Espanto

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Capítulo 23: Espanto


Dulce

     La vigilancia en las calles ha sido redoblada aunque las personas como yo no puedan detectar a los guardianes entre ellos, están en todas partes a donde mires. Pero sigo estando intranquila, es una sensación como un mal presentimiento. En la calle todo se encuentra normal, la cotidianidad del día a día, aunque esa chica de melena verde me causa mala espina.
     Se acerca a grandes zancadas hacia acá, es muy delgada, su cabello cae en ondas rebeldes a su espalda, grandes entradas negras en la raíz. La campanita suena y ella entra. Ahora que puedo detallar su rostro no me cabe la sorpresa de mirar sus ojos violetas, como los de Cat.
     Desliza la mirada por todo el lugar como si buscara algo, ignorándome por completo.
     —Quiero esa espada —dice con tono autoritario, señalando la espada de Cat.
     —No está a la venta —imito su tono de voz.
     —Quiero esa arma —insiste.
     —No está a la venta —repito.
      Sus uñas aruñan el cristal del mesón que se encuentra entre nosotras. El sonido me descalabra el cuerpo. Sus ojos parecen querer apuñalarme, intento controlar el miedo que me produce. Cambia la dirección de su mirada hacia los estantes de libros detrás de mí. Siento que la tienda de antigüedades está expuesta ante sus ojos, que el libro Riquelme podría ser alcanzado por sus manos justo este momento. Ella sonríe, y sale de la tienda.
      Respiro con tranquilidad en el momento en que ya no veo su cabello verde por la calle. Todo esto de reubicar ese libro me tiene paranoica. Siento que en cualquier momento algún oscuro va a entrar y se lo llevará.
     Concentrarme en el trabajo es lo que tengo que hacer. Todavía hay nuevos ejemplares de libros por organizar.
     Voy por ellos atrás, una pequeña caja ya abierta la arrastro de regreso por el corto pasillo pero me detengo a mitad de camino. El pulso me tiembla en la garganta, tan fuerte que siento que me asfixia. Hay alguien parado justo frente al estante donde se encuentra el libro Riquelme. Puedo ver los bordes de un vestido tan antiguo que es imposible que pueda ser cierto. Alzo la mirada, y está allí. Una mujer de cabello rojo y ojos carmesí, lleva un vaporoso vestido que cubre sus pies.
     Un grito rasga mi garganta y ella es tragada por el libro.
     Me olvido de la caja, y corro hacia el exterior. Le paso seguro a la puerta y tomo rumbo al otro extremo del mercado negro, a casa de Marta.
      No tengo idea de lo que acabo de presenciar, parecía como un fantasma.
      Empujo a todo el que se cruza en mi camino, estoy temblando. Entro al primer callejón e intento recordar el laberinto que hay que cruzar para encontrar el recinto de la bruja. Pero el miedo me cohíbe. No tengo idea de por dónde continuar.
     Me agarro el cabello con frustración, no soy capaz de recordar. Una mano en mi hombro me hace saltar a un lado, y por segunda vez, grito.
      —Dulce soy yo —la voz de Sergio me tranquiliza solo un poco.
     —Casi me matas del susto —digo entre jadeos.
     —Me doy cuenta. ¿Qué ocurre? ¿Por qué estás tan asustada?
      —Te cuento cuando lleguemos a casa de Marta. Me alegra verte porque no tengo idea de por dónde es.
     Él contrae las cejas hasta que parecen ser solo una, está preocupado por mi actitud pero por lo menos no me come a preguntas inmediatamente.
     Pasa su brazo por mi espalda y me hace continuar por el callejón, no sé cuántas vueltas damos antes de detenernos frente a una pared de ladrillos donde no hay puertas y puj en un segundo aparece una.
     Marta se asoma, sus ojos naranjas se detienen en mí. Debo parecer enferma porque nos hace pasar con premura. Atravesamos la cortina de bambú, y me dejo caer en una de las sillas. Los temblores se me han calmado pero las palpitaciones en mi garganta sigue siendo constantes.
     —No esperaba una visita tuya jovencita —dice trayendo un vaso de agua—. ¿Qué paso contigo que estas tan pálida?
     —Vi algo en la tienda —digo y me tomo el agua. Es un alivio, estaba seca.
     —Algo tenía que haberte asustado cuando no sabías como llegar aquí —inquiere Sergio.
     —Cuéntame muñeca ¿qué fue lo que viste?—Marta se sienta a mi lado.
     Me dedico a respirar antes de comenzar a hablar, también me sirve para organizar ms ideas. Siento que mi cabeza esta revuelta. ¿Quién puede ser esa mujer que me causo tanto miedo?
     —Una chica de cabello verde entro a la tienda, quería el arma de Cat y le dije que no estaba a la venta. Ella no me agrada.
     — ¿Cómo eran sus ojos? —pregunta Marta.
     —Violetas.
     — ¿Te hizo algo? —pregunta Sergio muy preocupado. Ellos parecen conocer a esa chica.
     —No, ¿quién es ella?
     —La prima de Cat —responde Sergio.
     —Ella no es la razón por la que vine. Después que ella se fue, fui por unos libros a la parte de atrás de la tienda y vi a una mujer con vestido antiguo, No estoy segura de que época pero tenía ojos carmesí y su cabello era tan rojo.
     — ¿Estas segura de lo que viste? -
—pregunta Marta alarmada.
     —Sí, estoy muy segura. Luego ese libro se la trago —no estoy segura de que me hayan entendido, pero fue así como lo percibí como si se la hubiera tragado.
      —Sonia Riquelme —murmura Sergio. Apenas y capto el nombre.
     —Selt no puede enterarse todavía —dice Marta.
     —No entiendo ¿porque no? —. Pregunto— ¿A quién vi?
     Ambos cruzan mirada como decidiendo si continuar con la conversación o no. Sergio rueda una de las sillas y se sienta con los brazos extendido sobre la mesa.
     —Viste a la madre de Selt -dice el lobo—. Ella está muerta, pero tengo mis razones para pensar que Sonia nunca se fue del todo de este mundo. Parte de ella está dentro de ese libro, creo que por eso es que los guardianes nunca pudieron destruirlo. Y, no sabemos cómo Selt lo vaya a tomar.
     Me reclino contra la silla. Si lo que él dice es cierto, tuve frente a mí al espanto de la creadora de los oscuros. Una mujer con el alma tan retorcida que aun estando muerta sigue causando daño. Y si esa chica de cabello verde también la vio.
     —¿La chica de cabello verde podría ser un oscuro?
     — ¿Por qué lo dice? —pregunta Marta en vez de responderme.
     No tengo idea de cómo reconocer a un oscuro y quizás estoy equivocada, pero es que tengo una espinita atravesada en el pecho que con cada segundo que pasa se inca un poco más. Un mal presentimiento que no consigo concretar.
     —Ella buscaba algo y no eran las espadas de Cat, aunque se ensaño en que las quería, siento que buscaba algo y tengo la mala sensación que lo encontró aun cuando se fue con las manos vacías —explico.
     —La familia De La Rosa tiene un lazo muy estrecho con las Riquelme desde hace siglos, no podemos descartarlo ni tampoco podemos dar veracidad a que esa chica sea un oscuro. Pero si me preocupa lo que ha pasado hoy —dice Marta.
     Desde que atacaron la ciudad hemos estado planificando como mover el libro de la tienda sin que sea detectado por los oscuros ni siquiera por los guardianes. Es increíble, pero ni siquiera en el concejo se puede confiar del todo. De la noche a la mañana estamos acorralados sin poder reconocer quienes son amigos o enemigos.
     —En dos días se hará el cambio —anuncia Sergio muy serio y preocupado—. No podemos esperar mucho tiempo, si lo que Dulce intuye es cierto. Los oscuros ya sospechan que el libro está en la tienda e intentarán recuperarlo.
     —Dos días es mucho tiempo —me quejo de solo pensar en volver a la tienda y que en cualquier momento ese espanto haga apto de presencia—. Esa mujer me causa mucho miedo.
      —Está muerta, no puede causarte ningún daño —dice marta intentando tranquilizarme pero no creo en sus palabras.
     —Ninguno de los dos puede estar seguro de eso —replico.
     —Tienes razón —me apoya Sergio—. Yo podría ir a la tienda de cada cierto tiempo pero no puedo quedarme todo el día contigo. De momento estoy a cargo de la manada, creo que no te has enterado, Bruno está encarcelado en la ciudad de las sombras por la muerte de una estudiante. Están señalando a la manada como oscuros porque salía luz que la forma en que fue asesinada la chica es un viejo ritual. Se especula que condenaran a chico.
     — ¿Eso qué quiere decir? —pregunto.
     —Que lo ejecutarán si lo encuentran culpable, la muerte de un guardián en manos de otro guardián es imperdonable —dice Marta—. Pero tú no tienes de que preocuparte.
     Se levanta y va hacia la otra habitación repleta de libros. Estoy exponiendo mi vida desde el momento en que decidí ayudarlos a mantener oculto ese maligno libro, y la verdad es que no me importa. Todos ellos están haciendo algo para impedir que un mal se propague por el mundo más de lo que ya conocemos, y he llegado a la conclusión de que si he reencarnado por tercera ocasión no solo fue por el circulo de sangre sino porque mi vida tiene un propósito mucho más importante. También lo hago en honor a mi hermano, por mi familia, por cada uno de esos amigos y compañeros que han muerto en mano de los oscuros. Alguien tiene que detenerlos y quiero ser parte de ello.
     —Está asustada —susurra Sergio girando una moneda entre sus dedos.
     —Un poco.
     —Preferiría que te alejaras de todo esto —deja caer la moneda sobre la mesa, esta gira y gira hasta que se detiene.
     — ¿Por qué siempre insistes en lo mismo? A veces siento que te recuerdo a alguien.
     Una media sonrisa se dibuja en sus labios pero no llega hasta sus ojos, hay dolor en ellos.
     —Hace mucho conocí a una señorita tan buena e inocente como lo eres tú. Y, su vida se acabó muy pronto. No quiero que te pase lo mismo.
     No esperaba que me respondiera. Sergio es distante y reservado, y siempre evade mis preguntas. Su pasado es un tema del cual no habla mucho, o mejor dicho, casi nada. Me ha tomado por sorpresa.
     — ¿Se puede saber quién era ella?
     —Es una historia muy larga —dice pensativo.
     —Quizás tu historia ha sido demasiado larga, pero dudo que la de ella lo haya sido.Sus intensos ojos azul verdoso me miran fijamente.
     —Su nombre era Mia De La Rosa...

Secreto de la Rosa. Guardianes 5. Gato MágicoWhere stories live. Discover now