Whatever (Yaoi/BL)

84- Vuelta a empezar

Jake se estaba agobiando demasiado en aquel taxi que desearía que fuera más rápido. Sabía que era tarde, que seguro que ya se había acabado y que estaba yendo a ninguna parte. Pero, después de la conversación con Charlie... ¿qué pasó?

Fácil. Jake corrió como alma que lleva el diablo hasta su casa, compró el billete más temprano a Australia mientras devoraba los macarrones –sin queso- de su madre, y casi se queda calvo con la espera hasta dos días después, cuando se llevó a cabo el vuelo. Le dolió bastante el precio, el cual pagó él mismo con los ahorros que había logrado con su trabajo, pero debía hacerlo. Tal vez se perdía un par de días de universidad... pero también valía la pena. Se subió en ese maldito avión y ni se molestó en buscar hotel. Ese día era la fase final del torneo, así que no tenía tiempo que perder, o dejaría de tener alguna oportunidad de solucionar las cosas. Si salía bien, no estaría solo en Australia, y si salía mal, volvería a casa de inmediato... si tenía suerte y había algún vuelo disponible.

Cogió un taxi en el aeropuerto y le dijo que fuera directamente al lugar en el que Brad le dijo que se llevaría a cabo la final. Y, ahora, estaba ahí, queriendo que el tiempo fuera más rápido y le quitara esa maldita agonía y esa incertidumbre de si volvería a casa solo o acompañado. No quería pensar en la primera opción, aunque fuera la más lógica y la que mejor entendería. Después de las mentiras que le escribió, él no se perdonaría si fuera Brad. Solo quería que él fuera feliz, pero... ¿qué pasaba con él? Necesitaba estar a su lado, que se metiera con él, que le hiciera sonrojarse hasta las orejas y que le besara cuando menos lo esperaba. Lo necesitaba.

Cuando divisó el estadio con las luces apagadas a lo lejos, les pidió a todos los dioses que no se hubiera marchado ya. El coche paró frente a la puerta principal, de la cual estaban saliendo muchas personas. Demasiadas, a decir verdad. Pero le pagó al taxista, cogió su pequeña maleta, y volvió a correr hasta llegar a mogollón de gente.

Buscó con nerviosismo ver una cara conocida entre todas esas personas que no había visto jamás. Una cara en especial. Una cabellera roja y una sonrisa ladeada. Solo quería ver eso... pero no estaba por ninguna parte. La gente comenzaba a disiparse, hasta quedarse casi solo, alejándose del montón de risas y conversaciones a las que no prestó ninguna atención.

Pero no pensaba rendirse. Miró hacia el estadio en el que, según Brad, se celebraban todas las finales de competiciones de boxeo a nivel mundial. No era gran cosa, pero seguro que a cualquiera que practicara este deporte le hacía especial ilusión estar ahí. Las puertas estaban abiertas y dentro se podía distinguir algo de luz.

No tenía nada que perder... bueno, tenía mucho, demasiado que perder. Pero se la jugó y entró al establecimiento, arrastrando su maleta con él.

Por dentro se veía mucho más grande. Montones de escalones que servían de bancos rodeaban un único ring en el centro, igual que en el primer combate de Brad que vio, solo que este estadio formaba una especie de pirámide invertida, quedando el ring a un nivel inferior. 4 focos iluminaban el centro y parte de las gradas. Pero él no se fijó en nada de eso, para nada. Sus ojos se agrandaron cuando vieron la figura que estaba buscando, de espaldas. Justo esa.

Dejó su maleta sin importarle nada. Se tomó dos segundos para recuperar su agitada respiración. Cogió el aire y el valor necesarios para hablar en alto, y lo hizo, intentando que se le escuchara ahí abajo.

-¡Eh!- no se le ocurrió nada más que decir, al igual que cuando se conocieron. Era algo parecido: él estaba arriba y Brad estaba abajo. Él quería que le escuchara... pero fue ignorado-. ¡EEEEH!

-¡Ya le he escuchado la primera vez! ¡Le he dicho al encargado que me deje un rato aquí, tengo permiso!

Jake sonrió al escuchar una respuesta tan parecida a ese "¡Si te molesta el ruido, me da igual, joder!". Al parecer no se dio cuenta de que era él de quién se trataba... o eso o lo estaba haciendo a posta.