⚜️10: La Gran Madame

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Mikaela se quedó pensativo por un momento, considerando que podría ser posible atraerlo con la ayuda de una proxeneta y su fiel sirviente. Trabajarían en equipo y lograrían su cometido. Si aquella mujer ha compartido tantos años de su vida con personas del mismo sexo en ese tipo de ambiente, debe de ser una gran conocedora.

—¿Y cómo logramos eso? —Mikaela hizo una pausa y arrastró su libro por la mesa hasta tenerlo en mano—. Mi padre me hizo leer esto y no ha funcionado. Al contrario, parece que soy un repelente o una abominación ante sus ojos —murmuró apenado, entregándole la guía.

Madame examinó la caratula y arrugó la nariz, tirándolo al tacho de basura más cercano.

—Querido, esa guía es de hace más de setecientos años de antigüedad. Las costumbres han cambiado —le dijo muy ofuscada—. Por favor, manden a quemar este libro.

Uno de sus sirvientes lo recogió y salió de la habitación con éste.

—Comenzaremos desde cero, corazón. —Se volvió hacia Mikaela con una sonrisa—. ¡Ahora, cariño! Cuéntale a Madame cómo es ese zorrito tuyo y qué has estado haciendo hasta el día de hoy.

Relatando su propia historia de amor, Mikaela le contó a Kimizuki cómo sucedió todo desde el primer día que se conocieron cuando tan solo eran niños. Luego le contó su segundo encuentro en el castillo y sus tácticas de seducción.

Los piropos habían sido un fiasco.

Bastante decepcionado por lo sucedido, Mikaela envió a uno de sus informantes a que fueran a averiguar todos los datos necesarios sobre Yuichiro. Desde su color favorito hasta la marca de ropa interior que usa. Curiosamente, descubrió que le gustaban los bocadillos salados, su color favorito era el azul y amaba los dragones más que nada.

De ahí en adelante, lo llenó de regalos.

Le dio la llave de su biblioteca para que leyese todos los libros que él quería; mandaba a preparar todo un banquete, y el zorro lo rechazaba; ordenó a que pintasen su cuarto de ese mismo color; y que su ropa sea confeccionada para que encajase con la decoración de éste.

Dicha acción terminó en un portazo en la nariz al igual que los cientos de veces que mandó un ramillete de rosas. Yuichiro las botaba a la basura.

Por más que Mikaela lo siguiese y le dijese las cosas más tiernas, Yuichiro siempre le decía que no iba a aceptarlo. Mikaela, personalmente, le preparó un baño y se despojó de sus prendas para sorprenderlo. Eso solo le hizo ganar que le tire el azafate de metal en la cara. Esa noche, Yuichiro se bañó en el río.

»—Pierdes tu tiempo, vampiro —le dijo enojado por haber terminado con el cabello teñido de azul marino—. Tienes suerte que puedo restaurarlo a su color original con magia o te despedazaría.

Todo lo que hacía no funcionaba. Para empeorar las cosas, Yuichiro se había negado en continuar con las clases hasta que Mikaela se comportase.

—Tampoco entiendo por qué los vampiriachis no funcionaron —murmuró Mikaela, frotándose la barbilla—. Habíamos elegido un tema muy romántico. Hasta pedí que usaran sus gorritos anchos y bigotes falsos.

—¿Y qué sucedió, su Alteza?

Mikaela suspiró, haciendo un puchero.

—Salió del balcón con un balde de agua fría y ajos. Es un zorro muy salvaje... —manifestó sin borrar ese tenue rubor de sus mejillas—. Salvaje, pero tierno. Yo sé que él es un buen partido, sin contar su falta de gracia y el semblante de un verdadero príncipe. Eso deja mucho que desear.

—¿Y qué es lo que le gusta tanto de él, mi príncipe?

—Él no es como los demás —contestó embelesado.

¿Quién se casó con Mikaela Hyakuya?Where stories live. Discover now