⚜️04: Un loco en el castillo

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Yuichiro se encogió de hombros.

Una vez que se ha quedado completamente solo en los balnearios reales, se relajó. No había ridículos músicos, sirvientes pervertidos ni molestos capitanes ni soldados jorobándolo.

Ahora, todo era maravilloso.

Yuichiro se acercó a una de las esquinas, tomando una de las bandejas de plata para escrudiñar su contenido. En cada recipiente, había jabones de avena, de calabaza y especias. Yuichiro tomó cualquiera y se frotó sus extremidades vigorosamente. Seguidamente, se lavó la cabeza, dejando que el sudor de toda la noche desaparezca.

—Esto es el paraíso. —Picó un par de fresas acarameladas de otro de los recipientes.

Cuando terminó de asearse, se estiró por completo y permitió que su cuerpo se mantenga sobre la superficie, flotando bocarriba. Disfrutó del vapor que acariciaba su piel y de los nuevos aromas que emanaban de su cuerpo. Yuichiro continuó descansando, admirando el techo y cuestionándose dónde podrían estar esos asombrosos libros de dragones. Tener ese conocimiento para poder ser ascendido era uno de sus más grandes sueños. Ser el dueño del santuario y traer más especies bajo su cuidado.

Yuichiro retornó a la realidad cuando sus orejas captaron los pasos de varias personas, acercándose a donde se encontraba. Avergonzado de que lo pudiesen ver como lo trajeron al mundo, hundió su cuerpo y braceó hasta llegar al otro extremo para salir de ahí.

Yuichiro usó la fuerza de sus brazos para incorporarse y gateó hasta uno de los estantes. Para su infortunio, le había dejado todo lo que necesitaría para bañarse, menos lo más esencial: una toalla y una muda nueva de ropa.

«¡Qué me partan el culo! ¿Y ahora qué mierda haré?»

Las voces se hacían más fuertes y lo ponían más nervioso. Yuichiro recorrió todo el lugar, buscando un miserable pedazo de tela, pero no había absolutamente nada. Desesperado, tensándose al escuchar rechinar la manija de la puerta, Yuichiro optó por zambullirse y ocultarse en la parte menos visible por el vapor.

Repentinamente, la entrada se abrió y las voces eran entendibles.

Yuichiro deseaba suicidarse.

—Pensé que habían mandado al mejor violinista para que me acompañase en mi baño —comentó Mikaela, andando descalzo con una bata encima—. ¿Por qué no hay ningún sirviente aquí?

—Puede que todavía estén en su habitación, su Alteza —replicó una voz en particular. Era masculina, pero enervante de alguna manera—. Es una pena que tenga que remojarse aquí a partir de ahora hasta que terminen de remodelar su tina. ¿Desee que los llame?

—¿No es obvio, Ferid? —contestó Mikaela, aburrido, deslizando su atuendo hasta los hombros—. Puedes retirarte.

De un ademán, Ferid se despidió y se fue.

Hubo un silencio sepulcral en donde solo se escuchaba la bata siendo desprendida de la blanquecina piel de Mikaela, cayendo sobre sus pies. Mikaela bordeó la piscina para el lado contrario en donde se escondía Yuichiro y descendió por unos escalones hasta que el agua tocase sus hombros.

«¡Por el amor a Inari! ¿Por qué tuvo que ser él? ¡De todos! ¿Por qué él?», pensó Yuichiro, cubriéndose la boca para no hacer ni un maldito ruido, pegándose más a la esquina. Él muy bien sabía que Mikaela no lo podía ver desde esa distancia, y tendría la oportunidad de escabullirse en el momento en que el vampiro se volteé.

Por más que lo odie, tenía que admitir que el príncipe de Sanguinem era alguien de contemplar. Las gruesas gotas que caían de su cabellera se resbalaban sobre su esbelta figura, trazando cada contorno con delicadeza. Sus húmedos labios, abriéndose para comer las frutas restantes. Sus bellas facciones que eran dignas de una criatura fuera de este mundo.

¿Quién se casó con Mikaela Hyakuya?Where stories live. Discover now