Capítulo 35

78 17 0
                                    


No sé si decir que soy un gran amigo o un gran tonto. No fue hasta después de que me entregué que me di cuenta de lo que eso significaba. Ahora era yo quién estaba expulsado. Al menos mi amigo no estaba solo en este lio.


–Ya mismo llamaré a sus padres –expresó la directora tomando su teléfono. Levantó el tubo.

– ¡Espere! Aun hay más –aseguré, ella me miró con desidia– Sé que fue una tontería monumental...

–Ya lo creo –comentó ella– Puso en peligro la vida de todos los profesores.

– ¡Fue una travesura inofensiva! –expliqué con una sonrisa inocente. Ella me miró escéptica– Creo que está exagerando el castigo, es decir, respetamos su inteligente decisión. Todos en la escuela admiran su inteligencia –ella sonrió halagada– Así que haremos como usted quiera... Pero créame cuando digo que la vamos a extrañar si toma semejante decisión. No hay otra como usted en ninguna escuela –dije con una sonrisa. Ella me sonrió con condescendencia.

–Se lo agradezco, pero igual... –ya no hablaba con tanta frialdad pero seguía convencida de que debía expulsarnos y no iba a permitir eso.


Inesperadamente alguien golpeó la puerta. Los tres volteamos intrigados a la vez que la puerta se abría y una chica pasaba. Ese cabello oscuro, esa mirada asesina y esa mochila llena de pins... Sin duda era mi no muy querida amiga.


– ¿Qué se le ofrece? –preguntó la directora irguiéndose en su asiento.

–Vengo a atestiguar –explicó– Estos dos buenos para nada no hicieron ese desastre en la sala de profesores.

– ¿Entonces quién fue? –inquirió la directora con hartazgo– Si me va a decir que fue usted...

–No sé quién fue –espetó– Pero sé que no fueron ellos dos –dijo apoyándose en nuestros hombros.

– ¿Por qué nos ayudas? –susurré a su oído, ella me ignoró.

– ¡¿Entonces?! ¿Cómo asegura que no fueron estos dos buenos para nada?

–Oiga, seguimos aquí... –murmuré.

–Porque yo los vi –confesó– Los observé mientras cumplían su castigo de barrer los pasillos, luego los vi entrar al baño y luego simplemente se marcharon. Es una coincidencia que aparecieran en la cámara de vigilancia –mintió despechadamente. La directora la miro con una ceja elevada.

– ¿Y por qué los estaba mirando? –preguntó casi dejando escapar una risilla, mi amigo y yo intercambiamos miradas de sorpresa.

–Porque... –ella titubeó con nerviosismo y se sonrojó ligeramente– Me gusta verlos... –confesó con un hilo de voz. La directora sonrió al borde de la risa y agacho la cabeza un segundo para pensar con claridad.

–Pero entonces... ¿Qué venía a confesar usted? –preguntó mirándome con extrañeza.

–Que... ¡Yo era el que había puesto rock al máximo ayer mientras cumplíamos con nuestro castigo! –mentí vivazmente– ¿No estábamos aquí para hablar de eso? –pregunté con sorpresa fingida.

–Creí que usted... Bueno, ya no interesa ese asunto. Dadas las recientes pruebas –dijo mirando de reojo a la chica de los pins– Ustedes seguirán dentro del instituto –comunicó, no con alegría precisamente.

– ¡Genial! Exclamamos a la vez con alegría.

–Por ahora –agregó con una sonrisa cínica– Nada de escuchar música, a menos que sea con auriculares, ¿Entendido? –nosotros asentimos– Pueden marcharse.


Los tres salimos aceleradamente del salón.


–De nada –dijo la chica que nos había ayudado.

–Gracias –expresé con una sonrisa sincera– ¿Pero por qué lo hiciste?

– ¿Realmente nos estabas siguiendo ayer? –inquirió mi amigo con pavor. Ella rodó los ojos.

–Debo ir a clases –se excusó– Hasta luego, quizás.


Desapareció entre los pasillos. Quedé anonadado cruzando miradas con mi amigo.


– ¿Qué rayos acaba de pasar?


La chica del pin de la sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora