end of youth {Pedro Pascal}

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El espejo no es un buen mentiroso.

Todas y cada una de las líneas reflejadas en el vidrio simplemente hacen referencia al paso de los años sin perdonar cada minuto que he pasado viviendo en esta piel. Mi cabello está humedecido por la cálida ducha que he tomado hace un par de minutos, éste se encuentra desordenado y pequeñas gotas de agua aún caen desde las ligeramente rizadas puntas del mismo. Mi cabello ya no está cerca del rubio que llegué a lucir en mis años dorados, ahora un tono marrón con toques grisáceos y plateados lo cubren casi por completo dándome un aspecto más maduro y respetable.

La piel de mi rostro ya no están tersa como antes, no se queda en el sitio que le corresponde. El vello facial de mi rostro a veces es suficiente para cubrir un par de pequeñas cicatrices causadas por el acné que tuve en mi adolescencia pero no crece de forma abundante haciendo que una singular marca alopécica en forma de corazón se forme en mi mejilla. Es como ver el rostro de un desconocido muy familiar.

Son solo marcas de una vida vivida por casi cincuenta años.

Mi cuerpo ha sido trabajado por meses preparándose para próximos proyectos que me tienen realmente entusiasmado y no me desagradan los resultados... pero a veces me gustaría tener el cuerpo que llegó a caracterizarme hace años. Aún tengo un poco de barriga por la última vez que tuve que aumentar un par de libras para un papel y hay pequeñas marcas blanquecinas en mi piel que delatan todas las veces que he variado en cuanto a mi peso. Hay una ligera línea de vello que comienza por debajo de mi ombligo y se pierde por debajo de la toalla que envuelve mis caderas. No quiero seguir saboteando mi cuerpo solo por pensamientos no deseados pero no sé como detenerme en este momento. ¿Se puede envejecer con tan solo pensar en ello?

Soy consciente de como la puerta a mis espaldas se abre y observo a aquella pequeña pero esbelta figura adentrarse a mi espacio interrumpiendo mi calvario mental. Observo las manos de mi hermosa mujer rodear mi cintura y rasguñar un poco la piel de mi abdomen causando miles de sensaciones dentro de mí. Sus labios tocan la piel de mi espalda antes de sentir su cálida mano en mi mejilla.

—¿Todo bien, cariño? Llegaremos tarde a la cena.-Susurra con dulzura a mis espaldas.

—No lo sé. Dulzura... ¿Crees que soy viejo?

—¿Porque dices eso?

—Los años me están cobrando factura, supongo. Ya no me siento tan jovial y varonil como hace unos años.

—Eres hermoso. Cada pequeña marca en tu piel te vuelve más valioso. Tan solo mírate... cualquier mujer quisiera tenerte.

Se posa a mi lado haciendo muy evidente nuestra diferencia de estaturas, dándome tiempo de admirar su joven figura y l manera en la que aún viste la camisa que me he quitado anoche... justo antes de hacerle el amor. Estira sus manos y toca los indefensos rizos de mi cabeza tratando de peinarlos un poco con las puntas de sus dedos pero desordenándolos en el proceso. Delinea mis ligeras ojeras amoratadas y el contorno de mi nariz. Muerde su labio mientras sigue su camino a mis labios y mentón.

Eres fascinante, Pedro.

—¿Lo crees?.—Asiente y sus pies se colocan en puntillas tratando de conseguir la altura suficiente como para besar mis labios pero solo consigue llegar a mi pecho.

—Me encanta tu nariz... tus labios. Me encantan tus anchos hombros y esos brazos. Tus manos son una maravilla que deberían encontrarse en un museo.

Me pones nervioso.—Admito nervioso en una ligera risa consiguiendo una sonrisa de sus labios.

Me mira con una sutil sonrisa pícara y sigue recorriendo mi pecho con curiosidad. Se levanta en la punta de sus pies y besa mi pecho, justo en el sitio donde late con fuerza mi longevo corazón. Facilito un poco su tarea y tomo sus caderas para poder sentar su cuerpo sobre el lavamanos de mármol abriendo sus piernas lo suficiente para amoldarme entre ellas y permitir que su candente toqueteo continúe.

—Me encanta que tus pectorales estén más marcados ahora.-Comenta inclinándose para besar mi piel.—Pero también me gusta cuando eres tan pero tan suave para ser mi almohada favorita y dormir sobre ti por horas después de haberme hecho sentir tan amada siendo completamente tuya. También me encanta este pequeño camino...—Murmura sosteniendo su mirada con la mía mientras sus dedos bajan peligrosamente por debajo de mi ombligo.—Me recuerda que el tesoro al final es solo mío y me hace sentir tan dichosa.

Oh nena.

—¿Te puedo confesar algo? Eres como un buen vino, entre más pasa el tiempo y más maduro... más delicioso.—Sus manos se deslizan por dentro de la toalla y no le importa en lo absoluto quitarla de su camino. Beso sus labios como si nunca me hubiese perdido en ellos. La escucho suspirar con deseo, dejar escapar un ligero gemido y sonríe en medio de nuestro beso deseosa de seguir solamente deteniéndose para mirarme por un par de segundos.—Es mejor que llames y digas que estamos enfermos porque voy a recordarte que tan joven y viril sigues siendo.

𝔻𝕀𝕃𝔽 𝕀𝕀 {Pedro Pascal One Shots} Where stories live. Discover now