Capítulo 57

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Miré en todas direcciones, buscando a Wally. Volteé y de pronto me topé con un montón de tentáculos. Retrocedí con escalofríos, ese disfraz me ponía los pelos de punta.


– ¿Y Gy? –le pregunté extrañado y él me miró confundido.

–Ni la menor idea –respondió con mirada preocupada.


Todos se miraban intrigados por la "niebla" pero no dejaron de comer los cupcakes con murciélagos encima ni los batidos de sangre que descansaban sobre la mesa. Estaba lamiendo el glaseado de un cupcake, con rostro de extremada preocupación, cuando un par de los invitados improvisaron una pista de baile en el centro de la sala, uno de ellos era el chico que me había saludado antes, quién se dispuso a hacer el baile del caballo (bada bum tsss) mientras que el otro hacia un intento de breakdance que casi acaba con su columna. Todos los miraban entretenidos, olvidando la ausencia repentina de la anfitriona. Una chica se encargaba de grabarlos con cara de fanática loca mientras que su amigo luchaba por hacer bitbox (cosa que no pegaba muy bien con la música de fondo). Me senté en una esquina de la sala, algo me estaba incomodando aquí.


Estaba concentrado mirando la decoración típica de Halloween, como esqueletos y murciélagos colgando de las paredes entre falsas telarañas, cuando alguien se sentó a mi lado y no se trataba de Cthulhu... Una rubia teñida se hallaba tomando un batido con una expresión indescifrable. La música electrónica resonaba mientras algunos intentaban moverse a su ritmo.

Me aparté ligeramente a un costado, un poco intimidado, sin ocultar mi timidez. De pronto, sentí algo clavarse a mi costado, bueno, no tan literalmente. Me encorvé tras la pequeña punzada y miré hacia mis costillas, misteriosamente me encontré con un papelito al borde de mi silla. La muchacha inmediatamente se levantó y se perdió entre los invitados. ¡¿Me había clavado las uñas para dejarme una carta?! Uf, creo que alguien es más tímida que yo...


Tomé el papel algo dudoso, mientras vigilaba tener las costillas enteras, y leí su interesante mensaje.


"En la azotea en diez minutos. Firma: La chica del pin de la sonrisa"


Alcé ambas cejas y ladeé la cabeza. ¿Qué demonios estaba pasando aquí...?


Irónicamente, un diablo rojo se paseó frente a mí ladeando su capa carmesí mientras bebía un batido rojo como la sangre.


Tras meditarlo seriamente un segundo, salí al pasillo y me dirigí a la escalera, directo a la azotea del edificio.

¡¿Qué estoy haciendo?! Me pregunté sin desacelerar siquiera un poco, saltando varios escalones con cada zancada. Algo en mi interior me obligaba a correr, algo que me intrigaba a saber qué podría suceder si subía y de qué me perdería si no lo hacía.


La chica del pin de la sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora