fire meet gasoline {Javier Peña}

325 13 4
                                    

"Apenas puedo respirar cuando estás aquí amándome. Cuando el Fuego conoce a la Gasolina".

Es peligroso estar cerca del fuego cuando te consideras flamable, justo como la gasolina. El riesgo es toda mi vida y me importa poco lo que me pase siempre y cuando mi cuerpo tenga su dosis diaria de Adrenalina pero esta vez hay algo diferente. Mi adrenalina parece tener nombre y apellido desde hace tiempo... ha sido suficiente para crearme una adicción. Javier Peña es mi adicción y no estoy dispuesta a caer en rehabilitación por ello.

Somos la pareja perfecta aunque nuestro alrededor crea lo contrario. Creen que nos odiamos a muerte y cada segundo que pasamos juntos es como si la pólvora se esparciera sin miedo cerca de una fogata pero solo son especulaciones... ellos no saben como somos en realidad cuando nos encontramos juntos a solas. Es como encaminarme a una muerte segura, tal vez una muy mala manera de morir, pero no me importa. Nada me importa cuando hacemos fuego y ardemos juntos.

—Vamos a hacer esto juntos, ¿Has entendido lo que tienen que hacer?.—Mentiría si dijera que no estoy aterrada. A pesar de los años dedicando mi vida a la captura de criminales y buscando la manera de detener el narcotráfico, existen situaciones que superan mis miedos pero no por ello superan mis capacidades. Sé lo que valgo, es mi arma de doble filo.

—¿Estarás ahí a tiempo, cierto?

—No te pediría que hicieras esto si supiera que esto terminará mal. Estaremos ahí en todo momento.—Sus labios buscan mi frente y presiona con suavidad la zona antes de suspirar y buscar mis labios con calma.

Estoy jugando con fuego por amor. Voy a quemarme, pero lo haré solo si él está conmigo.

—¿Puedo invitarte una copa? Eres tan bonita, mamacita.—Esa sonrisa puede matar a miles. De hecho, lo ha hecho y él tan solo pensarlo me causa náuseas. No pierdas la compostura, todo saldrá de acuerdo al plan.

—No bebo alcohol.—Extiende en mi dirección dos vasos de cristal con whisky en las rocas.

—Pruébalo, este es especial.—El fino polvo blanco en el fondo del vaso siempre indica problemas, eso es justo lo que estamos buscando.—Es delicioso, como tú.

—Bien.—Sonrío con confianza y tomo aquel vaso entre mis manos solo para tirar mi bolso en el proceso. Aquel hombre se arrodilla frente a mí para tomarlo y aprovechar el momento para mirar mis piernas desnudas con deseo y cierta morbosidad.—Eres un caballero, gracias.

—Puedo serlo que quieras que sea, muñeca.—Choca copas conmigo y bebe con gusto, frunciendo el ceño en el proceso.—Lo he dejado reposar mucho tiempo.—Ríe tratando de parecer interesante y levanta su dedo Con elegancia pidiendo un poco más de aquel líquido añejo.

Ha reído por una hora entera a mi lado mientras alardea sobre los millones que gana al día en sus importantes negocios de importación y exportación, menciona como estos son tan importantes que requieren de absoluta discreción. Habla sobre como es el mejor en todo lo que hace, como las mujeres somos estúpidas y se me ha insinuado sin pena alguna en tres ocasiones. Te tengo donde quiero, hijo de puta.

—¿Te gustaría ir a un sitio más privado?.—Fuerzo una sonrisa despreocupada acaparando por completo su atención. Sonríe con malicia y pasa su lengua por sus labios al observar como froto mis piernas entre sí.—¿Por qué no me llevas a tu casa?

—Te llevaré hasta el mismísimo cielo, angelito.—Javier, me las vas a pagar.—Te llevaré a casa con papá, bebita.

Los malditos ancianos son asquerosos, Gilberto Rodríguez Orejuela lo es aún más.

La propiedad de los Rodríguez es inmensa y con ello comienzo a dudar sobre las decisiones que tengo que tomar ahora en adelante. El hombre está visiblemente drogado pero lejos de volverse una persona dócil y manipulable, se ha puesto pesado y algo agresivo.

Sé que puedo controlarlo. Puedo resistir. Todo sea por nuestra libertad.

—¿Quienes son ellas?.—Ejerzo resistencia ante su pesado toque al notar tres mujeres sentadas en un largo sofá, parecían desinteresadas como si ya estuviesen acostumbradas a ver a aquel hombre traer mujeres a diario.

—Mis esposas... tú también serás una de ellas, bomboncito.

Ha quedado noqueado ante el efecto de las pastillas disueltas en aquel whisky dándome el tiempo perfecto de dar la esperada señal a los agentes fuera del sitio y con ello comenzar una redada policiaca liderada por la Policía Nacional. Todo es caos, disparos y gritos.

En un intento de alejar a los guardias de aquel sujeto que trataban de sacarlo de la fortaleza he derramado alcohol sobre el suelo y encendí un viejo encendedor para iniciar un incendio que pudiese distraer a los mismos y me diera tiempo de escapar por el enorme balcón que me daría acceso a mi escape perfecto.

El fuego provocado por las balas y las granadas que han sido lanzadas con odio hacia los jardines de la propiedad avivan el mismo fuego que yo he creado haciendo que esto se convierta en un desastre difícil de controlar donde nadie saldría ileso. Se llevará vidas y a la larga se convertirá en un peso importante sobre mis hombros solo que por este momento no es mi prioridad. Me he provocado quemaduras en distintas partes del cuerpo pero estas no me importan en lo absoluto, solo quiero terminar con esta misión y huir.

He cumplido la misión. Aunque arrestarlo hubiese sido lo idóneo, el hombre ya no será un problema para el país y con ello hemos dado el primer paso hacia la captura de las cuatro cabezas líderes del Cartel de Cali.

Corro tanto como mis ardientes y adoloridas piernas me lo permiten, arranco de mi cuerpo aquella peluca rubia que cubría mis apagados rizos rojizos y salto hacia el cuerpo del único hombre que me hace sentir viva envolviendo su pecho con mis brazos y su cintura con mis piernas. Sus grandes ojos marrones me miran con tristeza y desesperación que poco a poco se despeja al darse cuenta que finalmente he regresado a sus brazos.

—Oh dios, pensé que no saldrías a tiempo. Estoy tan orgulloso de ti.—Sus brazos me envuelven con fuerza liberando el miedo acumulado que ha hecho tensar mis músculos. Busco sus labios con desespero y saboreo con gusto el sabor siendo prueba de lo ansioso que ha estado estas últimas horas.

—Ya está hecho, llévame a casa.—Suspiro con pesadez y miro el fuego consumir los cimientos de un imperio formado a base de lágrimas y sangre ajena.

—Nos iremos a casa. Te lo prometo.

Un paso más hacia nuestra libertad.

𝔻𝕀𝕃𝔽 𝕀𝕀 {Pedro Pascal One Shots} Where stories live. Discover now