Capítulo II: Pequeño Intruso

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     El camarero era nuevo en la cafetería, por lo que aún se sentía un tanto nervioso cuando llegaba el momento de ir a las mesas para pedir las órdenes. Su nivel de tensión aumentó cuando fue él el elegido para atender a los clientes recién llegados. Después de todo, ¿quién no se habría sentido de esa manera, siendo que su jefe en turno le indicó personalmente que tenía que tratar a Adrien Agreste con el trato que el joven modelo habría recibido en una cafetería de cinco estrellas?

Tragando saliva, el camarero se acercó a la mesa. Nadie podía decir quién lucía más nervioso. Si el camarero, cuyas manos temblaban. O la chica que acompañaba a Adrien, que parecía estar al borde de un desmayo.

Tras escribir el pedido de sus dos clientes en su libreta, el camarero se retiró y tuvo la suerte de esquivar a los dos niños pequeños que corrían alrededor de las mesas. Su torpeza le hizo dar un traspié que por poco derribó a uno de sus compañeros, que llevaba en la mano una bandeja con un par de rebanadas de pastel.

Mientras tanto, Adrien tomó clandestinamente una de las galletas que Marinette le había obsequiado. Tras darle un mordisco para aplacar su hambre, le sonrió a la chica.

—Lo lamento —dijo—. Estoy hambriento. Creo que no he comido nada desde que tomé la merienda anoche. Y pasé toda la noche en vela, así que...

—Y-yo también... —respondió Marinette con timidez—. ¿Q-qué estabas haciendo tú?

Se dio cuenta de su error al instante, cuando Adrien se atragantó con un bocado de la galleta. Sucumbiendo a sus repentinos ataques de nervios, Marinette se sonrojó mucho más.

—Claro, no debí preguntar eso. Pudiste haber estado haciendo cualquier cosa. Después de todo, no es como si hayas tenido que dormir temprano para hoy. Yo soy la que estaba más nerviosa. ¿Estoy hablando demasiado? Debes pensar que estoy realmente loca...

Adrien rió igualmente, dándole a Marinette la sensación de que el mayor ridículo se debía a su reacción tan reveladora.

—E-estaba... —titubeó él—. E-en Internet, bueno... E-escuché mucho ruido afuera y... Y-y supe que Ladybug y Chat Noir estaban peleando, a-así que...

Él comenzó a reír nerviosamente, haciendo que ella se sintiera un tanto comprendida.

—S-sí... —respondió Marinette—. Y-yo también pasé la noche viendo esa batalla... Q-quiero decir que lo vi por Internet, n-no estaba ahí... Eso es tonto, ¿no crees? ¿Por qué alguien se acercaría a ese sitio...? Bueno, supongo que Alya lo habría hecho, pero yo...

—T-tampoco yo... P-pero lo haría sólo por Ladybug. E-ella es... maravillosa...

El sonrojo de Marinette aumentó, aunque sabía que no tenía verdaderas razones para sentirse tan avergonzada. Después de todo, Adrien no tenía idea de que Ladybug pensaba exactamente lo mismo de él.

—S-sí... —respondió Marinette—. Ladybug es... genial.

Ladybug es más que eso, pensó el chico.

Dándose cuenta de que quizá estaba yendo por el camino equivocado, el muchacho se escudó detrás de otra galleta

—Las galletas están deliciosas —dijo—. No esperaba que tú me obsequiaras algo. Mientras iba a tu casa, creí que debía llevarte algo, pero... N-no lo sé. Creí que era demasiado.

—No tenías que darme nada —sonrió Marinette—. Fui yo quien te invitó a salir. Y yo tendría que pagar el almuerzo, no tú...

—Descuida. Lo hago con gusto.

Miraculous: El Akuma IrreversibleWhere stories live. Discover now