Una verdad oculta

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Capítulo 14: Una verdad oculta

Selt

     La mansión Humboldt es como de ensueño. Los chicos están impresionados, pero mucho más las gemelas de La Cruz. En los últimos meses, cada una ha tenido que enfrentar los cambios que han dado sus
vidas. Cambios que las han llevado a un mundo lleno de traiciones, de una maldad antinatural… Un mundo donde quien menos esperas te apuñala por la espalda. A veces el enemigo no es quien se encuentra en el exterior, si no quien se encuentra bajo tú mismo techo, y lamentablemente, estas palabras se han convertido en hechos. Ambas se mantiene perplejas ante la inmensa casa, y la hermosura que presenta entre su sombría decoración exterior, y al mismo tiempo esa formidable fortaleza que trasmite.
     —¿Alguna vez estuvieron aquí? —pregunta Zoe con la gruesa voz que le proporciona el cuerpo de su novio.
     Ella a diferencia de su hermana, permaneció presa de su libertad desde que nació. Esclava de los oscuros, sin conocer más que sus tétricas instalaciones. Desprovista de lo que realmente es la vida.
     —Nunca —expresa Maycol detrás de ella, con los brazos cruzados sobre los abultados pechos del cuerpo de su novia—. Ahora entiendo porque el temor del padre de Cat. Si así luce la casa por fuera, no quiero ni
imaginarme como son los habitantes.
     —Pues ya sabemos de dónde ha sacado Cat su delicado carácter —expresa, Sebastián con sarcasmo.
     —Agradece que ella no está aquí, para hacerte tragar tus palabras —digo sin poder contener la risa, la situación de Zoe y May es de lo más divertida. Pero estar frente a la mansión de alguna manera comienza a
revolver mi trágico pasado. Me permito recorre la fortaleza que se alza ante mis ojos, una fortaleza que me hace recordar lo que alguna vez creí que era un hogar.
     Los años no han logrado alivianar el dolor, la culpa… dicen que el tiempo sana las heridas, pero las mías siguen abiertas. Aun cuando he mantenido distantes todos esos recuerdos y sentimientos siempre hay algo que los trae a colación a mi realidad, y los últimos momentos de vida de mi madre me perseguirán hasta el final de mis días. No había nada que pudiera hacer, y aun así deseo haber podido hacer algo.
     Tomo aire, dejo los recuerdos a un lado y me acerco a la rustica puerta. Otro recuerdo asalta mi mente.
     Ese día en que la verdad sobre mi familia quedo expuesto, ese mismo día pase la mejor tarde de mi vida al lado de Sergio.
     Suspiro, recordando sus hermosos ojos azul verdoso, —mi lobo, ¿Dónde estarás? —susurran mis labios.
     Antes de que las lágrimas dancen fuera de mis ojos, toco la puerta.
     Un hombre alto y pálido sale a nuestro encuentro, nos observa con desdén, para luego hacerse a un lado permitiéndonos el paso. Me hago a un lado y, espero a que los chicos entren, luego sigo sus pasos. El corto pasillo, da entrada a una exuberante sala. Lo primero que veo es a Cordelia, reclinada contra un oscuro y elegante sillón, sus manos en movimiento tejiendo botitas para el bebé. La gata de ojos violetas, alza la vista una radiante sonrisa se expanden por sus labios.
     —Qué bueno que ya estén aquí —expresa Cordelia—. Este lugar es como un comando militar.
     El mayordomo hace una mueca y luego se aleja.
     —Por lo menos estas ocupada en algo —expreso sonriendo tranquilamente. Es extraño sentir tanta familiaridad, hace meses la única persona que mantenía
a mi alrededor era a Marcus, recordarlo, hace que se me agüen los ojos. Después de tantos años de soledad, había encontrado la criatura más tierna, y nuevamente mi propia sangre me lo arrebato. Los oscuros volvieron a quitarme, lo que más amaba.
     Cordelia deja de lado la aguja y el tejido. Suspira profundamente, al percibir mi tristeza, así que me limpio los ojos con el dorso de la mano antes de que las lágrimas se apoderen de mí por completo.
     —Estoy encerrada en mi propia casa, en algo tengo que ocupar tanto tiempo libre —dice con desagrado.
     —¿Y qué hay de Camilo? —pregunto, terminando de alejar las lágrimas que intentan salir. Justo ahora necesito hablar de lo que sea, disfrazar mi mente para
que los recuerdos no me afecten.
