El final

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Las puertas del tribunal se abrieron de par en par cuando la última sesión terminó. Las personas que componían la corte salieron poco a poco, no obstante, Fizzarolli atravesó a todas las personas a los empujones y quiso encontrar a Ozzie fuera del edificio. Estaba desesperado y fuera de sí, lo necesitaba, necesitaba explicarle todo lo que había ocurrido. No fue difícil encontrar su enorme figura a lo lejos, apartado de la entrada del tribunal y dándole la espalda al recinto.

—¡Asmodeus! —exclamó con voz llorosa y desesperada. Fue corriendo trás él sin dejar de llorar— ¡ASMODEUS!

Los paparazzi estaban invadiendo su alrededor, las fotos y los periodistas querían entrevistar a los dos involucrados. Pero Fizzarolli solo los apartó con fuerza de su camino y llegó hacia su novio, corriendo a todo lo que le daban las piernas.

—¡No me odies! —lloró lleno de amargura y con el alma rota, lo sujetó del brazo y lo agitó para que lo escuchara—. No te lo dije... no te lo dije porque...

En ese momento, Ozzie se dio la vuelta y con la misma expresión acongojada y adolorida, se lanzó hacia Fizzarolli y lo abrazó con toda sus fuerzas. Fluyeron aún más lágrimas de sus ojos y el fuego de su pelaje se apagó en señal de tristeza.

—¿Asmodeus...? —preguntó Fizz en un susurro atónito, también sintiendo sus ojos desbordar lágrimas— ¿Ah...?

El rey de la Lujuria retrocedió con Fizzarolli entre sus brazos, ambos cuerpos fueron cubiertos por llamas de color azul y, al dar pasos hacia atrás, ambos fueron tragados por un vórtice de poder y de llamaradas azuladas. Desaparecieron de ahí bajo la mirada de los paparazzi que los rodeaban.

El último en salir del tribunal fue Stolas, quien con una mirada cabizbaja y deprimida, apenas y pudo dar pasos hacia adelante con una clara amargura irremediable marcada en su rostro. Sus ojos apagados no podían emitir luz y su caminar fue pausado hasta que los entrevistadores y paparazzi lo rodearon y empezaron a acosarlo entre preguntas groseras y fotos sin consentimiento.

El búho se quedó en silencio, demasiado deprimido como para siquiera pronunciar palabra. Caminó por el medio de toda la prensa, su cabeza dolía y su cuerpo se sentía muy afectado ante su angustia.

Fue en ese momento que alzó un poco la mirada y observó con grandes ojos sorprendidos a Blitz, quien acababa de caer por la cerca principal de la lejanía del prado del tribunal luego de colarse. Era Blitz... Era al único que necesitaba ver en ese terrible momento.

Sin importarle nada, corrió hacia él. La prensa siguió en lo suyo, pero ya nada más le era relevante. Llegó al pastizal hacia su imp y cayó de rodillas ante él con sus ojos llenos de lágrimas.

—¡Stolas! —Blitz se incorporó como pudo luego del gran impacto de la caída, aunque estaba acostumbrado a aquello. Notó con miedo y nervios el semblante devastado del búho y se preocupó demasiado en cuestión de segundos— ¿Qué fue lo que sucedió?

Stolas ya no pudo contener esas lágrimas y ese dolor. Se acercó a Blitz para abrazarlo con todas sus fuerzas y lloró en medio de sollozos y lamentos fuertes. El testimonio de Fizzarolli y las injusticias dentro de ese tribunal lo hicieron quebrarse, lo hicieron replantearse cada momento de ese juicio y de su vida en la realeza, lugar al que ya no quería pertenecer nunca más.

—De verdad me esforcé... —lloró fuerte en medio del abrazó, ya que había dado lo mejor de si en esa defensa en dónde todo estaba en juego. Estaba muy afectado, muy alterado y aterrado por lo que había sucedido.

—De verdad me esforcé y no fue suficiente —volvió a repetir abrazándolo con tanto miedo y dolor. Blitz le correspondió el abrazo y empezó a frotar su espalda y su cintura para calmar sus fuertes temblores. Lo sostuvo para que no se derrumbara, Stolas estaba herido y Blitz se sentía terrible por no poder contenerlo lo suficiente en esa situación.

—Stolas... —lo abrazó con más fuerza, lo enterró contra su pecho y le transmitió su calor. No quería verlo sufrir, pero definitivamente algo horrible había sucedido en el tribunal como para que estuviera de esa forma.

