Capítulo 31

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–¡Abortar, abortar! –grité mientras apagábamos la música y nos llevábamos los elementos de limpieza a otra parte. Solo faltaba que nos volvieran a castigar.

–¡Al baño! –gritó mi amigo, rebasándome. En un abrir y cerrar de ojos desapareció tras la puerta del baño de caballeros.


Bufé y maldije por lo bajo, solté las escobas y me metí detrás de él. Ambos nos encerramos en baños separados, temblorosos y preocupados, si nos encontraban infringiendo las reglas de la escuela de escuchar música en los pasillos y tomar más del tiempo debido para cumplir con nuestro castigo con desidia... mejor ni pensar.

Hicimos absoluto silencio. Ambos percibimos pasos duros y rápidos por el mismo pasillo por el que habíamos estados. Sentí un escalofrío, se había detenido justo frente a la puerta del baño. Mi labio inferior empezó a temblar y tuve que morderme el brazo para no castañear los dientes y hacer ruido, pero mi amigo no tuvo la misma inteligente idea. Inmediatamente empezó a resonar en el baño el tiritar de mi amigo y el ruido de sus dientes al chocar.


–Estamos perdidos –dije para mí mismo mientras me abrazaba las piernas. Adiós escuela, adiós amigos inservibles, adiós a la luz del sol. ¡Estaba condenado!


Como personaje principal de película de terror, sentí mi corazón detenerse a la vez que alguien abría la puerta del baño. Me quedé congelado en mi lugar, asegurándome de que mis pies no se viesen desde afuera. De pronto resonó una pisada y el abrir brusco de una puerta. Tragué saliva. Mi corazón dio un golpe contra mis costillas. Sentí más adrenalina correr por mis venas que al ver una persecución en The Walking Dead. Cuando acabara todo esto iba a matar a mi amigo. Escuché abrirse con estruendo la segunda puerta, mi amigo estaba detrás de la tercera. Cerré los ojos intentando calmarme, pero de pronto, del pequeño espacio entre el panel divisorio de cada baño y el suelo, vi arrastrarse a mi amigo con nerviosismo. Tenía cara de haber visto un fantasma. Me empujó y obligó a hacer lo mismo que había hecho él hasta que llegamos al final de los baños. Estábamos perdidos.


–¿Y ahora qué? –pregunté a mi amigo moviendo los labios con exageración. Él puso las manos a los costados de su cara y abrió los ojos, simulando que gritaba, era la viva imagen de "El grito".

Podía sentir mi corazón latir, se abrió la siguiente puerta y la siguiente y la penúltima, solo quedaba la nuestra... Lo miré con indecisión y él con horror. "Que sea lo que sea" dije para mí mismo a la vez que me subía sobre el inodoro, descorría la tapa del conducto de ventilación que había en el techo y me metía dentro. Me sentía espía encubierto. Mi amigo me miró con asombro y admiración, también lo ayudé a subir, deseando que quién sea que anduviera ahí fuera no lo notara. Nos deslizamos por los conductos entre el techo de la escuela. Ni bien encontramos una salida en algún lugar seguro, saltamos abajo.


Mi idea era aterrizar con la gracia de Nightwing en el piso del corredor. Por el contrario, me estampé con manos y rodillas. Me quedé revolcándome entre quejidos en el suelo mientras que mi amigo, el chico de los comics, se descolgaba con delicadeza del conducto.


–¿Estás bien? –comprobó al verme hacer muecas de dolor, rodando por el suelo.

–Sí, claro –murmuré forzando una sonrisa.

–Perfecto, porque alguien viene. ¡Corre!


Como pude, me levanté y rengueé por el corredor, podía oírlos pasos apresurados tras nosotros, ¡Estaban persiguiéndonos! ¡¿Qué iba a hacer?! ¡Soy demasiado joven para que me echen de la secundaria!

La chica del pin de la sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora