EPÍLOGO

337K 31.3K 5.6K
                                    



Han pasado dos meses desde que Harry Stevens se marchó sin decir nada. Dos largos meses en los que he tratado de arreglar toda la mierda interna que dejó su partida, y que han estado llenos de días muy buenos y días terriblemente malos.

Escribió una carta.

La encontré tres días después de que se marchó. Estaba dentro de uno de los cajones de la mesa de noche. Leerla fue lo más doloroso que pude haber hecho en mi vida.

Se entregó a la policía... O, al menos, eso fue lo que dijo que haría en esa carta.

Dijo que las cosas no habían terminado. Que, en ese mundo, si matas al líder, te conviertes en el líder. Que él mató a Rodríguez y que, por ende, ahora es él quien debe asumir el cargo del negocio. Dijo, también, que prefería entregarse a la policía antes de convertirse en el líder de una banda de narcotraficantes, por muy pequeña que esta sea...

Lo odié por eso. Lo odié por pensar siempre en hacer lo correcto. Por no ser un poco egoísta y pensar en él. En nosotros...

Ahora, después de tanto tiempo, lo entiendo un poco más, sin embargo. Harry hizo lo que creyó que era lo correcto para él. Se entregó a la policía porque era la única forma en la que iba a poder estar tranquilo consigo mismo. Era consciente de la oleada de problemas que iba a acarrear la muerte de Rodríguez para nosotros y eligió terminar con todo de una vez para evitar que ocurriera algo como lo que pasó la noche en la que Tyler me disparó.

¿Yo?... Yo no he podido aceptar del todo que mi vida no será la misma a partir de ahora.

Al principio, estaba empeñada en buscar a Harry en todas las delegaciones de la ciudad para tratar de hacer algo para ayudarlo, pero Will me lo impidió. Me dijo que era algo que Harry había decidido y que no podíamos intervenir. Que él estaba haciendo eso por mi bien y por el suyo, y que debíamos respetarlo.

Me tomó mucho tiempo aceptar que no puedes detener a alguien de hacer lo que su corazón le dicta solo porque no eres capaz de entenderlo.

Ahora mismo, lo único que le pido al cielo es que me dé fuerza. Necesito fuerza suficiente para levantarme una vez más y afrontar lo que venga, del modo en el que venga; porque la vida es así... difícil. Dura. Demoledora.

Es aquello que pasa mientras uno espera a que lo malo se vaya. Se esfuma entre tus dedos y, cuando te das cuenta, estás atrapada en una prisión que tú misma has construido. Una en la que eres víctima de tus propios demonios y que está hecha de tus más profundos miedos y tus más intensas inseguridades.

Yo ya no quiero ser víctima de mí misma. No quiero ser víctima de nadie... Ni siquiera de Harry.

Él fue un ángel. Un ángel que vino en forma de todo aquello que tanto odiaba. En forma de Bestia... Y, si bien estoy segura de que vino a salvarme, también sé que vino a acabar conmigo... Vino a acabar con esa Maya desconfiada. Insegura.

Esa que desea encerrarse en su habitación y no salir de ahí hasta que todo lo malo haya pasado. Esa que aún es parte de mí, pero que he decidido que es tiempo de encadenar en lo más profundo de mi ser.

No soy la mujer más valiente, ni la más fuerte. Mucho menos soy la mujer más segura de sí misma, ni la más madura. Sin embargo, quiero serlo.

Con suerte, voy a serlo.

—¿Tienes todo lo que necesitas? —la voz de Jeremiah me saca de mis cavilaciones y observo el apartamento de Harry por última vez.

Esta noche voy a mudarme. Aún no sé qué demonios haré con este lugar. No tengo el valor de ponerlo a la venta. Al menos, no aún.

No puedo quedarme, tampoco. Los recuerdos están acabando conmigo lentamente. No puedo seguir viviendo en este lugar. Necesito poner espacio entre todo aquello que me recuerda a Harry y yo.

—Lo tengo todo —digo, y me las arreglo para esbozar una sonrisa—. ¿Nos vamos?

Mi amigo me guiña un ojo y pasa uno de sus brazos por encima de mis hombros mientras salimos del espacio lleno de muebles cubiertos por sábanas.

—¿Estás bien? —pregunta mientras cierro la puerta con llave.

Un nudo se instala en mi garganta y la sensación de desasosiego me invade por completo; sin embargo, me las arreglo para mirarlo y sonreír.

—Pronto lo estaré.

BESTIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora