El tribunal

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Más que un tribunal, el tamaño del edificio era comparable con un coliseo romano, de esos que tanto salían en los libros del mundo de los vivos que Stolas le enseñaba sin parar. Blitz se sintió ridículamente pequeño ante la estructura, luego observó su alrededor y, cuando captó a un grupo de imbéciles con cámaras y micrófonos dispuestos a interrogarlo, se escondió detrás de unas columnas de concreto.

Todos sabían que estaba allí porque su relación con Stolas era pública. Pero no necesitaba ser acosado en ese instante, necesitaba mantenerse alejado de esos idiotas hasta que su pareja finalizara el día y se tragara la presentación del juicio. Estaría allí afuera, inundado de nervios y escapando de los medios. Pero nada de lo que podría atravesar sería peor que estar dentro de ese tribunal y rodeado de los ricos bastardos que juzgarían el caso de Fizzarolli.

En el preciso momento que pensó en él, unos largos brazos robóticos lo sujetaron desde la cintura, lo elevaron y lo arrastraron con una velocidad imprevista. Fizz estaba sufriendo en silencio desde su propia esquina y aún no podía entrar, no hasta que llegara el horario pautado. Además, Asmodeus ya había ingresado para realizar unos últimos ajustes y no podía estar a su lado en esos momentos. A pesar de ser el involucrado, Fizz era tratado como una propiedad y no como un ser vivo a comparación del resto de la realeza.

—Luces sexy, Fizz —mencionó Blitz, aún colgado desde las alturas por los brazos de Fizzarolli. El bufón lo soltó y lo hizo caer bruscamente al piso. Aunque llevara un estúpido traje, no había nada sensual en su apariencia a su parecer.

—Cierra la puta boca. Es un juicio —Fizz envolvió sus brazos como diez veces alrededor de su vientre y mostró un rostro totalmente alterado —. Y estoy muerto de miedo.

Blitz se acercó con preocupación y frotó su hombro para que ya no temblara como una gelatina. Lo peor era que no estaba preocupado por si mismo, Fizz solo estaba asustado por Asmodeus y por lo que podría pasarle.

—No puedo entrar, pero estaré afuera esperando. Todo irá bien, Fizz. Puedo sentirlo —le dijo Blitz con seriedad—. Intenta que no hagan una locura. Stolas... No está muy bien —bajó la mirada sin explicar demasiado, pero luego lo miró a los ojos—. No permitas que se salgan de control. Ninguno de ellos.

Fizzarolli asintió apretando sus labios. Él era el que estaría entre todos esos sujetos de la realeza y sabía que tanto Asmodeus como Stolas podrían caer ante provocaciones. En el peor de los casos, debía detener un enfrentamiento directo. Ozzie era muy pasional y odiaba demasiado a Mammon, temía que comentiera actos imperdonables ante los demás reyes.

—Lo haré, haré todo lo posible. Lo prometo —le aseguró a Blitz, ya que él no podría hacer nada desde afuera. Era solo el inicio y estaba muy nervioso, pero ya estaban en el ruedo y nada podría detener el proceso legal del tribunal.

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Solo quedaban unos treinta minutos antes de la hora de ingreso.

Stolas estaba allí, en las afueras y releyendo un libro abierto debajo de la sombra de una estatua gigante que tenía la forma de Lucifer. Una reja, a unos diez metros, separaba a los periodistas y personal de seguridad del tribunal. Era un escándalo y estaba en las noticias, la demanda y el juicio que implicaba principalmente a dos pecados capitales y a un imp.

—Si alguien te lastima, voy a entrar —Blitz le cerró el libro y se quedó frente a él. Atravesó la seguridad luego de colgarse de la reja y sobornar a los guardias—. Y sabes que voy a hacerlo.

Stolas sabía que estaría allí. Aún estaba en control, pero no podía negar que sentía nerviosismo ante cualquier tipo de sorpresa. Bajó la mirada hacia Blitz y le tomó las manos. Lo único que podría traerle calma era su calor.

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