Capítulo 8 ✔

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Guardé mi gorro en mi cartera una vez que ya había entrado a la cafetería, la campana que estaba colocada arriba de la puerta hizo un sonido cuando esta fue abierta por mí, haciendo que algunas miradas se fijaran en quien entraba. Sonreí sin mostrar mis dientes a algunos clientes que conocía, los que siempre venían a tomar un café, ya sea por la mañana o por la tarde.

Hoy no venía con el objetivo de trabajar, sino, de pedir permiso por una semana. Mi padre había empeorado con el alcohol y necesitaba cuidados e igual que mi madre. Aunque... el verdadero motivo, era Luciano. Necesitaba esquivarlo, aunque sea, una semana y tomar el valor de poder mirarlo sin vergüenza por la otra noche.

Tragué saliva cuando la encargada me miró con sus ojos de toro loco y me dio el permiso donde decía que podía faltar una semana. Sonreí de lado y la saludé, diciéndole que la veía en una semana.

Una semana me bastaba con tal de ignorar a esos dos chicos. Y el mundo entero.

En la semana que no asistí al trabajo, me dediqué ir al hospital a visitar a mi madre y con el tiempo libre que me sobraba, estudiaba para el examen de ingreso a la universidad, estaba planeando estudiar profesorado de Lengua y literatura, era algo que me encantaba, el olor a libros, escribir, entre otras cosas. Y lo que me daba más paz, es que no había visto a Luke ni a su amigo.

Salí de la habitación de mi madre cerrando la puerta lentamente, no le había comentado sobre mi padre ni sobre los dos amigos locos de remate, no quería que se pusiera mal, aunque, por dentro, sentía que ella sabía que había algo mal con mi padre, no exactamente qué, pero sí que pasaba algo entre él y yo.

Solté un suspiro mientras cerraba mis ojos en forma de descanso, estaba agotada. Cuando los abro, un rostro conocido se hace presente en mi vista, sus zapatillas rojas y un sweater de color verde agua se hicieron distinguir en la sala de espera. Me atiné a mirarlo. Solo a observar sus ojos...

-Hola.-murmura con su cabeza ladeada y con su típica sonrisa de chico bueno.

Él estaba tan cómodo en aquellas sillas horribles de color azul, realmente yo odiaba estar sentada allí. Llegan a tal punto de querer estar de pie y no sentada allí.

- Hola. ¿Qué haces aquí? -susurré. Estaba en duda si sentarme a su lado o quedarme en donde estaba. Mi cerebro parecía ponerse lento cuando él estaba a mi lado.

- ¿Cómo has estado? - pregunta el ignorando mi pregunta anterior. -Fui a verte al trabajo, pero la encargada me dijo que no asistirías al trabajo por una semana y me preocupé. Le pregunté en dónde podía encontrarte y me dijo que aquí es donde, literalmente, vives. - Sonrío de lado de una manera tímida, pero no me importaba, se había preocupado por mí.

Awww. Casi me derrito ante sus pies.

Suspiro y asiento. Ignoro su comentario preocupante y trato de disculparme.

- Si-murmuré en un suspiro.- pedí permiso para acompañar a mi madre.-él asintió con su cabeza, comprendiendo lo que le estaba diciendo. Tuve que apoyarme en la pared, porque me temblaban las piernas de los nervios.

Vamos, Olivia. Es un chico... Es Luke, no hay que ponerse nerviosa.

- Lo...-Me aclaro la garganta al sentir mi voz débil, debe ser porque he estado llorando y no he hablado con nadie, excepto con mi madre en estos días. -...lo lamento por lo de la otra vez. Fue muy vergonzoso y no quería que vieras eso y...-empecé a decir cada estupidez que se me venía a la cabeza y ni yo sabía que estaba hablando, pero me detuve al ver como él se ponía de pie mientras se colocaba delante de mí con una sonrisa tímida, acorralándome en la pared.

Besos sabor café [#1]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora