XLIII

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Sus ojos azules, resplandecientes por los rayos de sol que entran por la ventana, su rostro fresco, aunque quizás hace poco haya despertado, sus cabellos algo desordenados, pero tan perfectos en él. Me mira, fijo y sin expresión alguna. No tengo idea cuánto tiempo habrá pasado en ese estado, quizás mucho antes de que yo despertara. Y me siento avergonzada de creerlo, que él me haya estado mirando mientras duermo, de esa manera tan cálida y adorable pero tan indescifrable a la vez...

-Buen día. -Me atrevo a decir mientras me acurruco más en mi sitio.

-Buen día, Emma. -Responde con su típica voz ronca de la mañana.

Los vellos de mi cuerpo se encrespan ante el tono de su voz. Aun permaneciendo recargado sobre su codo en el colchón y la barbilla sostenida por su palma, mantiene sus ojos fijos en mí. Quizás no comprende el por qué estoy aquí. Y, dicho sea de paso, tampoco estoy tan segura de por qué opté por dormir a su lado anoche.

- ¿Dori ya ha llegado? -Pregunto mientras me siento en la cama e intento distraer mi mente. Necesito concentrarme en otra cosa.

-No lo sé. Supongo que sí. -Responde breve y bajo.

Asiento y ojeo la habitación para localizar mi ropa. La hallo sobre la silla en la que anoche la deposité. En cuanto tomo impulso para salir de las cálidas sabanas de seda, su mano me apresa el brazo.

Lo miro, sigue siendo tan difícil de leer.

-No te vayas aún.

Abro la boca para responder, pero no salen mis palabras. No debería. No deberíamos prolongar más esto. Sentirme tan bien, pero a la vez tan nerviosa, con un indescriptible dolor en el estómago y una fuerte sensación de ansiedad en mi piel es...

- ¿Podrías abrazarme? -Suelta el agarre, dejándolo a sus lados mientras se sienta derecho.

Curvo mis labios en una melancólica sonrisa al recordar vagamente el pasado, el inocente pasado.

* - ¡Christian! -Exclamé al verlo entrar a la sala con su mochila azul cielo que siempre utilizaba para llevar su ropa cuando dormía en casa de algún amigo.

- ¡Hermanita! -Dijo tirando su mochila a un lado, corriendo hacia mí.

- ¿Por qué te has ido por tanto tiempo? -Gruñí cruzándome de brazos, fingiendo estar enojada. Realmente no lo estaba, no podía estarlo. Lo extrañaba demasiado, por sobre todas las cosas.

-Sólo me he ido una noche. -Rodó lo ojos dejándose caer en el sofá, a mi lado.

-Pero mamá dijo que vendrías por la mañana, y ya es de tarde. -Dije inocentemente mirando el reloj de pared, aunque tampoco era como si estuviese muy segura de la hora que era.

-Sí, dormí hasta tarde y me quedé a comer allí. -Alzó los hombros restándole importancia.

-Tú nunca duermes hasta tarde. -Le reproché.

-Durmió hasta tarde porque durante toda la noche no lo hizo. -Dijo Dori ingresando a la casa.

Volví a mirarlo y él sólo se estiró para tomar el control de la televisión y encenderla.

- ¿¡No dormiste!? -Tapé mi boca con exageración. -Mamá se enfadará contigo.

-Mamá no lo sabrá, ¿verdad, Dori? -Preguntó volteándose a verla. Ella se cruzó de brazos, sonriéndole.

-Sólo si me dices el motivo por el cual no pudiste dormir y molestaste a tu amigo toda la noche con la luz encendida. -Dijo con seguridad.

-Eso es chantaje.

M.H ~Parte 1 -2 -3 ~ [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora