⚜️02: Amor a primera vista

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Cuando encontró la carta de Sanguinem, tuvo la extrema necesidad de saber qué demonios querían esos pretenciosos vampiros. Por alguna razón que no recordaba, no les caiga bien. En lo absoluto. Para su sorpresa, era una invitación como muchas otras.

Usualmente, cuando un heredero está en la cúspide de su edad, listo para casarse, los reyes invitan a los posibles pretendientes de cualquier rango. Y de todos ellos, el príncipe anfitrión elegirá a uno para casarse.

Los beneficios iban desde fortalecer las alianzas ya formadas, hasta aumentar las riquezas. Suena razonable, pero a Yuichiro le parecía estúpido. Tan solo era una excusa para encamarse con medio mundo y terminar con un culo más abierto que una jarra de pepinillos gruesos. Él creía en el verdadero amor, no en un evento en donde los invitados formaban parte de un catálogo de esposos.

—¡Tienes que ir, jovencito! —vociferó Guren, acomodándose la bata negra para que la manga no se interpusiese al recoger a su rebelde hijo del piso—. ¡Nos has estado escondiendo estás notificaciones por mucho tiempo y tienes el descaro de negarte!

—Nos estás avergonzando.

—¡Pero...! ¡Por el amor a Inari! —resopló Yuichiro, alzando los brazos y agitándolos desenfrenadamente ante el cerrado pensamiento de sus padres—. ¿Qué diferencia habría si no voy? ¡Ni siquiera lo conozco! Ese príncipe tiene a todas las naciones yendo tras él. No habría diferencia. Prefiero quedarme a seguir trabajando.

Shinya suspiró, entendiendo perfectamente lo que su hijo quería decir. Detuvo el brazo de Guren quien estuvo a punto de darle otro cocacho en la parte posterior de la cabeza y se volvió hacia su hijo. Deslizó su brazo sobre los hombros de un hombre, no aquel niñito que alguna vez fue del tamaño de un cachorro, y lo guio hasta el borde de su cama, sentándose junto a él.

Yuichiro, preguntándose si sería otra de sus largas charlas cuando se negó a asistir a otra de esas fiestas, golpeó la suela de su zapato, esperando que terminase lo más pronto posible para relajarse. De un chasquido de dedos, las sábanas de seda cobraron vida, enredándose entre sus piernas y lo mandaron a besar el piso.

—¡Guren! —resondró Shinya, llevando sus manos a las caderas por haberle estampado el rostro contra el suelo—. Puedes castigarlo como quieras, pero no en su perfecta cara. ¡Es lo único bueno que tiene!

Yuichiro, adolorido por el maltrato, no sabía si tomarlo como una ofensa o un cumplido.

Su padre se movió de hombros por lo ruidoso que podía ser su esposo y enmudeció, deseando que Shinya sepa cómo controlar a aquel diablillo.

Con tantos años de casado, aprendió que la fuerza bruta no funcionaba con aquella cabezota de chorlito y que el tonto de su hijo prefería la sutileza de Shinya. Siempre malcriándolo, siempre siendo más indulgente que él.

Un día de estos, ese consentimiento hará que su propio hijo sufra durante sus adversidades como gobernante.

—Sé perfectamente que no te gusta la idea de ir por lo que paso durante tu primera invitación con el príncipe de los enanos, pero te prometemos que los vampiros son diferentes. Son nuestros amigos y compartimos territorio, Yuu —le explicó Shinya con cariño, frotándole la espalda—. Te prometemos que no te harán nada, cariño. Estarás bien. Sé que no te casarás...

—Con estúpido engreído que envía ese tipo de invitaciones y que me casaré con alguien que conozca como toda persona normal, en circunstancias normales —terminó la oración, repitiendo la frase con la que siempre defendía sus ideales sobre el matrimonio—. Si es posible, me casaría con un pueblerino.

Yuichiro torció una mueca al recordar al pervertido enano de pacotilla que quiso sobrepasarse con él y las náuseas lo invadieron

—Sé que intentaron robar mi virginidad, pero ese no es el problema. Creo que es una pérdida de tiempo.

¿Quién se casó con Mikaela Hyakuya?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora