Capítulo 21

657K 45.9K 25.5K
                                    



—Saldré tarde de trabajar hoy —digo, en voz baja. Sueno avergonzada y temerosa, pero no puedo sonar de otro modo. No cuando Harry Stevens me ha ignorado durante casi dos semanas.

Desde aquella fatídica noche que lo rechacé, nada ha sido igual. No es como si estuviese esperando que las cosas fueran como siempre, es solo que pensé que tendría la oportunidad de dar una explicación.

He tenido la confesión en la punta de la lengua todo el tiempo. Las palabras pican en mi boca desde ese día y la revolución de ideas, pensamientos y sentimientos, se ha vuelto insoportable.

Cada noche de camino a casa, ensayo un discurso que sé que no voy a decir, una confesión que sé que no haré, una justificación que sé que no voy a tener el valor de pronunciar... Cada noche trato de obtener su atención para hablar, pero ni siquiera se digna a dirigirme una mirada. Es más fácil para él pretender que no estoy ahí. Prefiere eso a enfrentarme.

He tratado de entablar conversaciones casuales, pero lo único que hace es responderme con monosílabos. Hace unos días pude arrancar una oración completa de sus labios cuando le pregunté qué quería cenar. No fue una respuesta importante o especial. Se limitó a levantarse del sillón y decir: «No prepares nada para mí».

Después de eso, no me ha dirigido la palabra.

He pasado noches enteras sin poder dormir. Me hundo lentamente en el mar de la angustia que yo misma he creado y, a pesar de que deseo hablar y contarle a alguien lo que ocurrió, no puedo hacerlo.

Me siento acorralada entre el miedo, la vergüenza y la imperiosa necesidad que tengo de decir la verdad.

Tengo miedo de la reacción que Harry pueda tener. Me da horror pensar en la forma violenta en la que puede actuar, y me aterroriza aún más pensar que puede llegar a ser indiferente a mi sufrimiento.


—De acuerdo —su voz me saca de mi ensimismamiento, pero ni siquiera me mira.

Su vista está clavada en la pantalla de su computadora portátil, su ceño está fruncido en concentración y la parte interna de su mejilla es mordida por sus dientes.

Abro la boca para decir algo, pero las palabras no llegan a mí. Sé que lo único que hago al tratar de hablar con él, es humillarme a mí misma. Sé que habla con indiferencia de forma deliberada. Sé que hace esto para herirme; y, aun así, no puedo dejar de buscar un poco de su afecto.

Me siento como una idiota y, al mismo tiempo, estoy molesta. Estoy molesta con él porque no entiende lo difícil que es hablar sobre eso. Porque no me da un poco de tiempo para armarme de valor y contárselo...

Me digo a mí misma que no puedo seguir aquí, mendigando por un poco de atención, así que, sin más, me giro sobre mis talones y salgo del apartamento.


Al llegar al restaurante, lo primero que hago es colocar mi mandil alrededor de mi cintura. Amarro mi cabello en un moño alto y apretado y tomo una libreta de notas y una pluma. Acto seguido, tomo una inspiración profunda y salgo al comedor con una sonrisa, lista para enfrentar un día más de lo mismo de siempre. Un día más de gestos groseros, palabras duras, miradas altaneras y desastres provocados por niños descuidados.

Kim y Fred hacen mi día más liviano.

Sus constantes bromas y cuchicheos me arrancan más sonrisas de las que me gustaría admitir. El ambiente ligero en el que me desenvuelvo hace que me olvide por un momento del desastre en el que se ha convertido mi vida sentimental.

BESTIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora