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Fuimos a un lindo restaurante de comida italiana y nos sentamos al fondo, ordenamos una botella de vino tinto, ensalada y pasta, brindamos por mi cumpleaños y por el cierre de otro exitoso negocio que él concretaba. Fue una linda velada que me hizo olvidar todos los pensamientos lujuriosos que había tenido durante el día, estaba frente a un hombre real, del cual conocía todo y que además amaba y me amaba. Pagó la cuenta y salimos tomados de la mano del restaurante, nos besamos mientras nos llevaban el coche, que diferentes eran sus besos a los de aquel extraño, el amor debía ser la diferencia, pensé tratando de borrar aquellos recuerdos.

Llegamos a mi departamento y lo invité a subir, necesitaba apagar el fuego que me había estado consumiendo todo el día. Entramos tomados de la mano y cuando subimos al ascensor no pude contenerme y lo besé desesperadamente mientras acariciaba su pecho por encima de la camisa, al llegar al piso de mi departamento Brandon me miró de forma extraña.

– Pero Toria, nunca antes me habías besado de esa forma – exclamó sorprendido.

– Te necesito – respondí con voz de niña pequeña – y te extraño.

Entramos a mi departamento y volví a besarlo frenéticamente mientras hacía que se sentara sobre el sillón y yo me senté encima de él y comencé a desabrochar su camisa con urgencia, Brandon me acariciaba la espalda, comencé a besar su cuello, en tanto llegaba al último botón de la camisa, cuando su movil sonó.

– No contestes – supliqué con la voz entrecortada.

– Puede ser importante – replicó tratando de alcanzar el celular en su pantalón.

– Si es importante volverán a llamar – insistí exasperada.

– Perdóname cariño, pero sabes que es mi deber contestar el movil sin importar la hora que sea.

Entonces, me senté molesta a su lado mientras recuperaba el compás de mi respiración y el latido normal de mi corazón. Me di cuenta que era Leonardo, su jefe, para recordarle de la importante junta que tenían al día siguiente a las ocho de la mañana. En cuanto colgó vi que abrochaba su camisa, yo me llevé una mano al cabello y lo hice para atrás.

– Perdóname mi amor, tengo que irme, mañana tengo que madrugar, la junta es en Nueva York y ya sabes cómo se pone el tráfico para allá.

– Dijiste que me recompensarías – exclamé furiosa cruzándome de brazos.

– Y lo haré, te lo prometo, Leonardo va a darme un par de días libres como recompensa al negocio que ayer cerré y viajaremos adonde quieras.

– Eso has venido diciéndome por los últimos seis meses y sigo esperando.

– Te prometo que ahora sí se hará realidad, tú sabes que trabajo por los dos.

– Lo sé, lo sé, es sólo que... ¿hace cuánto hicimos el amor?, ¿tres meses?, ya ni siquiera lo recuerdo – agregué frustrada, cuando íbamos en la universidad lo habíamos hecho más veces en una semana que las que lo habíamos hecho en el último año.

– Mi amor, te juro que yo también te extraño y te necesito en ese aspecto, pero tienes que comprender que de este trabajo tendremos todo lo necesario para casarnos y poder mudarnos de Canada.

– Lo sé y lo comprendo – dije resignada – que descanses y suerte en tu junta.

– Recuerda que te amo Toria, por favor, eso nunca lo dudes – dijo tomando mi rostro entre sus manos.

– Yo también te amo – respondí.

Me dio un ligero beso en los labios y se fue. Yo me quede ahí, sentada en el sillón, resoplando, a pesar de que me sentía frustrada por el rechazo de mi novio, que prefería sus negocios antes de complacer a su novia aunque fuera por cinco minutos, lo que me tenía en realidad mal era el saber a quien era verdaderamente al que necesitaba y deseaba en esos momentos, así que me levanté y saqué el movil de mi bolso y decidida marqué su número, me importaba un reverendo pepino si pensaba que era una urgida que no podía conseguir una pareja de forma normal, mi cuerpo entero estaba reclamando, ansiando y deseando esos besos y esas caricias que me volvían loca por completo.

EXTASISWhere stories live. Discover now