Capítulo 59: ¿Qué saben de ellos?

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-¿Fue intenso? -preguntó, yo me reí.

-Mucho...

-Oye, ¿se traga?

-¿Sinceramente? No sé... -respondí, encogiéndome de hombros.

Mientras me comía las papas que había dejado Adrián en su plato.

-¿Tú lo tragas? -me preguntoó.

-¿Qué es esto? ¿un tag de preguntas incómodas? -reí.

-¡Responde a mi maldita pregunta!

-¡Ay, bueno, si! -confesé- No es situación como para ir corriendo al baño a escupirlo, ¿no?

Nos reímos.

-¿Sabes? Es extraño imaginarte a ti en esa situación... -me miró divertida.

-¿Lo estás imaginando Cristina? ¡Que asco! -exclamé.

-¡¿Qué asco?! ¡Si tu eres la cochina que lo hace! -se quejó.

-Buen punto...

-Y... ¿a ti te sabe feo?

-Un poco... -confesé.

-Pero, Abraham hace ejercicio... -justificó.

-¿Y en que cambia el ejercicio? -alcé una ceja.

-Luego te cuento -me guiñó un ojo.

Okey....

-¿Y que tal lo hace? -alzó una ceja.

-Mueres si lo pruebas...

-¿De verdad? ¡Ay maldita, sabes que tendré que quedarme con las ganas! -exclamó

Me reí.

-¿Ganas de qué? -apareció Abraham, preguntando.

-De... De... ¡Eso! ¡Yo quiero! -exclamé, señalando su helado.

Después del postre volvimos a casa, eran las diez y cuarto de la noche y mi vuelo salía a dos de la madrugada, claramente no iba a dormir, en medía hora teníamos que salir para el aeropuerto. Me cambié de ropa por una un poco más cómoda que el jean ajustado que llevaba puesto, y salimos todos en caravana para mi devastadora despedida. Por un lado estaba feliz, iba a volver al país en que crecí, viví en Estados Unidos los últimos diecisiete años de mi vida, claro que lo extrañaba. Pero mi emoción de viajera era opacada brutalmente por la tristeza que me generaba el saber que iba a estar un mes lejos del amor de mi vida, en el camino lloré, en el baño lloré, en Starbucks lloré, mientras tomaba mi café con leche. Ya habíamos registrado el equipaje y lo único que me quedaba era el pasaporte en mano y mi mochila la cual llevaba él colgada de su hombro. A las 2:40 am anunciaron que ya era hora de irnos, volví a llorar y mi tía conmigo. Lo abracé y lo besé mucho, un beso triste y salado mezclado con lágrimas, un beso de despedida. Abracé a su hermano, y después a los míos, a Adrián le pedí que por favor cuidará de Cris, y a Cris le dejé el gran deber de cuidarme a mis dos bebés en mi ausencia (ya que no podía llevármelos a ninguno de los dos) Ni Abraham, ni a Chopper. Abracé a Antonio y su esposa, y ambos me desearon bien viaje y prometieron cuidar de su hijo por mi.

--Te amo -le dije, sostenido su rostro empapado en lágrimas entre mis manos- Te amo, mucho.

Me besó repetidas veces, para después abrazarme fuerte. ¡Oh si! Cuanto me harían falta esos abrazos.

Abrí los ojos, callando en cuenta de algo horrible ¡Iba a pasar mi cumpleaños dieciocho lejos de ellos, lejos de él! Y ahí grité, grité mucho, grité por dentro claro. No iba a ponerme a gritar ahí, me iban a tildar de desquiciada.

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