Capítulo 35

590K 37.3K 15.1K
                                    



—¿Fumas marihuana? —mi pregunta suena como a reclamo, a pesar de que no tengo intención alguna de que lo haga.

Mis dedos sostienen la bolsa plástica con hierba en el interior. Ni siquiera he tenido que husmear para encontrar el pequeño paquete. Harry lo dejó sobre la cama, a la vista de todo el mundo.

Él me mira por encima del hombro. Sus manos trabajan en los botones de la camisa negra que ha colocado sobre su torso, al tiempo que una sonrisa torcida se dibuja en sus labios.

—Es de Luke.

—¿Luke fuma marihuana? —lo miro con incredulidad.

Harry asiente.

—Con propósitos medicinales —mi ceño se frunce y, entonces, Harry explica—: Luke sufre de dolores crónicos en su cadera, y los analgésicos son cinco veces más caros que la marihuana —se encoge de hombros—. Prefiere consumirla a gastarse la mitad de su sueldo en medicamentos que pueden ser sustituidos con un buen porro.

Oh... —digo, porque no sé qué otra cosa decir. La vergüenza quema en mi sistema con tanta intensidad, que no puedo sostener su mirada.

Siento cómo Harry acorta la distancia entre nosotros, pero no me muevo. Se acuclilla delante de mí, y envuelve sus dedos en mi barbilla antes de alzar mi cara para obligarme a mirarlo.

—No es una pregunta de la que debas sentirte avergonzada —su expresión es amable y divertida—. Si yo hubiese encontrado algo así entre tus cosas, ten por seguro que habría preguntado.

Una sonrisa tensa se desliza en mi boca y él besa mi frente antes de incorporarse para terminar de vestirse.

Esta noche su jefe dará una fiesta, así que Harry está alistándose para ir. Ha pasado un poco más de una semana desde la última vez que pasé la noche en su apartamento. Aquella en la que se topó de frente con su pasado y con el chico al que consideró como su amigo durante mucho tiempo.

Hoy es mi día de descanso en el trabajo, así que me llevó a almorzar. Al terminar, fuimos al cine, vagamos un rato por el centro comercial y después, venimos aquí.

Harry pasó una hora encerrado en su habitación haciendo llamadas referentes a su trabajo y, cuando salió, me contó acerca de esta fiesta improvisada.

Ahora me encuentro aquí, recostada en su cama, mientras lo miro alistarse para ir a una fiesta a la que no quiero que vaya.

Harry se sienta a mi lado en la cama y se pone unos calcetines antes de enfundarse sus desgastadas botas. De pronto, se deja caer de espaldas, de modo que queda acostado junto a mí. Su cabeza está junto a mis rodillas, y la mía junto a sus muslos.

—Me encantaría poder quedarme aquí y pasar el resto del día contigo —dice, tras un momento de silencio.

—Pero no puedes —respondo y un dejo de tristeza tiñe mi voz.

Un suspiro se le escapa y siento cómo se incorpora antes de tomar mi brazo y tirar de él en su dirección.

—Ven aquí —dice y, de pronto, me encuentro sentada a horcajadas sobre sus piernas.

Mis brazos se envuelven alrededor de su cuello y mis dedos se deslizan entre las ondas húmedas de su cabello. Él cierra los ojos e inclina la cabeza hacia atrás al sentir cómo mis yemas masajean su cuerpo cabelludo y tararea en aprobación antes de envolver sus brazos alrededor de mi cintura.

—Sería maravilloso volver a casa y tenerte aquí siempre, como antes —dice, con la voz enronquecida.

Algo dentro de mi pecho aletea con la sola idea de volver a vivir bajo el mismo techo que Harry; sin embargo, no digo ni una sola palabra. Me limito a continuar con la tarea que me impuesto.

BESTIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora