Capítulo 47

62 14 0
                                    



– ¡¿Qué pasó?! –pregunté a mi exaltado amigo. Él se sonrojó y tartamudeó.

–Bueno... estábamos en el pasillo... y... –rió como todo un torpe adolescente enamorado. Al subir la vista notó el maquillaje en mi rostro y, tras quedarse patifuso, volvió a reír como desquiciado– ¡¿Qué rayos te hicieron en la cara?!

–Que te importa –gruñí avergonzado.

– ¿Tú le hiciste eso? –indagó mirando a la chica de cabello oscuro y humor serio. Ella sonrió y asintió orgullosa– ¡Eres mi ídola, esa estuvo muy buena! –ambos estallaron en risas, burlándose de mí. Gruñí y me alejé de ellos totalmente tenso.


Entré al salón de actos, ya casi todos los puestos estaban preparados, en pocos minutos llegarían todos a la gran muestra de arte. Consistían en pequeñas estaciones que mostraban los trabajos referentes a su rama del arte, su explicación y de qué trataba ese tipo arte. Era algo sencillo, sin embargo apasionante para cualquiera con inclinación artística, como yo (podría decirse).

Me dirigí al grupo de chicos que pertenecían a mi estación, en el área de "Dibujo", más precisamente yo coordinaba la parte de historietas. Había llegado la hora. Inspiré y traté de relajarme un poco. Ahora tenía que ocuparme también de cantar bien junto a la chica a la que le gustaba y sus amigos. Esperaba que al menos los profesores subieran mis notas por el esfuerzo.


Tomé mi mochila, que había quedado en un rincón del salón, y saqué un cuaderno de grandes proporciones en el que tan laboriosamente había plasmado mi imaginación a través de mis experiencias más extrañas. Colgué las hojas trazadas y coloreadas con decenas de cuadros en las paredes de nuestro cubículo y en las mesas de nuestra parada.

Coloqué en la mesa un cartel que citaba: "La Historieta".


– ¿Tú hiciste todo eso? –preguntó una muchacha, asombrada por mis dibujos– Vaya que tienes talento.

–Sí, algo así –reí nerviosamente– ¿También te tocó esta sección?

–Algo así –respondió mirando a otro lado– Mi profesora de Matemática me encontró dibujando mi propio manga en clase y me hizo elegir entre un castigo o mi participación en la exposición –explicó. Abrí los ojos y sonreí.

– ¡Me pasó lo mismo! Solo que con otro amargado –reímos– ¿De qué trataba tu historia?

–Es... difícil de explicar –jugó con sus manos, presa de los nervios– Pero lo llamé "El síndrome de Estocolmo" –alcé una ceja y ella se sonrojó– ¡No es tan malo como parece! Pero... a la profesora le pareció extremadamente ofensivo –suspiró– En fin, debo hablar sobre el impacto del manga en la cultura occidental... ¿Y tú?

–Wow –reí por su anécdota, imaginando que cosas sucias habría plasmado– Yo... debo hablar sobre el cómic, sobretodo me enfocaré en los superhéroes. Sabes, la primera versión de mi cómic era absolutamente de Ciencia Ficción, algo bizarra. Pero, como torpe que soy, lo perdí.

–Lo lamento –expresó arrugando su entrecejo– Y... ¿Cómo llamaste a este? –inquirió observando los dibujos.

–Lo titulé "La chica del pin de la sonrisa" –respondí con media sonrisa. Ella abrió los ojos sorprendida y rió.

–Suena interesante.


Antes de que pudiera decirle algo más, la Directora y la profesora de Artes pasaron a comprobar si nuestro stand estaba en orden. 


La chica del pin de la sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora