Capítulo 28

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No puedo dejar de pensar en Harry, y la frustración y el odio hacia mí misma es cada vez más insoportable debido a eso.

Hace tres días de la última vez que lo vi, y aún no he podido olvidar la expresión torturada y derrotada que tenía al salir del apartamento de Kim y Will.

No pude dormir más después de lo ocurrido. Me quedé en la cocina con Kim, mientras bebíamos café en silencio. Ella no dijo nada, pero sé que solo se quedó alrededor porque esperaba a que Will regresara, quien no lo hizo hasta dos horas después de que se marchó con Harry.

No mencionó nada acerca del estado de ánimo del chico en cuestión. Se limitó a decir que tomaría una ducha para ir directo al trabajo. Nadie ha hablado sobre el tema desde entonces. Es como si nunca hubiese ocurrido todo aquello, y no sé cómo sentirme al respecto.

Tampoco sé qué demonios siento en este momento. Hay días en los que lo único que quiero es salir corriendo a buscarlo. Hay otros en los que ni siquiera soporto pensar en él. Me encuentro dividida entre lo que mi corazón dice y lo que mi cabeza grita.

Hay días en los que mi subconsciente no deja de repetirme una y otra vez que lo único que ha hecho Harry es protegerme; que me ha dado todo lo que ha estado en sus manos y que no ha pedido absolutamente nada a cambio. Sin embargo, hay momento en los que la parte de mí que se encuentra resentida e insegura, no deja de gritar que Harry se cansó de esperar por mí; que, al ver que no iba a obtener sexo conmigo, lo buscó en otro lugar.

Me siento absurda y ridícula al pensar todas esas cosas horribles de la única persona que ha visto por mí durante los últimos meses y, al mismo tiempo, no quiero ceder sin tener la certeza de que no estuvo con esa mujer.


—¿Estás segura de que no quieres acompañarnos? —Kim habla y me saca de mis cavilaciones. Alzo la vista del libro que tengo en las manos, y que no estoy leyendo, para mirarla a los ojos.

Ella y Will están de pie en el umbral de la puerta. Irán a la fiesta de uno de los amigos de él.

—Sí —alzo el libro y les regalo una sonrisa—. Tengo un bebé que terminar esta misma noche.

Mi amiga rueda los ojos al cielo.

—Como quieras —trata de sonar enojada, pero no lo logra—. Will y yo vamos a beber hasta quedar inconscientes.

—Tú beberás hasta quedar inconsciente —masculla Will—. Yo seré el conductor designado.

—Eso no sucedería si me dejaras conducir tu auto —puntualiza Kim, mirándolo con reproche.

—Oh, cariño, prefiero lanzarme de un precipicio antes que prestarte mi coche —el gesto horrorizado de Will me hace sonreír aún más—. Eres un peligro tras el volante —me mira y añade—: ¿Sabías que tiró una cerca de madera la primera vez que condujo?

—¿En serio? —digo, con fingido terror, solo para seguirle la corriente a Will.

—¡Fue un accidente! —chilla Kim—, ¡Dios!, ¡no debí contarte eso nunca!

Kim se aparta de él y da un par de pasos antes de que Will la envuelva con un brazo por la cintura y tire de ella hasta pegar sus cuerpos.

Él murmura una y otra vez que la ama mientras ríe y pide disculpas. Algo se aprieta en mi pecho, pero no digo ni una sola palabra. Cada vez es más insoportable mirarlos. Cada vez es más difícil estar a su alrededor y mantener mis recuerdos a raya...

Desvío la mirada y me concentro en la tapa del libro que estoy leyendo hasta que las disculpas susurradas y los apodos melosos terminan. Entonces, me atrevo a mirarlos de reojo.

BESTIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora