otro lugar que no sea a Natanael sentado en la esquina de la cama. —Por ahora no hay nada, hay que admitirlo, es muy listo, no hay pistas ni huellas. Sabía que lo estarías buscando. —Me senté en el sillón frente a la computadora. Tenía la pequeña esperanza de que hubiera un avance y pudiera encontrar a Haype, pero no, ni una mierda. —La encontraremos, ya lo verás. —Las manos de Max sujetaron mis hombros en forma de apoyo. Pero ahora mismo el único apoyo que me calmaría sería escuchar la voz de Haype y saber que está a salvo. —Prepararé algo de cenar. —Y con eso sus manos abandonaron mis hombros y sus pasos se hacían lejanos hasta salir de la habitación y dejarme sola, con él.

En ese momento el celular de Natanael comenzó a sonar, lo tomó y al mirar la pantalla unos segundos contestó la llamada.

Miré la imagen de Haype en ese lugar una vez más, su rostro, sus ojos, su cuerpo más diminuto. Todo de ella era señal de que no la estaba pasando bien.

—Zet, debes tranquilizarte. —Al escuchar a Natanael mencionarlo no pude evitar mirarlo. Sentía pena y culpa, pena porque quizás ya sabe que Haype está desaparecida y culpa porque todo esto es solo por mi. —Ella estará bien, tranquilo. —Continúa hablando unos minutos más hasta que luego el silencio se hizo presente una vez más.

—Lo sabe ¿cierto? —Pregunté mirando a otro lugar.

—Está preocupado. —Eso ya lo sabía. —Hayle. —Giro la mirada a él. Sus ojos me miran sin expresión, y por alguna razón aquello me deshabilita.

—Te lo diré todo. —Susurro. —Todo lo que quieras saber.


Lifes CrossedWhere stories live. Discover now