     —Hace lo que yo no, busca información sobre el difunto marido de mi hermana. Ya te contare —observa a los chicos que nos miran extrañados —. ¿Cómo les ha ido?
     —¿No mejor que a ti? —responde May en el cuerpo de Zoe, totalmente irritado.
Cordelia mira de un lado a otro sin poder creer lo que ve y escucha. Sus felinos van de los chicos a mí, me encojo de hombros y ella deja escapar una carcajada que hace eco en las paredes de la casa, lleva una mano a su pecho como si eso la ayudara a respirar mejor. Cuando se siente calmada, pregunta —¿y que paso?
     Me muerde el labio ocultando una risita, mientras recuerdo los últimos acontecimientos de la semana—. Nicol cambio sus almas —digo con voz apaciguada.
     —¡Whoa!, eso quiere decir que está avanzando bastante —expresa Cordelia.
     Zoe y May la miran con desagrado. Puede estar avanzando, pero no es divertido ser sus ratones de laboratorio.
     —Si algo así, solo que aún no ha podido revertirlo —explica Sebastián contendiendo también la risa.
     Cordelia busca la mirada de Nicol, pero la encuentra fija en el piso apenada.
     —Bueno en algún momento lo descubrirá —anuncia Cordelia con un leve encogimiento de hombros. Restándole importancia a la situación.
     —¿Y tú suegra? —cambio de tema.
     —Salió temprano, está buscando las maneras de que nos permitan ir a visitar a Camila —. Dice entusiasmada —a todos — enfatiza en las últimas palabras.
     —¿De verdad? —pregunta Sebas sonriendo.
     —Y ya tienen permiso para ir —anuncia una voz detrás de nosotros.
     Doy vuelta para mirar a la mujer que ha llegado, de alta y esbelta estatura, una mujer mayor muy bien conservada. Su cabello oscuro mezclado con abundantes canas, cae sobre sus hombros en rebeldes
ondas. Unos profundos ojos, muestran a una mujer de carácter.
     —Por primera vez en la vida estoy feliz de verte, Francisca —expresa Cordelia con fingido entusiasmo.
     —Si no fuera por la criatura que llevas en tu vientre ya hubiera desgarrado tu garganta hace bastante tiempo —replica la mujer con amargura—. Un De La Rosa en mi familia —mueve la cabeza con disgusto—, tanto años manteniéndolos alejados de esa sangre contaminada, para que al final fueran mis nietos hijos de una…
     —Sin insultos —dice Cordelia levantando una mano—, recuerde que todo lo que yo siento lo siente el bebé.
     Cordelia acaricia su pronunciado vientre, en un claro efecto dramático.
     —Y solo porque ya no hay nada que hacer al respecto, he dado mi brazo torcer. Si no me hubiera encargado de que ambos estuvieran ya en el otro mundo—. La anciana expresa con rencor.
     —¿Cuándo podemos ir a ver a Cat? —pregunta Nicol, intentando dar otro rumbo a la conversación.
     —En unas semanas —dice Francisca con calma, pero fulminando a su nuera con la mirada. Se da un respiro y camina hasta el sillón, dejándose caer en el otro extremo
de donde se encuentra Cordelia. Se detiene a mirarme por unos segundos.
     —¿Cómo te fue en el médico? —le pregunta a Cordelia, cambiando la dirección de su mirada.
     —Bien, es un niño —dice llena de felicidad.
     —Ya pensaste en algún nombre —pregunta Zoe desde el cuerpo de May.
     —No. Se llamara Camilo como su padre, no hay mucho que buscar —encogiéndose de hombros.
     —Bueno creo que es hora de que descansen, supongo que les espera una larga noche en las calles de la ciudad —Francisca casqueo sus dedos y el hombre
alto y pálido aparece de la nada— acompáñalos a sus habitaciones.
     Comienzo a caminar detrás de los chicos hacia las escaleras.
     —Tú quédate —me dice Francisca.
     Retrocedo, y tomo asiento en el mueble que queda justo frente a ella. El silencio en la sala la comienza a impacientarme, además de los ojos de esa mujer que no dejan de buscarme.
     —Nunca imagine tenerte en la sala de mi casa —la voz de Francisca me toma desprevenida—, tantos años y te ves más joven como mi nieta.
     —No comprendo —expreso con nerviosismo.
     Cordelia se mantiene en silencio observándonos. Ella entiende mucho menos, evidentemente.
     —Tú eres una Humboldt, Selt —anuncia la anciana.
     Me quedo en estado de shock, como podría ser eso posible, e inmediatamente mi mente se dispersa en los recuerdos, impregnándose de uno en específico.

Secreto de la Rosa. Guardianes 5. Gato MágicoWhere stories live. Discover now