Capítulo 22

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—Voy a matarlo —dice Harry, con la voz enronquecida.

No es un grito enojado, ni un gruñido frustrado. Es una afirmación, como quien afirma que va a tomar una ducha o va a ir a la tienda, y es precisamente eso lo que hace que el terror me invada.

Quiero vomitar. Quiero que la tierra se abra y me lleve hasta su núcleo. Quiero cerrar mis ojos y dejar de existir. Deseo, con todas mis fuerzas, que todo esto sea una horrible pesadilla.

La figura imponente de Harry está erguida frente al umbral de la puerta, la cual se encuentra medio abierta, y sus ojos verdes están clavados en mí.

La ira tiñe sus facciones y me doy cuenta de que, de pronto, el chico dulce y amoroso se ha ido por completo. Estoy de pie frente al hombre que molió a golpes a mi papá hace unas semanas. Estoy de pie frente a Bestia.

El sabor salado de las lágrimas invade mi boca porque ya ni siquiera trato de secarlas. La humedad en mis pestañas me nubla la visión y lo agradezco, ya que así no puedo ver el rostro desencajado e iracundo del chico de las cicatrices.

El horror, el miedo, la repulsión, el asco, la pesadez en la boca de mi estómago y el nudo en mi garganta, son insoportables ahora y no puedo dejar de sollozar e hipar. Sé que me veo patética, pero no puedo detenerme. He abierto la puerta ahora, y ya nada puede parar el flujo incontenible de dolor acumulado.

De pronto, algo se acciona y todo pasa tan rápido, que apenas soy capaz de procesarlo.

Harry sale del apartamento a toda velocidad y desaparece de mi vista cuando desciende por las escaleras. Me toma unos segundos reaccionar, pero, cuando lo hago, me precipito fuera del departamento. Mi corazón late con tanta fuerza, que mis costillas duelen. Mis pulmones apenas pueden mantener el aire dentro y mis rodillas tiemblan tanto, que tengo que aferrarme al barandal para no rodar escaleras abajo.

El crujido estridente de la madera siendo golpeada, me hace ahogar un grito y miro, con pánico, cómo Harry empuja su hombro contra la puerta del lugar donde vive mi padre.

—¡Harry! —apenas puedo hablar. Él no parece escucharme—. ¡Harry, basta!

Él toma impulso y golpea de nuevo. Las bisagras de la puerta estallan con el impacto, y la madera truena antes de dejar al descubierto el interior del basurero en el que se ha convertido ese lugar.

—¡Harry, no! —me apresuro para alcanzarlo, pero él ya está dentro del espacio.

En el momento en el que pongo un pie en la estancia, un grito asombrado y adolorido retumba en las paredes. Mis ojos se cierran con fuerza y aparto la mirada justo cuando Harry atesta un puñetazo en la cara de mi padre.

Un gemido adolorido resuena en todo el espacio, pero no me atrevo a mirar. Estoy paralizada en el umbral. El sonido de los golpes y los alaridos de dolor me ponen la carne de gallina. Mi vista se clava en la escena y un grito amenaza con abandonarme.

La brutalidad con la que Harry impacta sus puños hace que quiera escapar de aquí. Va a matarlo. Si sigue así, va a asesinarlo...

El hombre en el suelo ha dejado de cubrirse. Los sonidos provenientes de sus labios son tan débiles, que apenas puedo escucharlos. Es entonces, cuando noto cuán entrecortada es la respiración del chico con el que vivo.

Por unos instantes, no soy capaz de procesar nada, pero, entonces, la escena empieza a tomar sentido.


Mi papá está tirado en el suelo y la sangre escurre por su boca y nariz, la hinchazón de su pómulo derecho le cierra un ojo completamente, y los espasmos adoloridos convulsionan su cuerpo.

BESTIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora