Capítulo 11

2.1K 190 9
                                    

Me acerqué y me agaché a mirar dónde le habían disparado: era en las costillas. Reed no paraba de decir cosas que no entendíamos y cerraba y abría los ojos junto a los espasmos que estaba teniendo por el dolor.

Saqué una venda del bolsillo de mi pantalón (me aseguré de traer por experiencia propia y para estar preparados en situaciones como éstas) y le indiqué a Bri que levantara un poco a Reed para que pudiera rodearle la zona para parar un poco la hemorragia. Cameron tenía mejores conocimientos que yo, pero en aquel momento estaba asegurándose de buscar el francotirador. Si había conseguido a uno de los objetivos, estaba claro que los demás estábamos en el punto de mira también.

—Por dios, Reed, ¿¡por qué demonios no te pusiste el chaleco antibalas!?—Bri prácticamente le estaba gritando y Nathan le puso bruscamente una mano en el hombro. Reed soltaba gruñidos y lloraba mientras decía entrecortadamente que no lo encontraba.

Wendy, él no necesita eso ahora.

—¿Se pondrá bien?—preguntó tembloroso Hugo. En aquel estado a pesar de llevar el uniforme militar, se veía realmente cómo de pequeño era. Incluido Reed que cerraba los ojos cuando hacía presión con la venda.

Estaba concentrada en vendarlo lo mejor que podía, pero en cuanto intenté levantarlo, no podía. Iba a necesitar ayuda.

—Cabo, vamos a tener que llevarlo—le dije a Cameron. Los demás se quedaron mirando.

Él volvió tras examinar el perímetro y sin ningún éxito de encontrar al que tiroteó a Reed. No dijo nada y parecía pensar hasta que asintió con la cabeza.

—Soldado Miller, lo llevaremos los dos y—se dio la vuelta—, Soldado Spencer, usted irá al frente y los demás lo seguiremos. Todo indica que el francotirador se ha retirado y tenemos la zona despejada de momento. Necesitamos tratar a Romeo antes de que pierda más sangre.

Asintió con la cabeza y Cameron y yo apoyamos el brazo izquierdo de Reed a su hombro. Me encargué de llevar el saco de Reed y sus armas, ya que pesaban. Corrimos lo más rápido posible, pero yo a duras penas podía alcanzar el mismo ritmo que llevaba Cameron. En un momento éste se dio la vuelta, aún con Reed en su hombro y con la conciencia perdida.

—¿Estás bien?

Tragué bilis y asentí con la cabeza. Él hizo lo mismo, se dio la vuelta y siguió llevando a Reed como podía. Nathan seguía adelante, guiándonos y en alerta. Briseida está a su lado, y Hugo detrás, que a pesar de la distancia entre él y yo, puedo ver claramente que está temblando. Quisiera poder tranquilizarlo, porque me salta la vena maternal y porque aunque tenga apenas catorce años, sigue siendo un niño. En realidad, todos lo somos en tierra hostil.

El terreno era llano, puede que bastante arenosa y me molestaba mucho los trigos porque se me cruzaban en la cara y tenía que sacudir la cabeza para quitármelo de encima. Sin duda, era una panorama muy diferente a Euresis: hacía frío, pero también calor y no entendía por qué había un silencio absoluto ni desde dónde podría haber venido el tiro.

No había edificios, era un campo llano, un triguero. ¿Desde dónde demonios podrían haberlo hecho? La tensión se podía cortar fácilmente, y yo sentía cómo mi corazón quería hasta salirse de mí.

Le había prometido a Liam que no iba a morir en un campo de guerra. No iba a morir en aquel lugar, y mucho menos aquella noche; al igual que no iba a dejar que ninguno de nosotros—de mi escuadrón—muriese aquel día.

Finalmente tras unos minutos intensos siguiendo a Nathan, cruzamos el triguero y dimos con una carretera. Parecíamos estar en mitad de la nada, como en una de esas películas antiguas del Oeste. Era de noche y tal y como nos habían dicho, cayó notablemente la temperatura. Según Cameron, por la noche podía llegar hasta cero grado y de día podía alcanzar los cuarenta. Era horrible sólo pensar en ese hecho... y aterrador de alguna manera.

The Final Reign (#TCIM 2) ©Where stories live. Discover now