Suavemente

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Fizzarolli cayó de pie luego de colgarse sobre la reja de la entrada de su mansión. Apenas se acomodó y miró hacia todos lados para cerciorarse de que nadie lo vigilaba, la camioneta de Blitz estacionó a medio metro de él. Bajó una de las ventanillas del vehículo y apoyó su antebrazo fuera, subiendo sus cejas y sonriendo con malicia al ver a su amigo.

—Hey, Froggie~. —lo llamó con falsa dulzura, gesto que hizo que Fizzarolli frunciera el ceño con fastidio absoluto al presenciar la burla— ¿Cómo engañaste hoy al señor lujuria?

—Cállate, estúpido —se subió al asiento del copiloto y cerró la puerta tan fuerte que casi rompe los vidrios— ¡Y no lo engaño! Solo... omito algunos detalles. Pero le digo que salgo alrededor, no estoy mintiendo —se cruzó de brazos y clavó su mirada hacia el espejo retrovisor.

—Si, si, claro, ¿le dijiste de ir a Orgullo conmigo? —preguntó Blitz al momento de arrancar la camioneta y marchar rápido por la carretera despejada—. O más bien... ¿Ya me mencionaste en alguna conversación al menos?

Fizz torció una mueca algo incómoda y no respondió. Todavía ni siquiera le había mencionado a Asmodeus el asunto. Y, de hecho, rechazó ir con él a Orgullo porque en realidad quería ir con Blitz. No era una preferencia egoísta, solo pensaba que el único que podría comprender su realidad era la persona que compartió su misma experiencia.

—¿Qué quieres encontrar ahí de todas formas? —Blitz volvió a interrumpir sus pensamientos, haciendo que el contrario hablara por primera vez en su camino.

—Luego del incendio, no pude volver —comenzó a explicarle—. No hay nada material que tenga de las ruinas del circo. Nada de mis cosas... Mis libros, películas, cuadernos o juguetes, todo se hizo cenizas —entrecerró sus ojos y se sintió un poco sensible al rememorar aquel pasado que nunca quería revolver.

—Pero hay algo que no se puede volver cenizas —giró hacia Blitz, quien lo miró de reojo, sabiendo a lo que se refería.

—Las memorias traumáticas.

—Mierda, no —le negó con obviedad—. Le robé dieciocho kilates de oro a tu papá y lo enterré por debajo de mi carpa de circo. Debe estar ahí.

—¡PUTA MADRE, FIZZ! —Blitz se conmocionó al borde del colapso y frenó en un semáforo en rojo, acción caótica que casi mata de un infarto a Fizzarolli y lo hizo aferrarse a los asientos como si su vida dependiera de ello— ¿DIECIOCHO KILATES?! ¿Cómo MIERDA? ¡AH, PERO TÚ NO NECESITAS EL PUTO DINERO! —el imp tomó los hombros del arlequín y lo agitó con desesperación— ¡ERES RICO! ¡VIVES EN UN JODIDO PALACIO CON UN SANGRE AZUL!

—¡YA SÉ, BLITZ! PERO-

Cuando las bocinas sonaron por detrás de su camioneta y las maldiciones empezaron a aturdirlos, Blitz tuvo que recuperar la compostura a la fuerza, colocar sus manos sobre el volante y avanzar por la ruta.

—... Bueno, si pudiera encontrar algo de eso o si encuentro algo más, no estaría mal —Fizz retomó la conversación mientras volvía a cruzarse de brazos e ignoraba el hecho de que Blitz estaba haciendo cálculos mentales de cuánto dinero equivaldría DIECIOCHO KILATES de oro—. Siempre quise mostrarle a Ozzie parte de mi pasado y como eran las cosas antes del accidente —volteó hacia Blitz y, aún con cierta desconfianza, quiso cuestionarlo sobre su historia— ¿Has vuelto a las ruinas alguna vez?

—Mnh. No, nunca volví —contestó sin vacilar— No es algo agradable, ¿sabes? Incluso trato de rodear el lugar todo el tiempo. Además, me arrestaron cerca de ahí y técnicamente no puedo pasar el perímetro  —no estaba orgulloso de eso y siempre quiso mantenerse lo más alejado posible de ese pasado que tanto le dolía y que siempre trataba de ocultar—. Me arrestaron y fui a la cárcel por vender autos robados.

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