"Provocaciones matutinas y una carta maldita. "

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(Jace y Gine en la multimedia.)

Todos sabemos que los lunes no son buenos. Nada buenos. Ni siquiera normalitos.
Los lunes son una mierda, seamos sinceros. Los lunes son lo peor.

En ello estaba pensando Gine mientras el despertador chillaba y chillaba sin parar en la mesita de noche.

Se puso la almohada encima de la cabeza e intento seguir durmiendo.

-Gine... -dijo una voz soñolienta.

-Jace... -dijo Gine con voz ronca del sueño.

-Arriba. -dijo moviéndose mas cerca.

-Cinco minutos más. -dijo ella con voz suplicante.

Él chasqueo la lengua.

-De eso nada monada. -dijo con mas claridad.

Una fuerza invisible le arrebato la suave almohada de su rostro.

-Pero Jacie... -empezo ella.

-Arriba, Gine. -la interrumpió. -No hay mas discusión.

Gine abrió los ojos, enfadada.

Jace estaba rascándose los ojos.
Su tupido pelo negro estaba hecho un desastre. Puntas mas claras salían en punta de su cabeza, siendo bañadas por el sol que ya entraba a raudales por las ventanas.
El edredón blanco se había arremolinado en sus caderas, dejando a la vista su increíble torso desnudo, e incluso un atisbo de la goma de su bóxer oscuro.

Gine se quedo mirando fijamente la linea de vello que subía por su bajo vientre.

-Deja de mirarme, Ginebra. -dijo Jace con voz dura.

Cuando Gine levanto la mirada, se encontró con sus poderosos ojos verdes. Oscuras pestañas sombreaban sus ojos hinchados.

-¿Es que no puedo mirar o que? ¿Tengo que pegar un peaje?

Él la miro duramente.

-No seas macarra.

-No soy macarra, querido Jace. -dijo con retintín. -Solo estoy mirando. No es un pecado ni nada.

Él alzo las cejas.

-Una niña de dieciséis años no tiene que estar mirando a un chico de esa forma. Y menos si ese chico es su tutor legal.

Gine le sonrió con picardía.

-¿De que forma? -le tentó.

Él se peñizco el puente de la nariz con sus largos y níveos dedos.

-Joder con la niña. -siseo.

Apartó las sabanas de un manotazo furioso, dejando al descubierto sus largas y musculosas piernas.
Lanzándole una última mirada a Gine, se levanto de la cama.

Gine le seguía con la mirada por toda la habitación.

Jace levantó la mirada hacia ella cuando sus ojos se clavaron en cierta parte inapropiada.

Él soltó un gruñido ronco, sus ojos brillando casi de forma imperceptible.

-Ginebra, deja de mirarme y ves a prepararte.

Ella puso los ojos en blanco.

-Lo que usted me diga, mi comandante. -dijo con sorna.

Salto de la cama con agilidad felina, y se meneo hasta donde estaba él.

Sus ojos ardientes ojos verdes la recorrieron entera.

-¿Cuantas veces te tengo que decir que no duermas en bragas? -le espeto.

1. Locas Historias De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora