Alix. Saga H2 ✔️

Capítulo 5.

Grace's POV.

De nuevo, sin camisa, frente al espejo. Todo el pecho y todo el vientre, al igual que mi espalda, estaban cubiertas de cicatrices. Enormes y horribles cicatrices.

Pasé mi delicada mano por la última de ellas: en el lateral del vientre. Hacía siete años que mi cuerpo dejó de sufrir dolor y siete años mirando el recuerdo en el espejo. No sabía cuántas cicatrices tenía, a la duodécima perdí la cuenta.

Recordaba cada habitación de ese frío lugar, cada persona, cada golpe, cada grito: recordaba absolutamente todo y las cicatrices me recordaban que mi pasado era real.

Cogí la camisa y me la puse. Nunca le había enseñado a nadie mis cicatrices pero en el FBI sabían de su existencia. El FBI solo sabía la mitad de la historia. La otra mitad, quedó encerrada dentro de mi.

«No tienes idea de lo que hay tras esa puerta.» Esa voz, esa voz que era dueña de mis pesadillas volvió a sonar en mi cabeza.

Reade golpeó mi puerta.

—Grace, alguien te espera abajo.

Dejé a un lado esos horribles pensamientos, cogí mi mochila y le di un beso en la mejilla.
Bajé las escaleras y abrí la puerta.

—Hola Ash.

—Tengo un notición.—Habían pasado cinco días desde que nos conocimos y la verdad es que nunca había conocido a nadie como ella.

—Soy toda oídos.—Cerré la puerta y fuimos de camino al colegio.

—Alek va ha hacer una fiesta en su casa mañana y, adivina que.—Alzó las cejas.—Va a invitar a todos los de último curso.

Reí ante su efusividad.—¿Cómo estás tan segura de que invitará a los cerebritos?—Dije refiriéndonos a nosotras y a Max.

Ashley rió.—Oh vamos, Mark se lo habrá dicho. Esta loquito por ti.

—¡Ash!—Grité.—No digas tonterías.

Ella volvió a reír y cuando quisimos darnos cuenta, ya habíamos llegado.
Mark no se había fijado en mí. Que fuera amable conmigo no quería decir que estuviera flirteando.

Una vez allí, nos encontramos con Max. Ashley y Max se fueron a sus correspondientes clases, y a mi me tocaba física. Era la única asignatura que no compartía con Ashley.

Entré y me di cuenta de que Alix estaba sentando en la mesa del fondo. Compartía una clase con Alix y ni siquiera me había dado cuenta.

Me senté en mi sitio habitual, saqué el libro y esperé a que llegara el profesor. Todos hablaban entre ellos menos yo.

—Buenos días.—Entró el profesor por la puerta y dejó el maletín sobre su mesa.—Hoy vamos a hablar de algo realmente increíble.

Todo el mundo empezó a murmurar. Podía asegurar que más de la mitad de los que estaban aquí, odiaban la física. Sinceramente, a mí me parecía la más interesante de las ciencias.

—La teoría de las cuerdas.—Concluyó el profesor. Esa teoría era una de las más alucinantes de las que había escuchado hablar. Hoy en día seguía siendo indemostrable, y me parecía admirable que el profesor fuera defensor de ella.

[...]

—Bien, y con lo que acabo de explicaros quiero que hagáis un trabajo.

—¿Por parejas?—Preguntó un chico de la primera fila.

—Individual.—Puntualizó. Todo el mundo se quejó. Pero yo prefería que fuera así, odiaba los trabajos en pareja: siempre acaba haciendo el trabajo el mismo.

Sonó la campana y todo el mundo salió a toda prisa. Recogí mis libros y me giré a ver a Alix. Pero ya no estaba.

Salí al pasillo y divisé a Mark, quien estaba con Alek. Estos venían directos hacia mi.

—Grace.—Me sonrió Mark.—Mañana habrá una fiesta en casa de Alek, ¿vendrás?

—Lo pensaré.—Le di una tímida sonrisa.

—Oh, vamos.—Habló Alek.—Puedes venir con tus amigos.—Me guiñó un ojo.

—Esta bien.—Cedí. Me di cuenta que la fiesta era una gran oportunidad para terminar de unir lazos.

Ambos me sonrieron y se marcharon.

Alek era rubio de ojos claros. Típico ruso pensaréis. Si, pero no todos son atractivos y Alek, lo era. De los chicos, ya solo me faltaba congeniar con Luka. Con las chicas lo tenía más complicado.

Saqué mi teléfono móvil y le escribí a Weller un mensaje informándole de todo. Borré el mensaje de mi móvil y lo guardé. Tenía que ser precavida, no podía dejar ni una sola pista.

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—¡Deberías entenderlo!—Gritó Reade cuando entré a casa.

—Reade, o te calmas o voy a tener que suspenderte.—Esa era la voz de Weller.

¿Qué hacía Weller aquí? Me acerqué al salón para que notaran mi presencia.

—Agente Morgan.

—Weller.—Respondí su saludo.

—Grace, no tienes por qué aceptar esta misión. Vuelve a casa.—La voz de Reade estaba cargada de desesperación.

—Agente Johnson.—Reade Johnson, ese era el nombre de la persona que me sacó de aquel infierno.—Le advirtió Weller. Weller era un tipo duro que se andaba sin rodeos.

—Reade, estoy aquí porque yo quiero.—Intenté calmarlo.

—Sigues siendo una niña, y ellos son los más buscados de todo Estados Unidos.—Andaba de un lado a otro con las manos en la cabeza.—¿Qué vas a hacer cuando no te quede otra que apretar el gatillo?—Se sentó.—Ser del FBI implica jugarse la vida todos los días.

—Lo sé.—Me acerqué a él.—Quiero hacer esta misión y si en algún momento tengo que apretar ese gatillo, no dudaré un segundo en hacerlo.

—Grace.—Llamó mi atención Weller.—Mañana cuando vayas a casa de Alek, vas a tener que copiar todos los datos de su ordenador en este USB.

Asentí y recogí el pincho de sus manos. Sabía que esta misión era una de las más peligrosas ya que los rusos nunca dejaban pistas y no había forma de culparlos.

Weller se paró antes de salir del salón.

—Y agente Reade,—Miró hacia nosotros.—no me obligue a retirarle la placa al mejor agente que ha pasado por esta organización.—Y dicho esto se marchó.

Reade nunca había estado de acuerdo con mi iniciación en el FBI, decía que era demasiado peligroso. Weller y él siempre tenían la misma discusión, pero lo cierto es que yo quise pertenecer a la organización. A los doce años empecé a entrenar hasta convertirme en lo que soy ahora.

—Prométeme que si dudas, abandonaras.

—Lo prometo.—Y lo abracé. Para mí Reade era el hermano que nunca tuve, al igual que yo para él. Sabía que pasara lo que pasara, Reade iba a estar ahí, cuidándome, como lo había hecho todos estos años.

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Espero que os este gustando la historia. Muchas gracias por votar y comentar.❤️

¿Qué opináis de Reade? ¿Y de Mark?

-Marta.