Hielo de sangre

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Stolas fue sumergido en el agua caliente de la bañera. Generalmente, cuando estaba en aquella profundidad, el agua empezaba a brillar de una forma violácea incandescente, pero esta vez el agua no cambió.

El búho se estremeció ante el contacto caliente contra el frío de sus extremidades. Allí dentro, desnudo y vulnerable, se acurrucó para intentar tomar algo del calor del agua. Blitz, fuera de la bañera, tomó sus manos y comenzó a refregarlas por dentro del líquido, bañó el plumaje con el agua que seguía ardiendo hasta empaparlo e intentar duramente que aquello diera resultado. Pero, a pesar de que sostenía sus manos y las cuidaba, nada parecía subir el calor en la sangre de Stolas.

Abrazó el cuerpo de Stolas y lo atrajo a su pecho, lo recostó allí y acarició el rostro húmedo del príncipe, nervioso ante su silencio. Stolas cerró sus ojos al sentir un leve rastro de tranquilidad al estar cerca de Blitz. Tal vez no podía subir su calor, pero estaba allí conteniendo el dolor de su cuerpo y acompañando su alma.

—Nunca te callas y nunca dejas de parlotear —susurró Blitz, pensando en voz alta y cuestionando las razones por las cuales no le decía que le sucedía realmente— ¿Por qué ahora no dices nada?

El cuerpo de Stolas se mantuvo acurrucado contra el pecho de Blitz. Dejó de temblar a pesar de seguir congelado. Era como si el tiempo se hubiera detenido, porque ni siquiera escuchaba a Blitz o cualquier cosa que le dijera.

—¿Stolas? —lo llamó el imp acercando su boca a su rostro. No lo sentía respirar ni moverse, aquello le hizo sentir un pánico súbito que casi lo mata de un infarto.

—¡STOLAS! —gritó totalmente asustado, agitando su hombro y causando que, al fin, el búho abriera sus ojos muy adormilado. Se estaba quedando dormido, probablemente su pulso y vitalidad estaban bajos porque estaba perdiendo fuerzas.

Blitz empezó a temblar contra su cuerpo. Estaba perdiendo el control de sus emociones. Sujetó una de las manos de Stolas por debajo del agua hirviendo, aún la sentía tan helada e inerte... como si no hubiera tenido el más mínimo contacto con algo que diera calor.

—El agua no está funcionando —lo apretó más fuerte, totalmente preso de la desesperación— ¿Qué es lo que debo hacer? Dime... —le rogó Blitz dejando todas sus defensas abajo y temiendo no ser suficiente para él en esa situación. De verdad rogaba que estuviera bien, haría cualquier cosa en el mundo para que volviera a sentir calor.

Stolas trató de recuperar la consciencia adecuadamente. Se sostuvo del pecho de Blitz con una mano y mantuvo la vista baja, sin poder emitir brillo de sus ojos rubí.

—Trae el libro —indicó en un susurro muy bajo—. Creo que puedo intentar algo.

Blitz asintió de inmediato. Sus acciones fueron rápidas. Dejó a Stolas allí por escasos segundos y se retiró del baño, para volver y traer el Grimorio entre sus manos. Dejó el libro en el suelo, ayudó a Stolas a salir de la bañera con mucho cuidado y, cuando lo tuvo de pie a su lado, el ave extendió un poco su mano para elevar el libro con su magia y atraerlo hacia él.

Stolas sostuvo el libro con sus largos dedos, los cuales estaban envueltos por polvos impregnados de brillo morado y azul. Las páginas empezaron a girarse por si solas por su magia. Blitz estaba sosteniendo a Stolas como le era posible.

Pero algo se quebró irremediablemente. Stolas abrió sus ojos atónito, como si sintiera que un cuchillo le atravesara el pecho. La magia se cortó abruptamente antes de intentar ejecutar cualquier tipo de hechizo y el libro cayó al piso. El príncipe se desplomó de rodillas en el suelo, Blitz jadeó rápido y lo atrapó antes de que se desmoronara totalmente. Sostuvo su espalda y cintura, y se dio cuenta del terrible esfuerzo físico que estaba haciendo Stolas para respirar.

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