—Lo intenté con todas mis fuerzas —sollozó el príncipe con un sufrimiento que lo sobrepasaba—. Quería ganar... lo necesitaba.

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Cuando Asmodeus materializó ambos cuerpos dentro de su habitación en el anillo de la Lujuria, se separó de Fizzarolli y se arrodilló ante él con un rostro que irradiaba la amargura más genuina y dolorosa. Podía mirarlo a los ojos, pero sentía que una parte de su corazón estaba totalmente destrozada. Fizzarolli se estremeció, no sabía que clase de pensamientos inundaban la mente de Ozzie, estaba asustado porque le ocultó un secreto demasiado enfermizo que involucraba haberlo engañado.

Su cabeza era una maraña de confusiones. ¿Fue una violación? ¿Fue un engaño? ¿De verdad había estado embriagado de poder y todos esos pensamientos que le incrustó Satán y Mammon eran verdad?

—¡Debiste decírmelo! —exclamó Asmodeus, largando dolorosas lágrimas que fluyeron por sus mejillas—. Debiste decirme todo, lo hubiera asesinado desde un principio —lo volvió a abrazar, sollozando ante un Fizzarolli que mantenía sus ojos abiertos, anonadados y llorosos ante tales palabras—. Es mi culpa porque siempre te creí, siempre confíe en lo que me decías. Venías y sonreías, decías que estabas bien, que era grandioso trabajar para él y que era la vida que amabas. En todos los primeros años... en serio te creí —Ozzie se enfureció consigo mismo por haberle creído y por nunca dudar de las palabras de Fizz, confío en él ya que nunca le contaba del infierno personal que estaba pasando para no preocuparlo— ¿Cómo pude ser tan estúpido?

No quería soltarlo, su instinto de pecado y de demonio no le permitía despegarse de su más valioso tesoro. Mantenía a Fizzarolli entre sus brazos, sentía que si lo soltaba y se alejaba de él, moriría de angustia.

—Es mi culpa por no protegerte —lloró con más fuerza y solo quiso rogarle disculpas hasta el fin de los días—. Fizzarolli... Siento que te he fallado como hombre y como pareja.

Fizz se aferró a su pecho con sus uñas y lloró de la misma manera. No era la culpa de Asmodeus, de ninguna manera. Era su culpa por ser un cobarde y por fingir ser fuerte, cuando no lo era. Podía enfrentar miles de situaciones, pero no podía controlar sus reacciones y miedos cuando se trataba de Mammon.

—Es por esto que siempre te rompes y vienes a mi, rogando que te lastime en el sexo y que sufres en tus pesadillas —envolvió sus grandes manos en la pequeña espalda de Fizz y contuvo su forma de temblar—. Es por esto que siempre colapsabas cuando no obedecías una sola orden, no eras perfecto para él y no cumplías ese absurdo estandar que marcó en ti —solo se separó un momento para tomar el rostro de su pareja y envolverlo entre sus manos para secar sus lastimosas lágrimas de cristal—. Lamento no haber sido suficiente. No haber visto las señales o simplemente... no entender lo que sucedía. No solo era el trauma del circo, era Mammon.

Fizzarolli le negó insistentemente, jamás podría echarle la culpa a Ozzie, quien fue el único que se quedó a su lado para sanar su dolor sin siquiera darse cuenta de todo lo que lo apoyaba y todo lo que le curaba el corazón en cada triste noche en la que volvía y falsamente pretendía que estaba en buenas manos y que disfrutaba de ese trabajo.

—No tienes que disculparte, no me has fallado ni una sola vez. Yo soy el que te mintió y te dijo que estaba bien —las lágrimas que caían fueron secadas por los pulgares de Ozzie, quien lo seguía mirando inundado de sufrimiento—. Fui el que encubrió todo porque temía que me dejaras. Siempre temí... no ser lo suficientemente bueno para ti —admitió con mucha vergüenza—, y quería estar con Mammon para ser alguien y estar a tu altura.

Bajó el rostro sintiéndose miserable y una total decepción para Asmodeus. Pero el pecado le levantó el mentón y besó la comisura de sus labios, haciéndolo estremecer, aún estando más frágil estado.

—Eres todo para mí y eres mucho más que suficiente, jamás te abandonaré —le prometió aún con tibias lágrimas en sus ojos—. Daría mi vida por ti, un millón de veces. Te amo, Fizzarolli.

Volvió a abrazarlo y el contrario lo sujetó, ambos se contuvieron mutuamente.

El juicio por fin había acabado. Era cuestión de días para que la cita final del veredicto se llevara a cabo.

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