Capítulo 45.

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El celular había sido arrebatado de mis manos, ni siquiera me molesté en saber quién a sido. Abrí la puerta del coche y una vez iba a correr para subir unos brazos en mi cintura me lo impidieron. No sé donde está pero así tenga que buscar hasta debajo de las piedras hasta a encontrar a Haype lo haré.

—No puedes irte, no ahora, Hayle, ni siquieras sabes dónde está. —La voz de Max la podía escuchar a pesar de estar desconectada. Un enojo empezó a crecer en mi al escucharlo como si nada estuviera pasando.

—¡Tiene a Haype! —Traté de zafarme de su agarre en intentos fallidos.

—¡Tranquilizate! —La voz de Max subió más y su agarre fue más fuerte a causa de que casi me zafo.

—¡Por un demonio, Max! —Tiré de su agarre aun sin poder salirme. —¡Tú no hiciste eso cuando tu padre mató a tu madre, solo saliste a matarlo a él también! —En cuanto me di cuenta de lo que dije me obligué a callar. Sentí como sus manos me dejaban libre lentamente y su cuerpo se tensaba. Me giré a él respirando con dificultad. Max apretó sus puños tanto que ya eran blancos, se giró dándome la espalda respirando entrecortado, las venas de su cuello sobresalían y poco a poco su rostro se estaba poniendo rojo. —Max.

Tardó unos segundos en darse la vuelta con el rostro serio pero más calmado. Puedo apostar a que contó hasta cincuenta mentalmente. Exhalo aire y lo expulsó en un intento de tranquilizarse.

—Por favor entiéndeme. —Susurré —Dejame ir.

—¿Creés que no te entiendo, Hayle? Entiendo todo por lo que está pasando. —Solté el aire. —Hace unos cinco minutos atrás intentaron matar a la persona que amas y por la cual hiciste todo esto. Si te vas ¿no creés que Levin intentará acabar con él una vez más? —Después de mucho rato mi cabeza se puso en funcionamiento, ahí, pude pensar en aquello. Como si fuera un resolte, me giré hacia él. Miraba hacia el frente sumido en sus pensamientos, su cabello más crecido volaba a causa del aire y sus cejas fruncidas no indicaba que pensaba nada bueno. —Vayamos a casa, lo resolveremos.

....

—Llegamos. —La voz de Max se hizo presente cortando con el inmenso silencio que hubo durante todo el trayecto. Salí de mis pensamientos abriendo la puerta y saliendo del auto. Ambos salieron luego de mi y caminaron al frente. No pude evitar mirar a Natanael, aunque lo venía haciendo sin que él me viese. Natanael miraba la casa con el ceño fruncido, a veces quisiera entrar en sus pensamientos.

Entramos a casa en total silencio, Max dejando su arma en una mesa y yendo hacia la cocina, Natanael observando la casa en silencio y si, aun sin mirarme, y yo, caminando hacia los escalones para ir hacia mi habitación y comenzar a buscar algo que me diga donde está mi hermana.

—Hayle, revisa las armas. —La voz de Max me hizo detener mi paso y girarme a él, quién come un sándwich y en la otra mano lleva un jugo de naranja.

—Hazlo tú, debo hacer algo más. —Me giré para seguir mi camino pero una vez más hablo.

—Te ataré sobre el refrigerador si no lo haces ahora. Sé más que tú sobre computadoras así que yo empezaré con la búsqueda. Lo tuyo son las armas, pequeña. —Solté un gruñido y bajé los pocos escalones que había subido.

—Pequeña la que tienes en las piernas. —Choqué su hombro con el mío y caminé hacia la habitación donde están las armas. Lo escuché reír por lo bajo haciéndome enojar más, si es que se puede.

Cuando miré al frente había olvidado el enojo. Natanael, ese era mi problema, el hecho de que me ignore, me odie y esté en peligro me hace enloquecer.

Tenia en sus manos una fotografía donde estamos mis padres Haype y yo, fue aquella vez que Haype y yo cumplimos los quince años, nos veíamos felices y es que lo éramos.

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