CAPITULO 1. DÍA DE MUDANZA.

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Cogí mi maleta y entré al portal. Genial, no había ascensor. Subía la maleta a tropezones cuando una figura salió de entre las sombras y ahogué un grito.

-Necesitas ayuda?

Era una voz masculina pero no lo suficiente como para que fuera mucho mayor que yo. La figura encendió la luz. Era un chico, sorprendentemente guapo de unos cuantos años más que yo era alto con un pelo marrón ligeramente alborotado y unos ojos verdes que me quitaron la respiración. Me di cuenta de que me estaba hablando.

-Soy Carlos 4B, y tú?

-Marta, 5B.

-Como te decía antes, necesitas ayuda?

-No, gracias puedo sola.

-Como quieras. Estaré aquí toda la tarde pásate si quieres.

Y volvió a desaparecer detrás de la puerta del 4B. Por fin llegué al piso. No era muy grande. Me gustó. Nada más entrar estaba el salón amueblado con unos sofás y una pequeña mesa de té. Al lado, la cocina con una isla en medio y una encimera junto con un horno y una nevera. Detrás de ella se escondía un estrecho pasillo al final del cual había tres puertas. En la de la izquierda una habitación de tamaño mediano cuyas dos ventanas daban al patio de luces. Sus paredes estaban pintadas de un color rojo coral. Como era el color preferido de Rebeca decidí dejárselo a ella. En la puerta del fondo había un baño completo con váter, ducha, pila, lavabo, espejo y unos pequeños armarios a juego con las paredes turquesa. Finalmente, en la puerta de la derecha, había una habitación con un balcón con vistas a la ciudad. Estaba pintada de un color azul claro. Supuse que debía de ser la mía. Me senté en el centro y me quedé pensativa. A los minutos se oyó el ruido de una puerta abrirse y cerrarse. Era Rebeca.

-Qué coño haces ahí?

-Yo… Estaba pensando.

En aquel momento me fijé en Rebeca. Era una chica esbelta y aunque solo tenía dos años más que yo estaba bastante más desarrollada. Su pelo era una mata negra espesa y fina. Tenía buenas curvas y un cuerpo bien hecho.

-Vamos baja y sube las cajas.

-Y las cosas pesadas? Armarios y todo eso…

-Supongo que lo subirán los del camión de mudanzas tú limítate a hacer lo que te he dicho, entendido?

Me fui mascullando y bajé las escaleras hasta la entrada. Fuera hacía calor, estábamos en pleno verano. De repente pasó un hombre envuelto en una bufanda y no pude evitar reírme, me miró i me callé. Me limité durante las dos horas siguientes a hacer lo que me había dicho Rebeca, subir cajas. Esperé arriba hasta que los hombres del camión acabaron de dejar los últimos muebles pesados. Empujé las cajas que llevaban mi nombre en la parte superior, las coloqué al centro y me dispuse a llevar los muebles.

-Rebeca! Tenemos un problema, el armario no cabe.

-Ponlo del revés.

Era un armario que tenía desde pequeña. Me lo regaló la abuela Rosa y le tenía mucho aprecio. Era blanco y en cada puerta había un espejo. Los pomos estaban formados por unas flores de cinco pétalos de madera cubiertos con pintura violeta i en el centro un conjunto de brillantes que formaban el centro. Costó lo suyo pero finalmente lo acomodé en un rincón. La mesilla de noche, el escritorio, la cama… Ya estaba todo en su debido sitio. La mayoría de los muebles quedaban bien porque eran de madera blanca pero la cama resaltaba un poco porque era de un color tostado. Pronto me llamó Re para comer. Había hecho una especie de potaje morado.

-Y… Que se supone que es esto?

-He decidido experimentar! Te gusta?

-Claro…!- dije intentando sonar convincente.

Después de dejar el potaje a medias fui a mi habitación y comencé a colocar ropa dentro del armario. Cuando acabé, me acosté en la cama y me quedé dormida. Me desperté a la una menos cuarto de la mañana. Tanto había dormido? Como no tenía sueño me tomé una pastilla y volví a la cama donde me volví a quedar dormida de nuevo.

Los días pasaban rápidos i poco a poco fueron quedando dos meses para ir a mi nuevo instituto. Cada día era más aburrido que el anterior. Cuando una noticia cambió la rutina que llevaba hasta ahora. Estábamos tomando el desayuno cuando Re me lo dijo.

-Oye, ayer me encontré un vecino que sacó la basura al mismo tiempo que yo. Me preguntó por ti. Era un tal Carlos.

-Que te dijo?- dije mojando las galletas en la leche.

-Palabras textuales: Dile a tu hermana que baje a verme. No me he olvidado de ella.

Durante el resto del desayuno no dije nada y cuando llegué a mi habitación me miré en el espejo. Tenía posibilidades con aquel chico de pelo castaño y ojos verdes que casi no conocía? Desde luego, la respuesta no la iba a encontrar mirándome al espejo así que decidí arreglarme y bajar a su piso. Rebusqué en mi armario un conjunto adecuado para la ocasión. Una camisa a cuadros abierta con una camiseta de tirantes blanca debajo combinada con unos shorts y unas Converse. Cogí mis llaves, el Iphone y baje al 4B.

Mudanza a MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora